Reseña - Reina de Corazones: una carta de poder

Ganadora del Premio de la Audiencia en el Festival de Sundance el año pasado, Reina de Corazones es una cinta danesa dirigida por May el-Toukhy que narra la vida de Anne (Trine Dyrholm), una mujer que goza de un matrimonio solido formado por Peter (Magnus Krepper) y sus dos hijas. Ella es una abogada exitosa que ayuda a víctimas de abuso y que no duda en enfrentar a sus perpetradores cara a cara.


La estabilidad emocional de la familia, y principalmente de Anne, pronto se verá afectada por la llegada del hijo biológico de Peter, Gustav (Gustav Lindh), un joven problemático obligado a dejar su natal Estocolmo para irse a vivir a una tranquila, lujosa y cómoda casa.

Tras un recibimiento cálido por parte de todos, Gustav solo expresa animadversión hacia una mujer que culpa por el abandono de su padre, un par de hermanas consentidas y, por su puesto, hacia su progenitor, quien pretende afianzarse como figura de autoridad cuando se ha mostrado ausente la mayor parte del tiempo.

El reacio adolescente, después de un par de situaciones, finalmente cede ante el carisma de su madrastra, pero este acercamiento inocente se convierte en breve en un erótico y candente amorío, desembocando en encuentros sexuales explícitos desbordantes de pasión que las paredes no serán capaces de contener, obligando a los amantes a ampararse en medio del bosque.

Reina de Corazones es una película que va construyendo poco a poco una pirámide de cartas tan alta como frágil; en la cima está Anne, la reina roja, que así como el naipe, tiene dos caras para mostrar. La mujer nunca teme hacer uso de su poder para manipular a todos a su alrededor con tal de no perder su posición.

Se trata de una cinta que pone sobre la mesa el blof que puede suponer una vida resuelta y que apuesta todas las monedas a un final con fatales consecuencias.


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