Una Mujer Fantástica: una lucha personal por el derecho a sentir

En Una Mujer Fantástica, la mayoría de los personajes que interactúan con Marina (Daniela Vega) no dudan en expresarle disgusto y aprensión hacia su persona. "No entiendo qué eres", "Veo una quimera en ti"... Estoica, la mujer prefiere apartarse y seguir con su lucha personal. El mundo que habita la protagonista es hostil y prejuicioso; la intolerancia parece estar sistematizada y los constantes recordatorios de su "anormalidad" la llevan a pensar si realmente ha cometido un crimen simplemente por existir. Como una mujer transexual, Marina enfrenta el rechazo y el desdén, pero también la oportunidad reafirmar su identidad, una tan fantástica como a la que el título de esta cinta hace referencia.

Marina es una mesera y cantante transexual que está enamorada de un hombre mayor, Orlando (Francisco Reyes). Durante el cumpleaños de esta, ambos pasan una linda velada en un restaurante y posteriormente en casa. Por la noche, Orlando despierta sobresaltado y con un errático comportamiento. Al notar que algo anda mal, Marina lo lleva al hospital, donde finalmente muere por causas naturales. Impactada, Marina avisa al hermano de este, quien le sugiere que se tome las cosas con calma y le deje a él responsabilidad. En los días siguientes, la mujer no solo tiene que lidiar las pesquisas de la policía que rápidamente la señalan como sospechosa, sino con la familia de su amado, quienes no desean que sea parte del duelo y el último adiós por obvias razones.


Sebastián Lelio, responsable de Gloria, otra película chilena que igualmente ayuda a construir este rompecabezas social sobre la figura femenina de la actualidad, dirige respaldado por los Larraín, cineastas que se mantienen en la vanguardia de la cinematografía latinoamericana. En Una Mujer Fantástica, el realizador concibe a un valiente personaje expuesto a un intenso escrutinio de la sociedad y al que se le niega por completo asumir su verdadera identidad. Pero mientras se indaga en  un tema como la discriminación sexual, Lelio también nos presenta un drama de dolor absoluto, un duelo que no puede ser vivido de la forma que corresponde, una experiencia todavía más devastadora para la protagonista.

Durante la trama, Marina es sometida a una serie de pruebas injustas en las que no solo debe demostrar su inocencia de manera absurda, sino también que es una persona normal tal y como aquellos que la señalan. En un principio, un policía cuestiona su naturaleza a un nivel institucional y un médico no tarda en sospechar de sus intenciones simplemente por el hecho de ser transexual. La familia de Orlando, por otro lado, guarda cierta cautela en un comienzo tratando de ser tolerantes, una enseñanza errónea, pues tolerar significa respetar a pesar de saber que algo no está bien. Pero no hay nada malo en Marina; la violencia que emana de ella es canalizada de una forma inofensiva. Su temple es admirable.


Pero la cortesía queda de lado rápidamente y de pronto la familia de Orlando le dice cómo debe sentirse al respecto. Sonia (Aline Küppenheim), la ex esposa, se siente amenazada y no tarda en catalogar a Marina como una aberración, algo incomprensible. Bruno (Nicolás Saavedra), su hijo mayor, no duda en mostrar una actitud agresiva y transfóbica. "Soy una persona como tú", declara orgullosa la mujer ante los hirientes cuestionamientos de este último, quien enseguida desestima sus palabras y su ser. Ese repudio se convierte en una gran obstáculo para Marina en su búsqueda por decir adiós a Orlando y en poder hacer valer sus derechos como cualquier otra. En una de las escenas más impactantes de la cinta, una corriente de aire extremadamente fuerte choca de frente contra ella haciendo que se incline con fuerza para soportar el embate. La metáfora es bella y contundente.


La palabra "normal" aparece demasiado en las conversaciones que tiene con los demás personajes. Todos hacen hincapié en su "anormalidad", incluso una agente de la policía que la exhibe de forma brutal para tratar de hacerle verle una realidad que simplemente no es. Pero durante el transcurso de la trama, Marina se encuentra con distintos reflejos de sí misma, el recordatorio que necesitaba para no desistir en esta batalla en la que ni siquiera debería estar involucrada. Así, esta se propone a luchar por su derecho a sentir. Vidal, una cantante de ópera que apenas participa en su segunda producción cinematográfica sin tener realmente una formación como actriz, hace un formidable trabajo como esta fantástica mujer, a quien interpreta honesta y sutilmente.

Lelio respalda a Marina incorporando experiencias vividas por la misma Daniela y mostrando nulo interés por su físico, cosa que que sus antagonistas no pueden resistirse a investigar. Bruno, primero, de manera despectiva, lo pregunta; luego, un médico de la policía y la misma investigadora que está detrás de sus pasos la desvisten para tener una confirmación visual de su sexualidad. Lelio no sigue el juego y deja que las mismas palabras de Marina sean las que definan lo que verdaderamente es. El director celebra su fortaleza de distintas maneras, pero quizá una de las escenas más contundentes en donde esto sucede es en un club nocturno, en donde Marina transforma la duela en un escenario para representar un número de baile del que ella es la única estrella.


En Una Mujer Fantástica, la empatía parece haber muerto con el amado de Marina. Su ausencia es abrumadora, pero la determinación resulta en un íntimo triunfo personal y un momento de paz en el que finalmente puede despedirse de una de las pocas personas que realmente la ha entendido. Lelio demuestra un gran talento como realizador al dirigir el viaje de Marina y al armar una historia que incluso se da el lujo de incluir más capas, como una subtrama de misterio que alude directamente a los sueños de la mujer, unos que indudablemente se materializarán en contra de cualquier pronóstico social. Se trata de una poderosa cinta que representa con exactitud la vida de una mujer transexual en una época de hipocresía sexual.

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