Un Monstruo Viene a Verme: una oscuro drama sobre la muerte y la resignación

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA CONTIENE VARIOS SPOILERS

La muerte es, hasta donde sabemos, la última frontera de nuestra existencia. En algún punto de la vida tememos enfrentarla y a veces tenemos que estrellarnos con ella cuando hay que prepararse para ver a un ser querido partir. La negación es parte fundamental de la lucha, al igual que el miedo absoluto y la permanente sombra de la incertidumbre. Es complicado poder entender la naturaleza de la muerte y del inevitable final de todo, sobre todo a una corta edad, es por eso que la compasión, la comprensión y la habilidad para poder desprenderse resultan fundamentales para decir adiós. Un Monstruo Viene a Verme es una tierna pero oscura interpretación del sufrimiento que conlleva ver a alguien morir poco a poco. Con una interesante mezcla entre drama y fantasía, la cinta nos acerca a la brutal experiencia de un niño que lo hará madurar como individuo y como integrante de una fragmentada familia.

Conor O'Malley (Lewis MacDougall) es un niño que no solo tiene que lidiar con la enfermedad terminal de su madre, Lizzie (Felicity Jones), sino con los mandatos de su severa abuela (Sigourney Weaver), la ausencia de su padre (Toby Kebbell) y un grupo de bravucones en la escuela. Inmerso en su propio mundo, Conor es visitado por un monstruo salido de un gran árbol (Liam Neeson) que ha venido a contarle tres historias para que él después pueda contarle la suya. Reacio a participar en la dinámica, Conor en un principio desestima sus palabras, pero conforme escucha lo que el monstruo tiene qué decir, su perspectiva sobre la situación que vive y la esencia de la humanidad van cambiando a poco a poco. Así, mientras la salud de su madre empeora y la relación con su abuela y su padre enfrenta varios obstáculos, Conor se prepara para un ineludible desenlace.

Dirigida por el español Juan Antonio Bayona y basada en la novela del mismo nombre de Patrick Ness, Un Monstruo Viene a Verme tiene una fuerza narrativa insospechada a pesar un tratamiento fantástico que a primera vista podría lucir infantil. Pero las apariencias engañan, pues esta cinta destila una oscuridad que los menores encontrarán sumamente inquietante y hasta terrorífica. El público mayor, por otro lado, hallará una notable historia de amor con la que muchos podrán identificarse de acuerdo a sus experiencias y a una serie de sentimientos encontrados que realmente ponen a prueba la templanza de uno. Con gran pasión y esmero, Bayona y Ness han conseguido una destacada adaptación cinematográfica dotándola de una carga emocional importante.

Conor es el centro gravitacional del relato. Su desgraciada existencia es expuesta en breve, ya que ni siquiera su buena voluntad y nobles intenciones pueden hacerle frente a las imposiciones de su abuela, los abusos de los chicos de su escuela y el hecho de ver a su madre debilitándose cada vez más. Con la ausencia de su padre, este se ha convertido en el único receptáculo de la dura carga que conlleva la situación de su madre. Estresado, preocupado y desdichado, Conor suplica en el fondo por un respiro. El monstruo en forma de árbol aparece como una posible solución, pero no precisamente la que el niño está buscando. No se trata de una cura para la enfermedad de la madre, sino más bien una para el alma de Conor.


La fantástica aparición el monstruo funciona como una extensión del lado más oscuro del chico. Los relatos que este le cuenta, todas ellas animadas prodigiosamente y evocando a su misma personalidad, no son cuentos de hadas con moralejas sobre lo que significa ser buena persona, son en realidad brutales enseñanzas sobre la naturaleza humana y los matices que hay entre el bien el mal, algo todavía desconocido por el niño a su corta edad. Con esto, el monstruo le abre el panorama y le hace ver que está bien tener miedo, que está bien entregarse a la pasión y al deseo y que las cosas no siempre saldrán como uno quiere, ni que todo será armonía y paz. Rendirse y rogar porque todo termine también es un distintivo de nuestra consciencia. Al final, el monstruo ayuda a Conor a aceptar la muerte, envolverse en la resignación y dar vuelta a la página.

En dos importante escenas, Conor se embriaga de una fuerza que desconocía hasta ese momento. En la primera, totalmente absorto, este destruye las valiosas posesiones de su abuela demostrando una ira y una completa frustración por lo que está sucediendo. En la segunda, harto del maltrato de sus compañeros, Conor levanta el puño y toma venganza por los malos ratos que le han hecho pasar. La violencia que surge de ser resulta un alivio y la canalización de la impotencia que ha sentido. El monstruo en realidad no ha venido a verlo, sino que ha surgido de sus mismas emociones, de la desolación que lo rodea y de las ruinas de su propia persona.

Bayona ha saltado a la fama por la forma en que sus películas logran mezclar el drama con géneros como el suspenso/terror y el del desastre. Un Monstruo Viene a Verme incorpora la fantasía a una delicada situación familiar que amenaza con quebrar a cada uno de sus integrantes. Demostrando grandes dotes como director, el español ha logrado sacar lo mejor del debutante Lewis MacDougall, quien interpreta ferozmente al atormentado Conor. De igual manera logra que el sutil pero puntual dolor de la madre puede ser representado ecuánimemente por una sobria Felicity Jones, y que la mano dura de la abuela resulte convincente a cargo de Sigourney Weaver. Si bien se trata de una tristísima narrativa que pone a prueba los sentimientos del espectador, la delgada línea que la separa del melodrama se mantiene firme en todo momento. A pesar de los desgarradores momentos que presenciamos, la seriedad y crudeza perduran durante gran parte de la cinta.


Y aunque estamos hablando de una historia sobre la muerte, Un Monstruo Viene a Verme también involucra otras temáticas, como el bullying, el poder de la fe y la manera en que enfrentamos a nuestros propios demonios. La dinámica entre el monstruo y Conor es solemne y hasta impersonal, pero el vínculo que crean y los profundos temas que discuten nos recordará inevitablemente a El Gigante de Hierro y su trama sobre la búsqueda de la individualidad y de escoger quiénes somos.

En Un Monstruo Viene a Verme todo está roto. Las relaciones familiares no marchan bien, una vida está en peligro y Conor sufre cada día de su vida. El monstruo no viene a reparar nada ni a consolar al pobre niño, su presencia nos habla de la necesidad de asimilar nuestros más secretos anhelos, los miedos más profundos, nuestra verdadera esencia. La incomprensión suele ser devastadora en este tipo de casos, tal como acorrala a Conor en un principio, pero es su determinación, la infinita compasión que siente por su madre y su nueva visión sobre el mundo lo que le permitirá finalmente dar un paso al costado y sentirse bien porque estuvo ahí hasta el final. Madurar justo en momentos como este es lo que nos hace más fuertes.


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