La vida después de la muerte es un tema que ha fascinado a la humanidad desde que tenemos uso de inteligencia. Por milenios, las religiones han pretendido explicar el más allá con paraísos, infiernos, limbos y basando nuestro destino en las buenas obras que hemos hecho en vida. Pero eso no importa en Una Historia de Fantasmas, una película que, en efecto, trata sobre lo que hay después de la muerte: un bucle sin un aparente fin con un ambiente muy similar al del plano terrenal, y en el que básicamente seguimos buscando el significado de la existencia. Tenemos ante nosotros una bellísima obra con un significativo discurso filosófico y que se da el tiempo necesario para exponer sus ideas sobre la relevancia, la frustración y el interminable ciclo de la vida.
C (Casey Affleck) y M (Rooney Mara) viven en una pequeña casa suburbana. A pesar del amor que sienten el uno por el otro, su relación está marcada por varios conflictos, como el hecho de que M quiera mudarse y C no. Cuando este muere en un accidente automovilístico, M, profundamente herida, decide irse, sin saber que su esposo ha regresado en forma de fantasma para observarla. Al quedarse solo, C comienza a ser testigo de las vidas de los nuevos inquilinos; pero conforme el tiempo comienza a avanzar y retroceder, este únicamente se empeña en encontrar una cosa: una pequeña nota que M ha guardado en una abertura en la pared. Así, C se enfrenta al mismo tiempo con tal de poder leer lo que su amante ha escrito.
Con apenas tres películas en su haber, David Lowery ha logrado captar la atención de la industria completa; no solo del cine independiente, pues su anterior esfuerzo se trató de una producción de Disney, algo extraño para un director de este corte, aunque algo ya más común si tenemos en cuenta que otra exponente como Ava DuVernay también está por entregar una cinta con el mismo estudio. Sea como sea, Lowery ha refinado su técnica desde Ain't Them Bodies Saints, un drama romántico muy al estilo de Terrence Malick protagonizado también por Affleck y Mara, quienes una vez más han vuelto a trabajar con el director en Una Historia de Fantasmas, otro dama con tintes sobrenaturales que hace una insospechada reflexión sobre la muerte, el legado de uno y el indomable paso del tiempo.
Lowery nos presenta a la pareja de actores como un joven matrimonio en donde existe tanto un vínculo romántico muy profundo como serias diferencias. Aunque los vemos interactuar poco mientras C está con vida, podemos darnos cuenta de la relativa distancia que ha surgido entre ellos. Esta es quizá la razón por la que regresa en forma de fantasma en lugar de tomar el camino hacia un lugar desconocido, el cierre todavía no ha llegado para él. Ya en su casa, C observa a su esposa afrontar su muerte y tratar de seguir con su vida. Su nuevo rol pasivo es desconcertante, pero no dista mucho de la cierta indiferencia que mostraba cuando estaba vivo; la diferencia es que ahora sus sentimientos parecen ser más evidentes, sobre todo cuando hace sentir su enojo en la casa al ver a M besando a otro hombre.
Las reglas que el director ha creado en este universo natural sobrenatural son sencillas pero contundentes. Los fantasmas no pueden comunicarse directamente con los vivos, pero sí pueden hacerlo de otras maneras, como interactuar con algunos objetos. Su representación se reduce a la clásica larga sábana con dos aberturas en la parte de los ojos. Y claro, C no es el único, pues durante la historia nos topamos con otro ser que habita en la casa del vecino, uno que aguarda por el regreso de alguien y que finalmente sucumbe al resignarse por completo. Esto significa que un fantasma no es eterno y que han escogido quedarse en la Tierra por su cuenta y no por un designio divino. Depende de ellos encontrar el cierre que no pudieron en vida. Así, la pequeña pero compleja tarea de C de encontrar una resolución a su vida lo lleva por un largo e introspectivo viaje por el tiempo.
Y es precisamente durante este recorrido que Lowery nos presenta la parte más fuerte de su discurso: el significado del legado. Unos de los posteriores inquilinos de la casa tienen una fiesta (en la que los más clavados podrán identificar a Kesha entre los invitados) en donde un hombre sostiene una plática existencial de borrachera en la que básicamente advierte sobre el fin del mundo y de cómo haremos lo que sea para saber que una parte de nosotros resista el paso de los siglos. C pronto da fe de estas mismas palabras cuando la relatividad del tiempo se hace presente y de la nada nos encontramos con él en el mismo espacio, convertido ahora de una ciudad futurista, y en la que los sentimientos de melancolía perduran. El cierre todavía no ha llegado.
