"¿Por qué mi vida resultó así?", se pregunta Ryota (Hiroshi Abe), el protagonista de Tras la Tormenta, tras volver a pasar un tiempo con su madre y su hijo al que solo puede ver una vez debido a su complicado divorcio. Todos hemos sido Ryota o seremos en algún momento de nuestra existencia. ¿Qué hemos dejado de hacer? ¿Cuáles fueron exactamente esas decisiones que nos trajeron hasta este punto? ¿Realmente estamos satisfechos con quienes somos? La vida es un difícil camino que en muchas ocasiones toma decisiones por nosotros, o al menos eso es lo que queremos creer. Puede que la pregunta de este personaje suene como un lamento, pero quizá solo se trate de un mero cuestionamiento. ¿Vale la pena arrepentirse por algo? Las cosas pudieron haber sido diferentes; sin embargo, puede que lo único que quede por hacer es seguir adelante.
Ryota es un escritor cuya reputación adquirida en el pasado se ha diluido poco a poco. Después de divorciarse de su esposa Kyoko (Yoko Maki), este no solo no puede ver a su hijo por mantenerse atrasado constantemente con la manutención, sino que apenas consigue lo necesario para llegar a fin de mes. Y eso no es todo, pues aunque su poco decoroso trabajo como detective privado le deja algo de dinero, cada centavo ganado va directo a parar a las apuestas. Tras la muerte de su padre, Ryota comienza a visitar a su madre, Yoshiko (Kirin Kiki) y reflexionar sobre lo que le ha llevado a este punto de la vida. Así, cuando Ryota descubre que su ex esposa ya tiene una nueva relación, este comienza a hacer todo lo posible por recuperar la confianza de su hijo y la aprobación de la mujer que alguna vez la amó.
El gran Hirokazu Koreeda (De Tal Padre, Tal Hijo, Nuestra Pequeña Hermana) está de vuelta con otro de sus distintivos dramas familiares con Tras la Tormenta, uno más íntimo que las anteriores pero que igualmente indaga en las complicaciones relaciones familiares y, sobretodo, en la realización personal. Como parte de la selección de la sección Una Cierta Mirada en la edición 2016 del Festival de Cannes, la cinta brilla por el magistral guión del director japonés, quien logra construir una dinámica sumamente especial entre estos personajes y una serie de escenas en las que el espectador se inserta en la intimidad de esta peculiar familiar, no como un invasor, sino más bien como un observador que trata de entender toda la situación. No hay lugar a dudas de que Koreeda es uno de los más notables cineastas orientales de la actualidad.
En este embrollo, Ryota parece estar buscando algo perdido. ¿Los bellos momentos que se perdió como padre? ¿El talento que tenía como escritor? ¿El amor propio? Sus compulsión por gastar todo su dinero en apuestas y en boletos de lotería y su obsesión por saber cada paso que da Kyoko nos indican que están haciéndolo en el lugar equivocado. Cuando esta le echa en cara lo absurdo que es dejar las cosas al azar, Ryota defiende sus acciones clamando que se trata la búsqueda de un sueño, un impulso para empezar una nueva vida. Al estar persiguiendo un futuro que quizá nunca llegará, Ryota ha descuidado su presente, hecho que su madre relaciona con su condición masculina, pues cree que estos nunca se comprometen con vivir el ahora.
Como es usual, Koreeda nos introduce a la cotidianidad japonesa con tranquilas escenas en los que los personajes simplemente se sientan a la mesa a comer, hablar sobre su día, jugar algo y prepararse después para dormir. Las obras del japonés siempre resultan una puerta de entrada hacia la idiosincracia de este país y su particular forma de desenvolverse. Podemos ver, por ejemplo, a Yoshiko viviendo sus días como pensionada disfrutando de unas extrañas clases en las que los asistentes escuchan un poco de música clásica, una de sus grandes pasiones. De igual manera, nn uno de los momentos iniciales de la película también, podemos disfrutar de una conversación entre madre e hijo que dejan al descubierto sus cualidades personales y su forma de vida.
Aunque la cinta se acerca a la comedia en distintas ocasiones, la desesperante situación de Ryota puede llegar a ser más abrumadora para el espectador que para él. En su desordenado departamento lo vemos escribiendo notas de algunas de las frases que ha escuchado en el día. Él asegura que se encuentra reuniendo material para escribir su nueva novela, pero estos escritos más bien podrían ser un recordatorio de su soledad y su frustración, una forma de mantener presente que ha echado todo a perder. Su tierna y amorosa madre trata de ayudarlo al hacer todo lo posible por volver a reunir a la familia, por más incómodo que sea para Kyoko, quien en repetidas ocasiones le hacer ver a Ryota que el momento ya ha pasado, que no vale intentar ser un buen padre si no lo hizo cuando de verdad tenía que hacerlo.
