Las Hijas de Abril: un desequilibrado y a veces absurdo drama familiar

"El amor de una madre no conoce límites", dice el tagline de Las Hijas de Abril y vaya que su escandalosa trama le hace honor a estas palabras de una manera poco convencional. La figura materna es intocable, invaluable y hasta casi sagrada. Su amparo nos guía por los momentos de oscuridad y no importa lo que hagamos o dejamos de hacer, ella siempre estará ahí para recibirnos de vuelta. Pero ¿qué ocurre cuando una madre se convierte en alguien en quien definitivamente no podemos confiar? Una sombra que acecha nuestras vidas y que nunca podremos escapar de ella. Una mujer con una máscara que esconde las intenciones más retorcidas y que lo que menos le importa es nuestro bienestar. En esta cinta justamente nos encontramos con ella, una madre con estas características involucrada en una historia tan ridícula como morbosa que le resta seriedad a lo que en un principio parecía ser un concepto atractivo.

Valeria (Ana Valeria Becerril) es una chica menor de edad que ha quedado embarazada por accidente. Viviendo con su inexpresiva y notablemente pasiva hermana mayor, Clara (Joanna Larequi), en una acogedora casa junto a una playa de Puerto Vallarta, Valeria y su novio, Gregorio (Enrique Arrizón), pretenden tener a la bebé y hacer lo que sea necesario para proveerla. Por supuesto, el dinero empieza a escasear y a Clara no le queda más remedio que llamar a su madre, Abril (Emma Suárez), para pedirle ayuda en contra de los deseos de su hermana. Aunque en un principio Abril representa un apoyo moral para los problemas que enfrentan sus hijas, su presencia empieza a convertirse en una amenaza cuando la bebé nace, específicamente para Valeria, con quien desarrolla una peligrosa rivalidad que no solo pondrá en entredicho el futuro del pequeño, sino su propia maternidad.

Ganadora del Premio del Jurado en la sección Una Cierta Mirada (la segunda en importancia) en la pasada edición del Festival de Cannes, Las Hijas de Abril es la nueva película del mexicano Michel Franco, director que se ha convertido en uno de los más reconocidos del país habiendo cosechado importantes galardones en el evento con sus últimos tres trabajos. Esto claramente no es poca cosa, Franco es ya un distinguido invitado del festival y sus cintas han sido celebradas a nivel internacional. Esto justamente ha desatado una polémica desde hace años debido al recibimiento que han tenido sus filmes fuera del glamour de Cannes, donde las malas críticas y un rechazo muy notorio de varios medios especializados han sido la norma. El joven director tiene talento, de eso no hay duda, pero algo en su narrativa parece seguir un patrón que termina por dañar seriamente su credibilidad.


Las Hijas de Abril sufre exactamente de los mismos problemas que sus pasadas cintas, un desarrollo poco convincente producto de una serie de giros que rayan en lo inverosímil. Tenemos Después de Lucía, cuyo tema principal era el bullying sexual que al final se convierte en un insípido relato de justicia por propia mano. O está también Chronic, una película sobre un enfermero de pacientes terminales cuyas motivaciones nunca quedan del todo claras antes del sorpresivo y tonto final. La obra en cuestión nos propone una mirada sin juicio alguno al embarazo precoz en un contexto clasemediero que promete indagar en las tribulaciones de toda una familia alrededor del suceso; sin embargo, pronto nos encontramos con algo así como una telenovela en donde la madre se convierte en la gran villana.

Franzo comienza acertadamente al presentarnos un grupo de personajes femeninos nada convencionales y con sus propios demonios. Valeria, una chiquilla que ha dejado la escuela para tener a su hijo, sigue su vida de manera normal, aunque no tenga idea de lo que realmente significa criar y mantener a alguien. Clara, por otro lado, es una introvertida mujer con sobrepeso que guarda una infinita tristeza en su ser. Ambas se llevan más o menos o bien, aunque ninguna está conforme con la situación de la otra. La forma en que Valeria vive se sexualidad, teniendo relaciones con su novio sin ningún tipo de recato en casa, de alguna manera le recuerdan a Clara su imposibilidad de poder entregarse a este tipo de placeres, no solo por la poca confianza que tiene de su cuerpo, sino por tener que mantener a flote las cosas en el hogar. Valeria, por su parte, no entiende por qué Clara no hace algo al respecto con su figura, sin darse cuenta que el problema va más allá de ponerse a dieta o engraparse el estómago. La llegada de Abril parece ser justo lo que las dos necesitan, un hombro en quien apoyarse; sin embargo, la madre se aprovechará de estas vulnerabilidades para llevar a cabo un increíble plan.


