La pobreza y cierta decadencia se apoderan de cada toma de El Proyecto Florida. El director Sean Baker, fiel a su estilo visual y a la forma en la que captura la esencia de los sectores más marginados de la sociedad estadounidense, nos da las llaves de un castillo habitado por los más singulares personajes. Pero no se trata de uno medieval lleno de riquezas y con exuberancias por doquier, no, estamos hablando de un motel barato cuya fachada asemeja a las grandes construcciones de hace siglos. Y claro, quienes viven ahí no son doncellas ni caballeros, sino cualquier cantidad de familias pobres que se han establecido temporalmente en las habitaciones porque no tienen más a dónde ir. Pero en medio del desolador panorama nos encontramos con Moonee (Brooklynn Prince), una pequeña niña que nos recuerda la magia de la inocencia y el poder de la amistad.
Moonee y Halley (Bria Vinaite), su joven madre soltera, viven en el motel Magic Castle, muy cerca de los parques de diversiones en Orlando, Florida. Halley se ha establecido en una de las habitaciones al no tener otro lugar donde vivir. Esta paga la cuota como puede, generalmente vendiendo perfumes de imitación a los huéspedes de hoteles de lujo. Moonee la acompaña en ocasiones, pero cuando la malhablada chiquilla no lo hace se queda con su amigo Scooty a jugar o a cometer toda clase de travesuras cuando Bobby (Willem Dafoe), el bonachón gerente, no los ve. Al mismo tiempo que la niña conoce a Jancey (Valeria Cotto), quien vive en el motel contiguo, y se vuelven compañeras de aventuras, Halley comienza a tener más dificultades para conseguir dinero, por lo que recurre a medidas desesperadas que tendrán graves consecuencias.
Hace unos años, Baker afinó sus dotes como director aplicando técnicas de guerrilla para filmar Tangerine, una historia que explora el lado más cómico y honesto de la comunidad transexual, pero que también deja el descubierto la humillación y discriminación a la que sus integrantes son expuestos regularmente. En aquella ocasión, el director utilizo tres iPhone 5S para cumplir con su cometido. Ahora, este regresa a un formato convencional y enteramente cinematográfico, como lo son los 35mm, con El Proyecto Florida, donde ahora dirige su mirada hacia las experiencias de un grupo de niños que disfrutan de la vida mientras sus padres lidian con el tormento de no poder alcanzar el "sueño americano".
Prince interpreta a Moonee, una chiquilla grosera cuya impertinencia solo es igualada por la absoluta inocencia que emana de su ser. A pesar de escupir en autos ajenos, espiar a la huésped que se broncea desnuda en la alberca y bajar la luz de todo el lugar, Moonee derrocha ternura y gracia por doquier. Esto es posible gracias a la dirección de Baker y al talento natural de Prince, quien parece simplemente representar en pantalla su propia naturaleza infantil. No cabe duda que la niña tiene un futuro impresionante delante de sí. Como lideresa del grupo de traviesos, esta lleva a sus amigos a vivir pequeñas y peculiares aventuras, como atravesar varias cuadras en busca de helado o hasta incendiar una casa abandonada. Pero no solo eso, Moonee también inculca en sus compañeros cierta rebeldía y predisposición para oponerse a los mandatos de los adultos.
Magic Castle se encuentra bajo la sombra de "el lugar más feliz sobre la Tierra" y de infinitas avenidas custodiadas por decenas de espectaculares y tiendas que enaltecen la retorcida identidad estadounidense. Armas, comida rápida y sexo por dinero se encuentran a la vista de Moonee y sus amigos, quienes viven día a día tramando una nueva e inocente diablura. La ausencia de una figura paterna demuestra otro rasgo de la comunidad, una en la que son las mujeres las que tienen que sacar adelante a los niños. Bobby más o menos llena este vacío como el discreto protector de estos. Ya sea instando a los adultos a que se comparten frente a ellos o incluso protegiendo su integridad ante la amenaza de pervertidos, el gerente con corazón de oro emerge como una de las figuras más encomiables de la película.
Halley, por otro lado, representa la decadencia de una sociedad que se niega a darles un espacio a todos. Su determinación es implacable y su renunciar a pertenecer a un sistema que no le ha dado nada, y que a cambio amenaza con quitarle todo, es total. De cualquier forma, su instinto materno está intacto y haría cualquier cosa por proteger a su hija y proveerla con un techo y comida, aunque sus métodos sean poco convencionales y mal vistos por los demás. De igual forma, Halley entabla una relación de amor/odio con Bobby, quien de alguna forma trata de asistirla en lo que pueda y hasta darle consejos como si fuera su padre. Irónicamente, la relación con su verdadero hijo, Jack (Caleb Landry Jones), parece estar estancada. Halley, Moonee y los demás incómodos huéspedes se han vuelto su verdadera familia.
