Reseña - La Camarista: una obra contemplativa sobre sueños y frustraciones

En La Camarista, ópera prima de la directora Lila Avilés, la clase trabajadora vive su rutina ante la indiferencia de los burgueses y la vigilancia de sus patrones; sin embargo, el buen humor parece nunca escasear. No así para Eve (Gabriela Cartol), una joven y dedicada camarista con muchas aspiraciones, pero pocas oportunidades. Para ella, el hotel donde todos estos personajes conviven se ha convertido en una lujosa prisión que la mantiene viva, pero no como ella quisiera. En su primer película, Avilés explora las diferencias sociales y los deseos y frustraciones de las clases menos favorecidas, esto a través de la mirada pasiva de Eve, una de las tantas piezas que mantienen funcionando el edificio, y la sociedad misma.

Eve es una joven madre soltera que trabaja horas extra en un hotel de lujo en la Ciudad de México. Sus turnos son maratónicos y el trabajo nunca parece terminar. De cualquier manera, esta mantiene su espíritu intacto pensando en el bienestar de su hijo y una serie de posibles recompensas laborales que no solo podrían hacerla más feliz, sino mejorar su estatus económico. Reservada y hasta antisocial, Eve examina en secreto la vida de los huéspedes a través de sus extraños hábitos y los objetos que dejan atrás. Al mismo tiempo, la mujer trata de superarse estudiando para soñar con una mejor posición en el futuro; sin embargo, una serie de inesperadas decisiones y la aparición de nuevos personajes en su vida le harán ver que probablemente ha alcanzado sus límites a pesar de todo.


Ganadora a la Mejor Película Mexicana en la pasada edición del Festival de Morelia y nominada a múltiples premios en la próxima entrega del Ariel, La Camarista es una obra contemplativa que sigue la vida de una mujer como millones en México, solas y tratando de subsistir en contra de todo pronóstico. Avilés sitúa los acontecimientos dentro de un hotel de cinco estrellas frecuentado por extranjeros adinerados y personajes de renombre. Pero en sus entrañas habitan también decenas de trabajadores que cuidan cada detalle de los lujos a los que tienen acceso los huéspedes. Eve, por supuesto, no es la excepción, pero algo en sus aspiraciones más íntimas y su apático comportamiento con sus compañeros la convierten en el centro de esta historia.

Eve deja en perfecto estado las habitaciones de su piso y acomoda con sumo cuidado las pertenencias de la gente. Su disciplina no ha pasado desapercibida por sus superiores, quienes la mantienen a la expectativa de literalmente escalar en el trabajo y hacerse con uno de los mejores pisos del hotel. De igual forma, Eve también sueña con un bello y probablemente costoso vestido rojo de los objetos perdidos no reclamados, el cual aparentemente pronto será suyo. Estas motivaciones, y la de su pequeño hijo esperando en casa, son suficientes para aguantar las horas extra e incluso no llegar a su hogar al tener que quedarse a dormir en el trabajo. Este es sin duda el pan de cada día de la clase trabajadora en México.


Así como Yallitza Aparicio ofrece una gran actuación y una mirada sin compromiso hacia el mundo de las trabajadoras domésticas en Roma, Gabriela Cartol hace lo propio con el oficio que representa en la cinta. Si bien estamos hablando de una actriz por profesión, esta aporta una muy necesaria naturalidad a un personaje que proyecta opacidad ante casi todos los que la rodean. Cartol se echa al hombro la película y nos permite adentrarnos en la notable frustración que comienza a apoderarse de una mujer que parece nunca será lo suficientemente buena como para ser tomada en cuenta. El trabajo de Avilés también destaca al sacar lo mejor de Cartol, y por convertir este relato con un desarrollo hasta cierto punto lento en uno de notable profundidad y valor social.

En La Camarista, los huéspedes del hotel tratan a Eve, y a los demás, principalmente de dos formas: como meros objetos o como seres inexistentes. Está, por ejemplo, una parlanchina mujer argentina que le pide cuidar a su hijo mientras toma una ducha. La joven madre no tiene reparo en siquiera cubrir su cuerpo desnudo ante la mirada de una desconocida, y pronto entabla con ella una relación casi amistosa que incluso conlleva una promesa de llevársela a su país para que trabaje en su hogar. Por otro lado, un hombre déspota que constantemente pide abastecimiento para su habitación y que prefiere que no le dirijan la palabra, y otro más que solo la utiliza para ¿apretar los botones del elevador? demuestran la insensibilidad de una burguesía absorta en su propia realidad.


Con los compañeros de Eve ocurre lo contrario. Varios de ellos desean acercarse para hablarle, bromear y pasar el rato, pero esta se aleja sin razón aparente. Incluso las declaraciones de amor de uno de estos no le parecen suficientes como para congeniar. Es como si Eve no quisiera crear algún tipo de lazo que más tarde se convierta en un obstáculo para conseguir sus objetivos laborales. La única que logra bajar la guardia de Eve es la "Minitoy" (Teresa Sánchez), una mujer mayor que ama las bromas, perder el tiempo y divertirse, todo lo contrario a su compañera. Y aunque en un principio confía en ella a pesar de su estrafalaria actitud, la Minitoy termina por mostrar sus verdaderas intenciones y darle sentido nuevamente a aquella colorida frase de "el interés tiene pies".

La resignación que consume a Eve en los minutos finales de La Camarista es desoladora. Aceptando finalmente su rol que tiene para una mega corporación que en cualquier momento se puede deshacer de ella, la madre, estudiante y empleada sucumbe ante la falta de apoyo, algo normal en este sistema capitalista. Pero quizá haya algo de esperanza fuera de las lujosa prisión en la que se ha convertido el hotel. Con gran precisión, Lila Avilés nos deja dar un vistazo a un microcrosmos en el que podemos encontrarnos con todo tipo de mañas y actitudes, tanto de los burgueses como de los trabajadores. "No siempre tenemos lo que queremos. Yo quiero ir a Italia y no estoy ahí", le dice una superiora a Eve al negarle uno de sus pequeños sueños. La vida es así, y no queda más que hacerle frente o morir en el intento.

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