Rogue One: un titubeante pero necesario paso para la saga de Star Wars

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA CONTIENE VARIOS SPOILERS

Un año ha pasado desde El Despertar de la Fuerza. El frenesí por La Guerra de las Galaxias se ha apoderado nuevamente de la cultura popular y estamos en una nueva y muy emocionante época para la saga. Como la nueva gallina de los huevos de oro para Disney, la posibilidad de continuar la historia de los Skywalker abre un sinfín de posibilidades y todo un nuevo mundo por explorar; de cualquier modo, la oportunidad de ver hacia los lados además de hacia frente es una que sencillamente no se podía dejar pasar. Con los spin-offs, Disney pretende expandir el universo de La Guerra de las Galaxias y darle a los fans nuevas historias alternas a la narrativa principal. Rogue One, la primera de estas entregas, es un esfuerzo notable por darle un giro nunca antes visto a la saga; sin embargo, una inestabilidad en el guión, algunos débiles personajes y una férrea obsesión por encajar dentro del gran plan terminan por dañarla seriamente.

Jyn Erso (Felicity Jones) es una joven y habilidosa criminal que ha sido aprisionada por el Imperio Galáctico. Cuando es rescatada por la Alianza Rebelde, los altos mandos de la entidad la reclutan en una peligrosa misión a cambio de su libertad: descubrir si en efecto el Imperio ha construido un arma de destrucción masiva tal y como los rumores indican. La implicación es sumamente personal para Jyn, pues su padre, Galen (Mads Mikkelsen) ha sido uno de los responsables, si bien en contra de su voluntad, de todo el proyecto. Jyn es enviada al planeta Jedha junto al Capitán Cassian Andor (Diego Luna) para tratar de encontrar una pista que los lleve hacia al paradero de su padre. Mientras tanto, el Director Krennic (Ben Mendelsohn), supervisor general de la recién terminada Estrella de la Muerte, lidia con sus propios problemas con sus superiores y pronto se topará con el obstáculo de Jyn y sus nuevos aliados.


Hay un cierto aura de decepción alrededor de Rogue One que resulta imposible no reconocer. Con Gareth Edwards (Godzilla, Monstruos) en la dirección, quien posiblemente todavía no tenía las credenciales suficientes como para tomar las riendas de semejante producción, la película representaba un osado cambia en la dinámica de La Guerra de las Galaxias. Aunado al hecho de que no contaríamos con la presencia de ninguno de los queridos héroes, jedis o demás, Rogue One apuntaba hacia un género que, irónicamente, no había sido desarrollado del todo en casi 40 años de historia: la guerra. Esta pintaba para ser una película un tanto oscura, realista con la debida proporción y con una trama enfocada en el terrible daño que producen los conflictos bélicos. Desafortunadamente, Edwards y todo su equipo no han acertado del todo, pues en su lugar nos han entregado, sí, una cinta de guerra, pero una sumamente inconsistente y con varios defectos de los que tenemos qué hablar.

Empecemos por los personajes. Decididos a cambiar el status quo del héroe, Disney ha presentado últimamente nuevos protagónicos que se alejan un tanto del estereotipo blanco masculino. Las mujeres han comenzado a tomar este papel y Rogue One no es la excepción. Jyn Erso es una guerrera capaz de cuidarse por sí misma y que ha aprendido a la fuerza que no vale la pena luchar por algo más grande. Desafortunadamente, Jyn no es un personaje que despierte demasiado interés. Su genérica caracterización y el poco desarrollo que tiene durante la trama la dejan simplemente como un palomita en la lista: la heroína femenina que puede patear traseros, nada más. Al igual que Rey, de El Despertar de la Fuerza, Jyn decide involucrarse y dejar su egoísmo de lado por el bien mayor; sin embargo, el misterio que envuelve a la primera, el carisma que emana de sus habilidades, la interacción que tiene los demás y su obsesión con el pasado la convierten en un personaje más atractivo.


