Rostros y Lugares: Agnès Varda y JR se sinceran uno con el otro

Hay algo extremadamente personal en Rostros y Lugares, el nuevo documental de Agnès Varda y el fotógrafo JR. En el, la emblemática pionera de la Nouvelle Vague y el artista urbano de identidad desconocida se embarcan en un viaje por la Francia rural en busca de retratar personas y lugares que se mantienen a plena vista, pero que guardan historias relevantes no solo para su país, sino para la sociedad contemporánea. La travesía hace énfasis en varias problemáticas sociales, pero también en la misma esencia de dos personajes que han sido llamados disruptores en cada una de sus disciplinas. Con esta obra, ambos artistas abren sus corazones y unen esfuerzos para llevar a cabo un proyecto que simplemente podría parecer curioso, pero que da voz a un enorme grupo de desconocidos.

La premisa es sencilla: Varda y JR se suben a una van modificada y con una impresora de gran formato dentro. El objetivo: viajar a distintas localidades francesas para tomar fotografías y buscar los mejores sitios para pegarlas. Pero lo que ellos pretenden no es encontrar los sitios más bellos y pintorescos, sino más bien aquellos habitados por individuos con historias únicas y cuyos rostros hablen por sí solos. Relatos de comunidades enteras, tradiciones familiares y experiencias laborales son escuchadas con atención por los protagonistas, quienes las traducen en enormes fotografías que buscan enaltecer la presencia de la gente ordinaria. En el proceso, Varda y JR descubren un poco más sobre sí mismos y la inesperada importancia de su misión para quienes visitan.


En un formato episódico, los artistas se dedican a escuchar con atención las historias de todo tipo de personas para luego decidir la forma de hacer un homenaje a su persona. Está, por ejemplo, una señora que vive en una cuadra que será demolida por completo. Esta promete quedarse todo lo que pueda, y cuando Varda y JR se acercan a ella pueden dar cuenta de la entereza y valor de una mujer que se niega a dejar el hogar que sus ancestros construyeron con el sudor de frente. Así, JR pronto visualiza una forma de rendirle tributo a este sentimiento: fotografías de aquellos trabajadores en las fachadas de las viejas casas y una más de la mujer como recordatorio de los individuos que dieron vida al barrio. Resulta conmovedor ver la reacción de esta última al ver el trabajo finalizado.


El viaje también los lleva a toparse con gente que no está de acuerdo con lo que hacen, como una joven que no encuentra para nada divertido ver su imagen pegada en una fachada, pues siente que su privacidad ha sido atacada. Este es un caso excepcional, pues la mayoría de las personas que presentan se muestran muy felices de colaborar en el proyecto, como un granjero que trabajo solo su tierra y que deja al descubierto una nueva era tecnológica llena de asombro y comodidades, pero también una de cierta soledad y de evolución que no suele incluir a todo el mundo. Varda y JR tocan distintos temas sociales muy pertinentes a nuestros tiempos, pero sin dejar de lado las propias metas personales, como visitar la tumba de aquellos que ya no están, momentos que dejan ver la faceta más voluble de los protagonistas, principalmente de Varda.

Y son esas pequeñas búsquedas las que quizá sean el punto más valioso de este documental. Al emprender este proyecto, ambos seguramente esperaban conocer más del otro, figuras artísticas de épocas distintas que admiran en demasía. JR, siempre con lentes oscuras y sin que nadie sepa realmente quién está detrás de ellos, se rehúsa a quitárselos, pero abre las puertas de su corazón a Varda de otras maneras, como llevándola a visitar su abuela o dejándola que decida sobre la ejecución de una de las tareas más importantes de este proyecto. La directora, por igual, lo sorprende con una visita a Jean-Luc Godard, personaje muy importante en su vida, quien los decepciona muy a su estilo. De cualquier forma, los dos obtienen una gran e inesperada recompensa del otro.


Rostros y Lugares es una historia de empoderamiento social. Cada uno de los capítulos que se presentan enaltece a personas comunes y corrientes que quizá no tienen el reconocimiento que merecen, pero que tampoco necesitan. Las mujeres y esposas trabajadoras de los estibadores de El Havre, otro de los sitios que visitan, obtienen un bello y enorme tributo al poder ver sus figuras enmarcadas en los contenedores. De vuelta en el campo, las cabras con cuernos, animal muy raro entre los granjeros nacionales, son vistas nuevamente gracias a Varda y JR, quienes exponen su punto de vista ante un claro caso inhibición de comportamiento. En cualquiera de los casos, estos personajes logran cambiar aunque sea un poco la perspectiva de la vida para los sujetos que se cruzan en su camino. Su existencia quizá siga siendo la misma, pero el recuerdo que se lleva consigo probablemente perdurará hasta el final de sus días.

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