La cinta ofrece una perspectiva sin prejuicios de los sectores sociales menos favorecidos y de cómo la juventud se aleja cada vez más de los estatutos que las generaciones más viejas han establecido para ellos. La rebeldía y situación de Halley nos recuerda a la de Star en Dulzura Americana, obra reciente que también indaga en el vacío que aqueja a los jóvenes estadounidenses. Aunque ambas no tienen bienes materiales que presumir, la diferencia más notable entre ellas es el deseo de Star de encontrar un significado a su vida. Halley, en el otro lado de la moneda, parece haberse conformado con vivir al día. Sea como sea, ambas cintas ofrecen una mirada a los estragos de la pobreza en el corazón de la potencia más importante del mundo.
El Proyecto Florida vibra con la enorme actuación de Prince y la empatía que Dafoe proyecta en su personaje. El final, ambiguo y emotivo, no solo devuelve a Baker a sus comienzos como cineasta de guerrilla, sino que supone un atisbo de esperanza para las protagonistas infantiles, quienes se tienen la una a la otra para enfrentar el resto de sus vidas y pasar un momento de diversión genuino. El director presenta una divertida y triste historia por igual que enmarca las carencias de la gente que ha sido olvidada por los más privilegiados, una arraigada en el crudo realismo de sus acontecimientos pero con un toque fantástico que representa la promesa de un mejor mañana, uno que quizá solo está en sus cabezas.
Hace unos años, Baker afinó sus dotes como director aplicando técnicas de guerrilla para filmar Tangerine, una historia que explora el lado más cómico y honesto de la comunidad transexual, pero que también deja el descubierto la humillación y discriminación a la que sus integrantes son expuestos regularmente. En aquella ocasión, el director utilizo tres iPhone 5S para cumplir con su cometido. Ahora, este regresa a un formato convencional y enteramente cinematográfico, como lo son los 35mm, con El Proyecto Florida, donde ahora dirige su mirada hacia las experiencias de un grupo de niños que disfrutan de la vida mientras sus padres lidian con el tormento de no poder alcanzar el "sueño americano".
Prince interpreta a Moonee, una chiquilla grosera cuya impertinencia solo es igualada por la absoluta inocencia que emana de su ser. A pesar de escupir en autos ajenos, espiar a la huésped que se broncea desnuda en la alberca y bajar la luz de todo el lugar, Moonee derrocha ternura y gracia por doquier. Esto es posible gracias a la dirección de Baker y al talento natural de Prince, quien parece simplemente representar en pantalla su propia naturaleza infantil. No cabe duda que la niña tiene un futuro impresionante delante de sí. Como lideresa del grupo de traviesos, esta lleva a sus amigos a vivir pequeñas y peculiares aventuras, como atravesar varias cuadras en busca de helado o hasta incendiar una casa abandonada. Pero no solo eso, Moonee también inculca en sus compañeros cierta rebeldía y predisposición para oponerse a los mandatos de los adultos.
La cinta ofrece una perspectiva sin prejuicios de los sectores sociales menos favorecidos y de cómo la juventud se aleja cada vez más de los estatutos que las generaciones más viejas han establecido para ellos. La rebeldía y situación de Halley nos recuerda a la de Star en Dulzura Americana, obra reciente que también indaga en el vacío que aqueja a los jóvenes estadounidenses. Aunque ambas no tienen bienes materiales que presumir, la diferencia más notable entre ellas es el deseo de Star de encontrar un significado a su vida. Halley, en el otro lado de la moneda, parece haberse conformado con vivir al día. Sea como sea, ambas cintas ofrecen una mirada a los estragos de la pobreza en el corazón de la potencia más importante del mundo.
El Proyecto Florida vibra con la enorme actuación de Prince y la empatía que Dafoe proyecta en su personaje. El final, ambiguo y emotivo, no solo devuelve a Baker a sus comienzos como cineasta de guerrilla, sino que supone un atisbo de esperanza para las protagonistas infantiles, quienes se tienen la una a la otra para enfrentar el resto de sus vidas y pasar un momento de diversión genuino. El director presenta una divertida y triste historia por igual que enmarca las carencias de la gente que ha sido olvidada por los más privilegiados, una arraigada en el crudo realismo de sus acontecimientos pero con un toque fantástico que representa la promesa de un mejor mañana, uno que quizá solo está en sus cabezas.
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