Reseña - Las Niñas Bien: Los ricos también lloran

Los ricos también sufren, o al menos eso es lo que Alejandra Márquez Abella trata de mostrar en Las Niñas Bien, su tercer largometraje y segundo de ficción. Con una notable presencia en varios e importantes festivales del mundo, la cinta pretende adentrarnos en lo más profundo de la élite mexicana de hace unas décadas, un entorno muy parecido al de la actualidad, tanto en las costumbres clasistas como en su despilfarrador modo de vida. Enfocándose particularmente en una momento crítico de la economía del país, la directora pone en medio de la historia a una mujer que vive en carne propia las dramáticas consecuencias del derrumbe financiero; sin embargo, un claro interés por el estilo sobre la sustancia y un empeño en simpatizar por personajes vacíos, metafórica y literalmente, hacen de esta película algo poco memorable.

Sofía (Ilse Salas) es una mujer acaudalada de la Ciudad de México que gusta de darse todos los lujos posibles. Viviendo en una de las zonas más exclusivas y vistiendo al último grito de la moda, esta ama cada detalle de su vida, a pesar de que su esposo, Fernando (Flavio Medina), es un alcohólico bueno para nada y sus hijos unos chiquillos un tanto insoportables. Sofía convive con un grupo selecto de amigas con las que asiste con frecuencia a un club deportivo, en el que se divulgan los últimos chismes de la sociedad capitalina. Cuando las historias del impacto de la crisis económica de 1982 comienzan a sentirse cada vez más cerca de su círculo social, Sofía se refugia en su aparente estabilidad, la cual está a punto de ponerse a prueba tras un inesperado anuncio sobre el estado de la empresa familiar.


En Las Niñas Bien, basada en personajes de la escritora Guadalupe Loaeza, Sofía y su grupo de amigas viven en un mundo de fantasía que poco a poco se cae a pedazos, pero no solo por la inevitable crisis, sino por la envidia y malicia que emana de su seno. La protagonista es superficial y engreída, aunque parece no tener problema con eso. Viviendo entre lujos y derroche, Sofía se dedica única y exclusivamente a gastar y presumir sus bienes; siempre es un buen momento para hablar de frivolidades como regalos de cumpleaños excesivos o el origen secreto de sus vestidos. Las ocurrencias de esta clase económica y su total desconexión con la realidad nunca dejan de sorprender, pero ¿realmente vale la pena invertir tanto tiempo en conocer su modo de vida?

Márquez Abella nos presenta varios e irrelevantes detalles de la rutina de Sofía, como sus rituales de belleza y las frecuentes visitas a los grandes almacenes. Salas hace un buen trabajo como la sofisticada y refinada mujer, pero la caracterización de la directora no le da material suficiente para mostrar todo su talento. El papel de Sofía es totalmente pasivo y lo único que puede hacer es ver cómo su mundo se desmorona lentamente. A pesar de aparecer prácticamente en cada cuadro de la cinta, sus intervenciones se limitan a frases como "no se junten con los mexicanos", cuando sus hijos se van de campamento al extranjero, o "no estoy acostumbrada a comprar vestidos de gala en México", cuando va El Palacio de Hierro de compras. Con estas y otras oraciones de una línea, Márquez Abella cae en redundancias sobre la existencia fútil de Sofía. En 90 minutos, se nos obliga a ver a una mujer rica enfrentarse a "serias" dificultades como bañarse a jicarazos o caminar para llegar a una fiesta, algo verdaderamente impactante o lamentable dependiendo del punto de vista.


Aunque durante buena parte de la trama vemos a Sofía enfrentarse a los cambios de su estatus, una confrontación directa nace con "una nueva rica", Ana Paula (Paulina Gaitán), quien no solo, a su parecer, se está robando su posición, sino hasta sus sueños y aspiraciones. Mientras las amenazas de embargo asolan a su familia y su esposo se sume en la decadencia absoluta al verse derrotado por las recientes circunstancias, Sofía también tiene que soportar el hecho de que Ana Paula y su familia escalen rápidamente en un círculo social que no hace mucho solo veían de lejos. Su molestia se basa principalmente en la imagen que tienen sobre Ana Paula y su familia, a quienes consideran "nacos", lo que alimenta en mayor medida su frustración. De cualquier modo, el conflicto no es lo suficientemente poderoso como para generar preocupación por el desenlace.

Márquez-Abella moldea a una protagonista mezquina e hipócrita con una aparente preocupación y gusto por las demás, pero lo único que realmente le interesa es sí misma. Sofía escucha las desgracias ajenas, y solo puede imaginarse a sus "amigas" hablando de su estrepitoso declive dentro de muy poco. Esto es precisamente lo que más consterna a la mujer, quien está acostumbrada a organizar las mejores fiestas y adquirir cualquier cantidad de lujos. Para ella, solo se trata de mala suerte, quizá por la presencia de una enorme paloma negra en la sala de su casa, pero lo que realmente no puede ver es la serie de malas decisiones que ha tomado junto a su esposo, las cuales los han llevado hasta este momento. Entre más alto, más dolorosa la caída. Por momentos, la directora nos atrapa con este tipo de detalles y reflexiones; sin embargo, pareciera como si apenas rasgara la superficie de una dinámica sumamente tormentosa, aunque banal a fin de cuentas.


Las Niñas Bien sucumbe ante el pobre desarrollo de sus personajes. Si bien otros aparecen de vez en cuando alrededor de Sofía, como su amiga Alejandra (Cassandra Ciangherotti), quien de pronto comienza a darle la espalda de forma muy sutil, sus apariciones simplemente sirven para contextualizar el mundo de hipocresía y superficialidad en el que viven, y no para ofrecernos otra perspectiva de la crisis. La figura de Sofía es irregular, en ocasiones realmente no sabemos qué es lo que está haciendo ni por qué. El final es ambiguo, pero no logra convencernos con respecto al verdadero conflicto que vive la mujer. A diferencia de Semana Santa, su obra anterior, esta cinta muestra un trabajo de producción más refinado y sumamente detallado; desafortunadamente, el aspecto narrativo no deja mucho espacio para la reflexión. En su primer película, al menos, la dinámica familiar disfuncional que envuelve a los protagonistas es el motor de una historia más entretenida y valiosa desde el punto de vista social.

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