Lo de anoche no fue poca cosa. Tras cuatro años de espera, Radiohead regresaron a México para finalizar la gira de promoción de A Moon Shaped Pool y redondear un año sumamente especial para ellos y todos sus fanáticos. Y tal y como se esperaba, la banda ofreció un concierto que, aunque se trató de algo más sobrio que en ocasiones anteriores, estuvo a las expectativas del incluso sus seguidores más exigentes. Con Radiohead nunca se sabe qué esperar en cuanto a la selección de canciones de la noche se refiere, pero la que conformaron ayer figura fácilmente entre lo mejor del año.
Con un escenario muy simple comparado al de sus dos anteriores tours, el cual cuenta únicamente con seis pantallas medianas en la parte trasera que muestran a detalle los movimientos de cada uno de sus integrantes, Radiohead nos llevó nuevamente por el ya poco usual recorrido por su carrera, mismo que sorprende con cada inesperado rumbo que tomaba.
Como ha sido la regla en este tour, Thom Yorke y compañía empezaron con una exhibición de su reverenciado nuevo álbum. Si bien en la parte inicial el sonido no ayudó del todo, las ejecuciones de "Burn the Witch", "Daydreaming" o "Ful Stop" eran tan solo un pequeño aviso de lo que venía a continuación. Si hay que destacar alguna de las anteriores sería la última, pues ese macabro ritmo que la caracteriza creció de manera exponencial hasta desatar la locura total, sobre todo con aquellos que estaban más cerca del escenario.
Las sorpresas no tardaron en llegar y fue precisamente con "My Iron Lung" y toda su vibra noventera que el Palacio de los Deportes perdía la cabeza. El icónico riff con el que abre el tema se diluía entre los vitoreos del público y los gritos de emoción. "The National Anthem", y su poderosa línea de bajo, llegaba con la intención de mantener la intensidad a tope y vaya que cumplía con su cometido.
Callado y balbuceando una que otra incoherencia, Yorke se postraba ante un público que lo venera y respeta desde tiempos inmemorables. No se trata de una estrella de rock per se ni la voz de una generación, simplemente de un artista completo y dedicado que gusta de sorprender a sus seguidores y jugar siempre con sus expectativas, para bien claro está.
Aunque casi todos los álbumes de la banda estuvieron representados en mayor o menor medida en el set, la inclusión de casi la mitad de los temas de In Rainbows llamó la atención. "Nude", "Reckoner", "Weird Fishes/Arpeggi"... Todas se llevaban enormes ovaciones y eran coreadas de principio a fin. The King of Limbs también tuvo una numerosa representación, pero el recibimiento lógicamente no fue el mismo. Estamos hablando de temas no del todo reconocibles que dejan ver una faceta del grupo no muy del agrado de todos. De cualquier manera, fue grato poder contagiarse de la alegría de "Separator" o la complejidad de "Bloom".
Fue la parte final del concierto la que acaparó la mayoría de las emociones. El set principal terminó con un combo conformado por "Everything in It's Right Place" e "Idioteque", favoritas del público perfectas para bailar y dejarse llevar por la energía en la voz de Yorke. El primer encore estuvo marcado por la primera interpretación de "Let Down" en México por su parte, único representante del mítico OK Computer en la noche. "One Day, i am gonna grow wings..." La pasión de Yorke y el virtuosismo de Jonny Greenwood ya habían hecho efecto en el público que no dejaba de cantar.
Pero fue el segundo encore el que pulverizó a todos los presentes con un fulminante golpe extraído directamente de los noventa. Una magistral y emotiva interpretación de "Fake Plastic Trees", canción que no era tocada desde hace casi seis años, y una triunfal y memorable despedida con "Creep" cerraron una noche llena de júbilo y sorpresas. He aquí una banda que sigue más fuerte que nunca y que continúa su camino hacia la consagración como una de las más importantes de la historia contemporánea.
Como ha sido la regla en este tour, Thom Yorke y compañía empezaron con una exhibición de su reverenciado nuevo álbum. Si bien en la parte inicial el sonido no ayudó del todo, las ejecuciones de "Burn the Witch", "Daydreaming" o "Ful Stop" eran tan solo un pequeño aviso de lo que venía a continuación. Si hay que destacar alguna de las anteriores sería la última, pues ese macabro ritmo que la caracteriza creció de manera exponencial hasta desatar la locura total, sobre todo con aquellos que estaban más cerca del escenario.
Las sorpresas no tardaron en llegar y fue precisamente con "My Iron Lung" y toda su vibra noventera que el Palacio de los Deportes perdía la cabeza. El icónico riff con el que abre el tema se diluía entre los vitoreos del público y los gritos de emoción. "The National Anthem", y su poderosa línea de bajo, llegaba con la intención de mantener la intensidad a tope y vaya que cumplía con su cometido.
Callado y balbuceando una que otra incoherencia, Yorke se postraba ante un público que lo venera y respeta desde tiempos inmemorables. No se trata de una estrella de rock per se ni la voz de una generación, simplemente de un artista completo y dedicado que gusta de sorprender a sus seguidores y jugar siempre con sus expectativas, para bien claro está.
Aunque casi todos los álbumes de la banda estuvieron representados en mayor o menor medida en el set, la inclusión de casi la mitad de los temas de In Rainbows llamó la atención. "Nude", "Reckoner", "Weird Fishes/Arpeggi"... Todas se llevaban enormes ovaciones y eran coreadas de principio a fin. The King of Limbs también tuvo una numerosa representación, pero el recibimiento lógicamente no fue el mismo. Estamos hablando de temas no del todo reconocibles que dejan ver una faceta del grupo no muy del agrado de todos. De cualquier manera, fue grato poder contagiarse de la alegría de "Separator" o la complejidad de "Bloom".
Fue la parte final del concierto la que acaparó la mayoría de las emociones. El set principal terminó con un combo conformado por "Everything in It's Right Place" e "Idioteque", favoritas del público perfectas para bailar y dejarse llevar por la energía en la voz de Yorke. El primer encore estuvo marcado por la primera interpretación de "Let Down" en México por su parte, único representante del mítico OK Computer en la noche. "One Day, i am gonna grow wings..." La pasión de Yorke y el virtuosismo de Jonny Greenwood ya habían hecho efecto en el público que no dejaba de cantar.
Pero fue el segundo encore el que pulverizó a todos los presentes con un fulminante golpe extraído directamente de los noventa. Una magistral y emotiva interpretación de "Fake Plastic Trees", canción que no era tocada desde hace casi seis años, y una triunfal y memorable despedida con "Creep" cerraron una noche llena de júbilo y sorpresas. He aquí una banda que sigue más fuerte que nunca y que continúa su camino hacia la consagración como una de las más importantes de la historia contemporánea.
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