Los instantes finales de Tras la Tormenta son tan trágicos como conmovedores. Al darse cuenta de que no hay vuelta atrás, la única alternativa que le queda a Ryota es dejar ir, soltar esos recuerdos y asumir que se ha equivocado. Esto, a pesar de todo, podría significar un resurgimiento personal de cualquier manera y el inicio de una nueva etapa en su vida. Como bien lo dice en el desenlace, Ryota sabe que no es el hombre que siempre quiso ser, pero al menos ha intentado convertirse en el desde que tiene memoria. La vida, al final de todo, puede ser esa eterna búsqueda por encontrar la felicidad. Que nos convirtamos en lo que siempre quisimos depende enteramente de nosotros.
Ryota es uno de esos patéticos protagonistas con los que uno invariablemente se identifica. Viviendo literalmente en una pocilga, buscando dinero en casa de su madre e incumpliendo sus deberes legales como padre, el hombre realmente representa todo lo que una persona de su edad aspira a no convertirse. Las otras actividades en las que está implicado vuelven su situación un poco más lastimosa. Sus frecuentes visitas a las casas de apuestas y la forma en que trata de estafar a sus clientes que le encomiendan casos reiteran el poco compromiso que tiene hacia casi todo. De cualquier manera, hay un carisma muy especial en su persona que lo tornan un personaje fascinante lleno de debilidades, mismas de las que está perfectamente enterado. Y aunque lo anterior hable muy mal de él, hay algo en Ryota que sigue intacto, su capacidad para soñar en algo mejor, aunque de una forma poco convencional.
En este embrollo, Ryota parece estar buscando algo perdido. ¿Los bellos momentos que se perdió como padre? ¿El talento que tenía como escritor? ¿El amor propio? Sus compulsión por gastar todo su dinero en apuestas y en boletos de lotería y su obsesión por saber cada paso que da Kyoko nos indican que están haciéndolo en el lugar equivocado. Cuando esta le echa en cara lo absurdo que es dejar las cosas al azar, Ryota defiende sus acciones clamando que se trata la búsqueda de un sueño, un impulso para empezar una nueva vida. Al estar persiguiendo un futuro que quizá nunca llegará, Ryota ha descuidado su presente, hecho que su madre relaciona con su condición masculina, pues cree que estos nunca se comprometen con vivir el ahora.
Como es usual, Koreeda nos introduce a la cotidianidad japonesa con tranquilas escenas en los que los personajes simplemente se sientan a la mesa a comer, hablar sobre su día, jugar algo y prepararse después para dormir. Las obras del japonés siempre resultan una puerta de entrada hacia la idiosincracia de este país y su particular forma de desenvolverse. Podemos ver, por ejemplo, a Yoshiko viviendo sus días como pensionada disfrutando de unas extrañas clases en las que los asistentes escuchan un poco de música clásica, una de sus grandes pasiones. De igual manera, nn uno de los momentos iniciales de la película también, podemos disfrutar de una conversación entre madre e hijo que dejan al descubierto sus cualidades personales y su forma de vida.
Aunque la cinta se acerca a la comedia en distintas ocasiones, la desesperante situación de Ryota puede llegar a ser más abrumadora para el espectador que para él. En su desordenado departamento lo vemos escribiendo notas de algunas de las frases que ha escuchado en el día. Él asegura que se encuentra reuniendo material para escribir su nueva novela, pero estos escritos más bien podrían ser un recordatorio de su soledad y su frustración, una forma de mantener presente que ha echado todo a perder. Su tierna y amorosa madre trata de ayudarlo al hacer todo lo posible por volver a reunir a la familia, por más incómodo que sea para Kyoko, quien en repetidas ocasiones le hacer ver a Ryota que el momento ya ha pasado, que no vale intentar ser un buen padre si no lo hizo cuando de verdad tenía que hacerlo.
Los instantes finales de Tras la Tormenta son tan trágicos como conmovedores. Al darse cuenta de que no hay vuelta atrás, la única alternativa que le queda a Ryota es dejar ir, soltar esos recuerdos y asumir que se ha equivocado. Esto, a pesar de todo, podría significar un resurgimiento personal de cualquier manera y el inicio de una nueva etapa en su vida. Como bien lo dice en el desenlace, Ryota sabe que no es el hombre que siempre quiso ser, pero al menos ha intentado convertirse en el desde que tiene memoria. La vida, al final de todo, puede ser esa eterna búsqueda por encontrar la felicidad. Que nos convirtamos en lo que siempre quisimos depende enteramente de nosotros.
la habia visto antes en mi cine local, pero no me fui con un sabor de boca (apesar de que me gustan este tipo de peliculas y el cine oriental), ahora con este articulo pude entender un poco mas el mensaje de la pelicula, buena reseña, saludos !
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