Moana: la nueva identidad de la "princesa" Disney

En lo que va de la década, Disney se ha convertido en el sinónimo de entretenimiento para todas las edades. Con la adquisición de Marvel, Pixar y Lucasfilm, la marca prácticamente controla una buena parte de las propiedades más atractivas de la cultura popular hoy en día. Eso se ha podido ver en el cine, pues las cintas que ha producido en los últimos años no solo han gozado de un descomunal éxito en la taquilla, sino un buen recibimiento en general. Lo interesante del asunto es que, a pesar de tener decenas de franquicias a su disposición, Disney también ha continuado con el desarrollo de ideas originales y Moana, su última cinta animada es una de ellas. Evocando a su antigua tradición de las princesas, pero incorporando un giro social más que necesario, esta cinta nos presenta a un estudio en mayor sintonía con nuestros tiempos.

Moana es una joven intrépida que añora navegar por el océano y explorar más allá de la isla que habita con su familia y su pueblo. Destinada a ser la nueva líder de la comunidad al ser la hija del jefe, a la joven no le queda más remedio que comenzar a desempeñar este nuevo papel; sin embargo, su abuela y el mismo océano tienen distintos plantes para ella. 

Cuando Moana se entera de la leyenda de Maui, semidiós que robó el corazón de la diosa Te Fiti, objeto con la capacidad de crear vida, con la intención de dárselo a los hombres, su abuela la encomienda a encontrar al escurridizo guerrero, obligarlo a regresar el corazón y así evitar la propagación de una oscuridad que amenaza con desaparecer todas las islas del océano. En contra de los deseos de su padre, Moana parte en una aventura que convertirá su máximo sueño de la vida en realidad y le dará una nueva perspectiva sobre su identidad.

Moana representa un interesante cambio en la fórmula de las películas que han construido el legado de Disney. La gran diferencia radica en la caracterización de la protagonista homónima, una intrépida chica con aspiraciones propias y que nada tienen que ver con los estereotipos que algunas vez definieron a las princesas Disney. Sí, Moana es una princesa, pero una que se opone firmemente al designio que se la ha impuesto. La sombra del patriarcado que representa su padre, el jefe de la aldea, amenaza con moldear su futuro e imponerle una forma de vida, pero sus agallas y lo que ella misma tiene pensado para su vida la embarcan en una aventura que ella misma ha elegido.

Aunado a ello, Disney ha explorado un mundo totalmente distinto en esta ocasión. Algunos podrán acusar al estudio de apropiación cultural al presentar un relato inspirado en la cultura polinesia dirigido al público occidental; sin embargo, al ver lo créditos y constatar que los productores se preocuparon por conseguir la opinión y consejos de habitantes de las islas se entiende que el propósito era hacer una representación cercana a los mitos y costumbres de estos pueblos. Y en una época en que la segregación racial parece tomar más fuerza en todo el mundo, que la protagonista sea una de color, al igual que prácticamente todos los personajes, contribuye un poco a cambiar esa imagen tan convencional que había marcado a Disney por tanto tiempo.


Que el estudio haya prescindido esta vez de contar una historia romántica es algo que hay que celebrar. Moana no es una mujer que esté buscando el amor o que necesite de un hombre para cumplir sus objetivos. De hecho, cerca del final, cuando ella y Maui, de quien hablaremos en breve, tienen una discusión antes de intentar devolver el corazón de Te Feti, este último se echa para atrás, dejando sola a Moana, pero decidida a que tiene que cumplir con su objetivo a como dé lugar. El empoderamiento femenino es evidente.

En cuanto a los otros personajes tenemos obviamente a Maui, un caso muy peculiar, pues a pesar de contar con todas las cualidades del héroe, su papel se limita al del acompañante, el compinche, el tipo que aporta la fuerza bruta en la misión. Aún así, sus habilidades mágicas son bienvenidas. Que pueda transformarse en distintos animales y que utilice un gancho divino como arma lo convierten en un guerrero temible. Si a esto agregamos su arrogancia, un estilo único y detalles como los tatuajes, incluido el que tiene vida y que funciona como su conciencia, tenemos un personaje muy rico e interesante.


El alivio cómico es un aspecto de Moana que recibe un tratamiento muy bueno. Mientras el gallo Heihei se encarga de la comedia física, la actitud y chistes de Maui complementan una dinámica suave que funciona y que efectivamente resulta graciosa y para nada forzada. Pero ¿y dónde quedó el cerdo vietnamita?

Otro personaje del que vale la pena hablar es el océano mismo, al que se le dota de una personalidad y un papel como el omnipresente compañero de Moana. Casi como una presencia divina, el océano guía a la protagonista en su aventura y en ocasiones suele aportar un poco de ayuda, pero nunca le facilita las cosas. Este ha elegido a Moana para cambiar la situación y quiere que ella sola se convierta en la salvadora de las islas. Su corporización nos recordará inmediatamente a la película El Abismo.


En el aspecto técnico tampoco podemos reprochar nada. El trabajo de animación es espectacular. Poder apreciar cómo la arena se pega en los cuerpos, el movimiento del mar, la textura de los cabellos, la increíble forma de Te Ka... Moana es el resultado de avanzadas técnicas de animación y toda una obra de arte. Basta con ver aquella escena en la que Moana entiende finalmente quién es en realidad Te Ka. Cuando el océano se abre para darle paso hacia al monstruoso dios y encontrarse con él cara a cara, en un momento sumamente conmovedor, podemos darnos cuenta del esmero con el que se ha hecho esta cinta.

Moana no solo busca darle un giro necesario al concepto de la princesa Disney, sino también presentar una historia acerca de la identidad de los pueblos y de uno mismo, de cómo esta puede llegar a diluirse debido a distintos factores, como el miedo o el mismo contexto social en el que vivimos. Con un impresionante despliegue técnico, la música del hombre del momento, Lin-Manuel Miranda, una oda a la naturaleza y personajes que sin duda repercutirán en la cultura popular, esta película es un nuevo triunfo de Disney y un cambio en su esencia que indudablemente deberá de continuar.

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