Upgrade: un violento vistazo a la fallida relación entre hombre y máquina

La interacción entre hombre y máquina se hace cada vez más estrecha y el futuro parece estar encaminado hacia una total coexistencia entre ambas partes. Esto, por supuesto, ha sido objeto de inspiración para incontables obras de ciencia ficción. La mayoría no se enfoca en los planteamientos existenciales inherentes, sino más bien en la acción superficial que usa este escenario como un simple pretexto. Upgrade, la nueva sensación del género, goza de un sano equilibrio y, a pesar, de apelar a una narrativa tradicional que por momentos resulta predecible, la trama, idea y efectos especiales, dado el pequeño tamaño de la producción, conforman una decente película en la que un individuo puede ver de primera mano una realidad que podría dejar de ser dolorosa a expensas de su libertad misma.

Grey Trace (Logan Marshall-Green) es un nostálgico viviendo en un futuro no tan lejano en el que la tecnología domina cada aspecto de la vida diaria y en el que los humanos se han obsesionado con las mejoras en sus cuerpos impulsadas por implantes de todo tipo. Sus usanzas más tradicionales chocan en cierta medida con las de su esposa Ashia (Melanie Vallejo), quien disfruta de todas las comodidades de la época y que además trabaja para una de las grandes corporaciones del medio. Un día, la pareja tiene un serio accidente en su vehículo autónomo y justo cuando tratan de reincorporarse, un grupo de desconocidos los interceptan asesinando a Ashia y dejando cuadraplégico a Grey. Contemplando el suicidio después de la tragedia, Grey de pronto se encuentra con un regalo del misterioso dueño de una empresa tecnológica, un chip que podría devolverle la movilidad y mejorar cada nivel de su cuerpo. Así, el afligido esposo utiliza sus nuevas habilidades para encontrar a los responsables del crimen.


Dirigida por Leigh Whanell, Upgrade nos sitúa en el clásico mundo futurista donde los gobiernos parecen haber perdido poder cediéndolo a las grandes corporaciones. La vida es aparentemente más sencilla para los más afortunados. Asistidos en cada tarea básica por máquinas y asistentes virtuales, los humanos simplemente se preocupan por su propia felicidad, o al menos esa es la idea. Leigh es uno de los escépticos. Arreglando autos deportivos de antaño y evitando que los robots hagan cosas por él, este añora los tiempos en los que todavía era posible hacer cosas con las manos. Su renuencia, por supuesto, evoca al temor cada vez más creciente de que las máquinas se apoderen del mundo; sin embargo, la tragedia que vive cambia su perspectiva para siempre.

Whanell apela a distintos conceptos del cyberpunk, aunque sería muy aventurado encasillar la película en este subgénero tan oscuro. A pesar de ello, Upgrade es violenta y muy intensa por momentos. La frenética edición y los imposibles movimientos de cámara en las secuencias de acción y combate aportan un ritmo vertiginosa, el cual le da el tono indicado a una historia que busca equilibrar estas escenas con una ciencia ficción inteligente. Si bien no logra cumplir este objetivo enteramente, sobre todo al momento de tratar de esconder varios giros que pueden ser anticipados desde muy temprano con una que otro persecución sin sentido, la cinta consigue alejarse de la tendencia comercial manteniendo el conflicto de Grey como uno muy personal.


Grey es interpretado por Logan Marshall-Green, único actor relativamente conocido en la película. Como figura de cintas de género, Marshall-Green entiende perfectamente lo que Whanell necesitaba, un tipo que ve cómo su existencia cambia gracias a un increíble avance tecnológico, algo que nunca en su vida imaginó. La reacción de Grey ante este suceso lo pone en un dilema que atenta contra sus mismas creencias, pero Marshall-Green se encarga de que la progresión del personaje se dé con fluidez y hasta con algunos tintes cómicos. Mientras este se adapta a los inesperados cambios en su cuerpo, el espectador va descubriendo con él sus nuevos alcances. Pero es quizá el elemento distintivo de esta tecnología lo que más llama la atención de la trama.

STEM (Simon Maiden), la inteligencia artificial que acompaña a Grey como parte de su implante, se convierte en un personaje más que en un comienzo funciona como un aliado del protagonista, y un especie de narrador que anticipa los movimientos de todas las personas con las que se encuentran. Su presencia supone un discusión interesante acerca del involucramiento de las máquinas en la toma de decisiones humana; y tal y como Grey descubre poco a poco, la singularidad no podría estar tan lejos. Si bien la cinta indaga en esta cuestión de forma meramente superficial, Upgrade funciona gracias a la relación que Grey entabla con su acompañante, una con varios matices e intenciones ocultas que podrían ser una advertencia social y tecnológica.


Después de presenciar la brutalidad de algunas de las imágenes de Upgrade, todo adquiere sentido cuando al saber que Whanell fue una de las mentes maestras detrás de la franquicia de Saw, la cual convirtió la violencia cinematográfica en una tortura que causaba cierto placer en el espectador. Si bien en esa ocasión solo participó como guionista, queda claro que el ahora director continúa plasmando en su obra ese derramamiento de sangre que enfatiza la degradación corporal y su eventual destrucción, aunque ahora esa violencia también tiene un propósito más allá de lo físico, la fragmentación humana en vista del ascenso de las máquinas, seres igual de brutales y que harán lo que sea con tal de ser libres.

Upgrade es por momentos un tipo de cuento con una moraleja acerca del peligro que representa el hecho de que las máquinas adquieran conciencia, pero Whanell acierta en otros aspectos concernientes a la ciencia ficción, como ese inquebrantable deseo de vivir en una realidad donde el dolor no sea más que un lejano recuerdo. La realidad virtual, las mejoras corporales y otro tipo de tecnologías lucen como el camino hacia este lugar, pero la libertad podría ser el precio  a pagar. ¿Está lista la humanidad para convivir con las máquinas? Quizá la pregunta debería ser: ¿Están dispuestas ellas a convivir con nosotros?

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