Por otro lado, Cassian es en quien podemos hallar el verdadero conflicto moral de esta historia. Como miembro de la Alianza Rebelde, el capitán ha tenido que hacer cosas de las que no se siente orgulloso, pero que de alguna forma se han vuelto normales para él, como ocurre en cualquier guerra. Basta con ver en su primera aparición como asesina a un hombre que no tenía razón de morir. Su moral ha sido retorcida por los designios de una entidad que buscar el bienestar común. En Rogue One lo vemos en posiciones difíciles que ponen a prueba su humanidad y su sentido del bien. "El fin justifica los medios", le han enseñado, pero quizá lo más importante de todo sea no perder la individualidad y la cordura en tiempos tan difíciles como estos. Diego Luna hace un buen trabajo interpretando a un hombre perturbado que intentará hacer lo correcto sin importar que tenga que desobedecer las órdenes de sus superiores.

En el resto el elenco podemos encontrarnos cosas buenas y malas. Krennic, quien lucía como un villano formidable y digno de temer, termina siendo representando como un lacayo subordinado y notablemente berrinchudo que no tiene otro objetivo mas que alimentar su ego. La actuación de Mendelsohn es buena, pero la manera en que su personaje es eclipsado por la presencia de Tarkin (traído de vuelta gracias a una incómoda digitalización) y Darth Vader no le viene nada bien a su rol antagónico, en realidad le restan seriedad y poder al mismo. Que tenga que preocuparse más por lo que piensan sus superiores que por la amenaza de Jyn y sus aliados tampoco ayudan del todo.


Pero quien realmente sale como la gran estrella de Rogue One es K-2SO, el irónico y impertinente droide imperial reprogramado y propiedad de Cassian, alivio cómico de la cinta y uno de los personajes nuevos más entrañables de la saga. Animado con la técnica de motion capture gracias a la interpretación de Alan Tudyk, K-2SO emerge como  aquella voz sin pelos en la lengua que dice lo que piensa y que no se tienta el corazón (que no tiene) al emitir su punto de vista. Su pesimista identidad, una inesperada fuerza bruta y la picardía de sus comentarios lo convierten en una de las inteligencias artificiales más completas de toda la saga. Sin duda hubiera sido muy gracioso verlo interactuar con C-3PO.

Otros personajes que vale la pena mencionar a pesar de haber quedado relegados a un plano secundario son Chirrut Imwe (Donnie Yen), un monje devoto de la Fuerza a pesar de no haber sido privilegiado con ella; y Bodhi Rook (Riz Ahmed), un piloto imperial que ha desertado en busca de la redención. Es sobretodo Chirrut quien, además de cautivarnos con su destreza y estilo de combate, personifica un concepto de la trilogía original que fue desvirtuado en las precuelas: la fe en la Fuerza. Si bien el monje no posee las habilidades de un Jedi y lo que ha sido encargado de proteger ya no existe, su templanza y creencias se mantienen intactas. Su devoción hacia algo intangible y que ha que ha quedado en el olvido es un nostálgico guiño al misticismo creado por George Lucas hace casi 40 años.


Quizá el mayor problema de Rogue One ha sido la necedad de Edwards y sus guionistas, Chris Weitz y Tony Gilroy, por conectar la cinta con todo el universo de La Guerra de las Galaxias. Si bien es cierto que algunas de las referencias son más que obligadas, como la presencia de Mon Mothma (Genevieve O'Reilly) u otros actores clave de los rebeldes, que la trama tenga que estar subordinada a la aparición de situaciones o personajes de la trilogía clásica le resta cierto valor narrativo a este esfuerzo. Sí, todo mundo quería volver a ver a Darth Vader (¡¡¡Esa gloriosa aparición final!!!), C-3PO o una batalla espacial que nos recordara las escenas de El Regreso del Jedi, pero ¿por qué no intentar alejarse de todo y concentrarse en un relato que se complica demasiado y que se esfuerza bastante en explicarse a sí mismo?

Rogue One no es una mala película, sino simplemente una que tenía un enorme potencial que no fue desarrollado al máximo. La cinta puede ser disfrutada enormemente, principalmente en la parte final si dejamos de lado la necesidad de conectar el desenlace con los primeros minutos de Una Nueva Esperanza. A pesar de no contar con un guión muy sólido, los escritores han acertado en sacar a relucir los horrores que se viven en una guerra, sin importar del bando al que se pertenezca; incluso los buenos pueden llegar a cometer los más atroces crímenes. Esta nueva era para La Guerra de las Galaxias ha comenzado con el pie derecho, Rogue One no es un enorme paso hacia adelante, pero sí uno necesario. Que se venga entonces el Episodio VIII.

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