El aspecto técnico de la cinta es impecable. Presentada en un aspecto de 1.33:1, un cuadrado con las puntas redondeadas evocando a una cámara instantánea de antaño, el relato adquiere un sentido todavía más nostálgico, como si estuviéramos presenciando la historia de estos dos personajes a través de una serie de cándidas fotografías. Este último apartado también es excepcional, pues el fotógrafo Andrew Droz Palermo ha conseguido obtener una colección de imágenes sumamente poderosa. También tenemos que destacar la música de Daniel Hart, la cual dota de una carga dramática al relato y hasta un valor épico en determinadas escenas. Los amantes de la electrónica seguro se enamorarán del tema musical de la cinta, "I Get Overwhelmed", de Dark Rooms.
Una Historia de Fantasmas trae consigo una valiosa reflexión sobre la existencia y la interpretación cíclica de la vida. Gracias a las convincentes actuaciones de Affleck, quien tiene que pasar la mayor parte de la película debajo de una sábana, y Mara, David Lowery cumple con su cometido y nos entrega una obra que por momentos adquiere una esencia lírica, un poema que se repite a sí mismo pero con uno o dos versos distintos por aquí y por allá. El espectador obviamente no saldrá asustado por la trama sobrenatural, pero sí con una sensación de abundante tristeza y de un vacío que parece extenderse hasta el final de los tiempos. Queda en nosotros hacer que valga la pena.
Las reglas que el director ha creado en este universo natural sobrenatural son sencillas pero contundentes. Los fantasmas no pueden comunicarse directamente con los vivos, pero sí pueden hacerlo de otras maneras, como interactuar con algunos objetos. Su representación se reduce a la clásica larga sábana con dos aberturas en la parte de los ojos. Y claro, C no es el único, pues durante la historia nos topamos con otro ser que habita en la casa del vecino, uno que aguarda por el regreso de alguien y que finalmente sucumbe al resignarse por completo. Esto significa que un fantasma no es eterno y que han escogido quedarse en la Tierra por su cuenta y no por un designio divino. Depende de ellos encontrar el cierre que no pudieron en vida. Así, la pequeña pero compleja tarea de C de encontrar una resolución a su vida lo lleva por un largo e introspectivo viaje por el tiempo.
Y es precisamente durante este recorrido que Lowery nos presenta la parte más fuerte de su discurso: el significado del legado. Unos de los posteriores inquilinos de la casa tienen una fiesta (en la que los más clavados podrán identificar a Kesha entre los invitados) en donde un hombre sostiene una plática existencial de borrachera en la que básicamente advierte sobre el fin del mundo y de cómo haremos lo que sea para saber que una parte de nosotros resista el paso de los siglos. C pronto da fe de estas mismas palabras cuando la relatividad del tiempo se hace presente y de la nada nos encontramos con él en el mismo espacio, convertido ahora de una ciudad futurista, y en la que los sentimientos de melancolía perduran. El cierre todavía no ha llegado.
El aspecto técnico de la cinta es impecable. Presentada en un aspecto de 1.33:1, un cuadrado con las puntas redondeadas evocando a una cámara instantánea de antaño, el relato adquiere un sentido todavía más nostálgico, como si estuviéramos presenciando la historia de estos dos personajes a través de una serie de cándidas fotografías. Este último apartado también es excepcional, pues el fotógrafo Andrew Droz Palermo ha conseguido obtener una colección de imágenes sumamente poderosa. También tenemos que destacar la música de Daniel Hart, la cual dota de una carga dramática al relato y hasta un valor épico en determinadas escenas. Los amantes de la electrónica seguro se enamorarán del tema musical de la cinta, "I Get Overwhelmed", de Dark Rooms.
Una Historia de Fantasmas trae consigo una valiosa reflexión sobre la existencia y la interpretación cíclica de la vida. Gracias a las convincentes actuaciones de Affleck, quien tiene que pasar la mayor parte de la película debajo de una sábana, y Mara, David Lowery cumple con su cometido y nos entrega una obra que por momentos adquiere una esencia lírica, un poema que se repite a sí mismo pero con uno o dos versos distintos por aquí y por allá. El espectador obviamente no saldrá asustado por la trama sobrenatural, pero sí con una sensación de abundante tristeza y de un vacío que parece extenderse hasta el final de los tiempos. Queda en nosotros hacer que valga la pena.
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