Reseña - La Maestra de Kínder: frustración intelectual convertida en obsesión

Durante el inesperado final de La Maestra de Kínder, Lisa (Maggie Gyllenhaal), el personaje titular, implora a su pequeño alumno, Jimmy (Parker Sevak), que no actúe en contra de ella, pues su talento poético pronto será olvidado por todos y no habrá nadie que lo cultive, ya que en este mundo no hay espacio para personas como él, según sus palabras. Esas últimas escenas muestran la obsesión casi enfermiza de un individuo con el talento ajeno, pero también el poco interés que existe en la sociedad contemporánea de impulsar el verdadero ingenio artístico. Esta cinta nos acerca a la desesperante vida de una mujer que no puede tolerar la estupidez y banalidad a su alrededor, y cuyo descubrimiento del talento de uno de sus estudiantes reafirma su postura al punto de llevarla al extremo.

Lisa lleva más de 20 enseñando como maestra de kínder. Sumamente experimentada en su trabajo, la mujer desea expandir sus habilidades artísticas, aunque no con los mejores resultados. En casa le aterra ver cómo a sus hijos les han levado el cerebro las redes sociales y el ejército; mientras una solo vive de los chismes locales y de publicar fotografías en Instagram, el otro aspira a servir a su patria. Su insatisfacción comienza a desaparecer cuando Jimmy. un pequeño de su clase, comienza a recitar poemas de la nada, unos sumamente complejos para su edad. Sorprendida, Lisa trata de cultivar su don, pero el desinterés de los familiares pronto se convierte en un obstáculo. Decidida a que el intelecto de Jimmy no debe ser pasado por alto, la maestra toma una serie de riesgosas medidas para que esto no ocurra.

Sara Colangelo, ganadora del premio a Mejor Directora Estadounidense en la categoría de Drama de la pasada edición del Festival de Sundance, dirige este remake de una cinta israelí de 2014 del mismo nombre. Este distintivo, por supuesto, se debe a la excelente manera en la que dirige tanto a Gyllenhaal como al pequeño niño que interpreta a Jimmy. La primera es quien realmente sostiene la historia encarnando a una maestra ordinaria sumida en una frustración intelectual que es alimentada por su propia familia. La desesperación de una mujer por rodearse de arte y cosas realmente valiosas desde el punto de vista cultural es palpable gracias al desdén que Gyllenhaal proyecta, uno que rápidamente desarrolla en ella una fuerte obsesión.

La relación que Lisa entabla con Jimmy toma muchos matices. Primero es amistosa y amable, luego se convierte en la de un maestro y su discípulo, pero al final denota cierta manipulación y un tono enfermizo por parte de la profesora. Esta no desea ver al niño convertido en alguien como sus hijos, a quienes desprecia en secreto incluso de su propio esposo. Jimmy, inocente y bonachón, trata de complacer a su maestra, incluso si esto implica hacer algo con lo que su padre no estaría de acuerdo; pero la inteligencia que despliega, sobre todo al final, muestra su personalidad y el cómo está completamente consciente de lo que pasa a su alrededor, lo que también enmarca la relativa soledad en la que vive al tener papás ausentes de casa.


Colangelo traza una trama que toma varios caminos inesperados. En un comienzo, la temática parece acercarse a la apropiación artística, pues Lisa empieza a recitar las piezas de Jimmy en su clase de poesía, a la cual asiste para tratar de despertar el don, aunque sea de forma forzada. El supuesto talento de la mujer llama la atención de la clase y de su profesor, Simón (Gael García Bernal), con quien pronto establece un vínculo que va más allá del aula. Por otro lado, las actitudes de Lisa también se acercan bastante al hostigamiento, por lo que no tarda en ser mal vista por su asistente. Esto nos remite a la excelente cinta La Caza, sobre un profesor que es acusado injustamente de conducta sexual inapropiada con una de sus alumnas de kínder, todo consecuencia de un malentendido. De cualquier forma, la directora revela eventualmente que el discurso de su obra se apega principalmente a la apreciación artística y la forma en la que se ha diluido en la sociedad contemporánea.

El instinto sobreprotector de Lisa contrasta con el nulo interés de todos aquellos que rodean a Jimmy, como sus padres y niñera. Sin darse cuenta, la mujer comienza a canalizar sus frustraciones a través del niño, por lo que no tarda en convertir su talento en un arma y una manera de mostrarles a los demás lo equivocados que están. Lisa es la única persona que encuentra fascinantes las palabras que salen de Jimmy, pero esta no duda en utilizarlas para ganarse los elogios de su profesor o argumentar su propio discurso en contra de las banalidades sociales. La protagonista se ve a sí misma como la salvadora y mecenas, pero se olvida de que Jimmy es un niño como cualquier otro, no un erudito interesado en la literatura y poesía.


Las acciones de Lisa demuestran un notable egoísmo que nunca aceptará. Aunque el respaldo que muestra hacia Jimmy aparentemente denota su interés en él, esta busca también llenar el vacío que le produce vivir en un hogar donde absolutamente nadie se preocupa por la cultura. Lisa está harta de una vida ordinaria en la que el arte no tiene lugar, por lo que no puede entender cómo su esposo encuentra "perturbador" que un niño contemple cosas tan elevadas como la existencia de Dios a través de sus versos. Pero como Simón le hace ver, Lisa no es más que una apreciadora, una fanática, alguien que nunca podrá crear arte por más que lo intente; así que, de alguna manera, Jimmy es su única esperanza.

Aunque Lisa se niegue a que Jimmy viva una vida común y corriente y tome medidas extremas para lograrlo, sus ideas no carecen de argumentos. Colangelo recupera un personaje frustrado y dolido que quizá no se equivoca al tratar de denunciar las banalidades de la sociedad contemporánea. Al final, cuando esta tiene que pagar las consecuencias de sus actos, el don de Jimmy queda una vez más en el limbo y destinado probablemente a quedar como un mero pasatiempo que nunca más volverá a ser apreciado.

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