El interés que había en los primeros actos se transforma radicalmente en un sórdido morbo por lo que seguirá a continuación una vez que Abril comienza a actuar con recelo y suspicacia. El primer giro que Franco propone es creíble y ciertamente encaja con el contexto a pesar de que este llega con muy poca construcción. Que esta decida dar a la bebé en adopción al hacerles ver a los adolescentes que no son capaces de criarla causa estragos en su relación y nos deja ver la razón por la que Valeria no quería ver a su madre cerca. Hasta aquí, Franco concibe una trama que goza de una coherencia insospechada y que promete adentrarnos en un drama familiar que definitivamente no acabará nada bien. Lo que viene después es una telenovela que tira todo por la borda y nos somete a una serie de eventos imposibles de tomar con seriedad. Hablar al respecto sería entrar en spoilers, pero la presentación de un serio Complejo de Elektra y la insana necesidad de una mujer por revivir sus mejores años son pistas para darnos una idea de las acciones que Abril lleva a cabo.

El gran problema de la película es el camino que Franco decide seguir. Si bien en un comienzo surgen indicios de que Abril también sufre una desdicha producto del abandono de su alguna vez amado y padre de Valeria, un anciano que vive con una mujer más joven que ella y que ha podido crear una nueva familia. Este recelo probablemente ha mantenido inquieta a Abril durante toda su vida como divorciada; por eso, al verse en una situación inmejorable para hacer lo mismo, esta no duda ni un segundo aunque eso signifique traicionar a su propia sangre. Pero ¿podemos realmente tomar esto como argumento suficiente para que una madre le dé la espalda a sus hijas? La actitud tan despreocupada de Abril en la segunda mitad de la cinta contrasta notablemente con la compasión y empatía que mostraba en un comienzo. Está claro que es un deleite ver a Suárez actuar como la cruel madre, pero algunas de las decisiones que toma su personaje son verdaderamente estúpidas e incoherentes. Todo sea por mover la trama adelante.

Otro desacierto de Franco es la manera en la que deja a la deriva el desarrollo de Clara. Al comienzo la vemos finalmente tomando cartas en el asunto para bajar de peso, apoyada por su madre obviamente; pero, después, sus apariciones se tornan fantasmagóricas. En las siguientes escenas en donde aparece solo la vemos tirada en los sillones viendo cómo su familia se cae a pedazos poco a poco sin hacer nada al respecto. Clara no toma partido principalmente por no estar enterada de lo que está ocurriendo; pero he ahí el problema, Franco la aparta de los acontecimientos y no le da el debido seguimiento a una mujer que indudablemente sufre de una baja autoestima.


Quizá lo mejor que ha Franco ha logrado en Las Hijas de Abril es conceptualizar la verdadera maternidad alrededor del personaje de Valeria, quien ostenta todas las cualidades de una madre a pesar de su inexperiencia e inmadurez. En los momentos finales de la historia, cuando aparentemente todo se ha solucionado para ella y su novio, esta toma una valiente decisión que ahora sí deja al descubierto el ilimitado amor de una madre y en donde no hay espacio para la traición. 

Sí, al final ya no solo nos quedamos con la ridiculez, sino que lo predecible del desenlace le resta algunos puntos más a esta cinta. Michel Franco, cuyo estilo ha sido comparado con el de Michael Haneke debido a la ecuanimidad con el que aborda sus crudos relatos, el nulo movimiento de cámara y la ausencia de música incidental, es un cineasta con un potencial que se diluye en guiones que muchas veces carecen de todo sentido. Esperemos verlo en el futuro generado historias más convincentes.

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