Joy: un capítulo más de una desgastada fórmula

Siguiendo su ya exasperante línea de adaptar hechos reales de "héroes" y singulares personajes emblema de la idiosincracia estadounidense, David O. Russell está de vuelta con otra de sus comedias dramáticas cuyo único propósito es la exaltación de un personaje, uno muy bien interpretado, pero cuya valía narrativa recae en una fórmula tan desgastada como poca atractiva: la de la superación personal. En Joy, O. Russell nos presenta nuevamente una película en donde la trama queda en un lejano segundo plano, mientras que los personajes nos agobian con intensos diálogos y apariciones que no llevan a ningún sitio. Aunque un poco menos ridícula que lo anterior, el nuevo trabajo del director demuestra que no hay poder humano que lo haga salir de su zona de confort.

Son principios de los 90. Joy Mangano (Jennifer Lawrence), es una madre divorciada de dos niños que, además de tener que mantenerlos a ellos, también ha tenido que acoger en su techo a su desesperante madre, Terri (Virginia Madsen) a su soñador ex-esposo, Tony (Édgar Ramírez) y ahora a su padre, Rudy (Robert De Niro), quien además de tener problemas económicos, ha sido abandonado por su última novia. Entre todo el caos, Joy encuentra en su abuela Mimi (Diane Ladd) la única fuente de apoyo en la familia, pues ella es la única que la insta a perseguir sus sueños y dejar de ocuparse de los problemas de los demás. Así, tras un pequeño accidente a bordo del bote de la nueva novia de su padre, Trudy (Isabella Rossellini), a Joy se le ocurre una sencilla pero efectiva idea que podría hacer la diferencia en hogares de todo el mundo. El único problema es que necesitará de mucho dinero y bastante suerte para poder llevarla a cabo y posteriormente venderla.

Y sí, aquel invento sobre el cual gira buena parte de la trama es el trapeador milagroso, el cual no necesita de las manos para exprimirse. Acertadamente, el equipo de mercadotecnia de la película omitió este detalle en la mayoría del material promocional, porque vamos ¿realmente suena interesante conocer la historia detrás de esta creación? O. Russell encontró en Mangano aquello que tanto le gusta, al representante de la clase media baja estadounidense que de alguna forma se las ingenia para salir adelante de la manera menos convencional posible. Boxeadores, enfermos mentales, criminales... Hay algo para todos. Entonces ¿cómo no incluir a este grupo a la madre divorciada que, a pesar de estar al hasta cuello de deudas y problemas, sale victoriosa de su precaria situación. Joy no es más que una cuasi inspiracional cinta con una obvia pretensión de enaltecer ¡al feminismo.

Y nadie aquí está en contra de este movimiento. En una escena tan machista como la de Hollywood, encontrarse con películas sobre mujeres que no son objetos sexuales y que no necesitan del hombre para cumplir un propósito resulta sumamente satisfactorio, pero cuando vemos Joy nos damos cuenta que, aunque la anterior descripción aplique de un modo, uno no puede evitar sentir cierta prefabricación en todo esto. Sí, la protagonista se enfrenta a un sinfín de obstáculos para cumplir con su objetivo. Sí, su convicción es notable. Y sí, su ejemplo como empresaria es de admirar. Pero seamos honestos Joy es una cinta mediocre no porque sea la historia de éxito de una mujer, sino porque al final del día no hay algo valioso y novedoso en la serie de acontecimientos que se nos presentan.


La construcción del personaje de Joy carece de algún atractivo que no vaya más allá de lo aparente. La forma en que los demás la tratan rápidamente hacer caer al espectador en una trampa de la que ya no sale durante toda la trama. Su simpatía y perseverancia son atributos con las que la mayoría se sentirán identificados, pero no puede haber algo más sencillo que eso. Este tipo de personajes son los que hacen daño a la narrativa, los imperfectamente perfectos. A pesar de todo, Joy es un alma bondadosa, honesta y altamente comprensible. La escena final, en la que esta, ya toda una millonario con su propio negocio, escucha atentamente a una joven pareja hablarle sobre un invento es realmente patética y condescendiente. "El capitalismo también tiene corazón", podría ser el tagline de la película.

A diferencia de sus trabajos anteriores, este deja caer todo su peso en una sola actriz, Jennifer Lawrence. La joven sensación hace un buen trabajo como la madre estresada y frustrada, pero no hay nada en su interpretación que la vuelva memorable o imprescindible. Es cierto que O. Russell la somete a escenas redundantes y sin sentido con el afán de impresionar, como aquella en donde Joy practica con gran tino en un campo de tiro después de enterarse de muy malas noticias, el problema es que Lawrence no hace algo no que hayamos visto antes ni de lo que sepamos que no es capaz. Quizá sea momento de que comience a buscar otro tipo de papeles.


Y si Joy no convence, los demás personajes ni siquiera terminan de cuajar. En Joy, los hombres son dependientes de las mujeres, pero aunque esto pudiera llegar a ser un concepto interesante, O. Russell no examina esta situación a fondo. De Niro, como el padre, funciona como una especie de alivio cómico, mientras que Ramírez, como el ex esposo, nunca tiene una oportunidad de brillar realmente, tal y como ocurre en la trama, cuando nadie deja que esté dé su opinión. El rol de la madre perezosa y obsesionada nunca queda del todo claro. Su aparición como una especie de fantasma que amenaza a Joy en convertirse en ella es entendible, pero sus demás intervenciones carecen de relevancia alguna. Y está también Bradley Cooper como Neil Walker, un ejecutivo de televisión que la da a Joy una oportunidad de presentar su producto en sus programas. Walker, como otro acólito del capitalismo, funciona en cuanto a lo que O. Russell pretende demostrar, pero sus reducidas apariciones no logran redondear a un personaje masculino que pudo haber tenido más repercusión en la trama.

Como era de esperarse, la concentración total en el desarrollo de la trama deja absurdos huecos que son resueltos de la manera más ridícula posible. Basta con recordar ese momento en el que Joy acude con sus manufactureros para reclamar sobre la subida de precios. Al no lograr nada, esta va al baño enojada y resignada, solo para encontrarse con una misteriosa y muy conveniente puerta que la dirige hacia un secreto que cambia todo el transcurso de la historia. Y cómo pasar por alto las escenas meta en donde Joy se sumerge al mundo telenovelesco que tanto adora su madre. Una simplona metáfora sin ningún tipo de relevancia.



Joy es una odiosa colaboración más entre Lawrence y O. Russell. La fórmula se ha desgastado pronto y si a eso añadimos la obsesión del director por este particular tipo de historias, nos quedamos con una película floja, aburrida y con muy poco que destacar. Definitivamente es el momento para que O. Russell se replantee su profesión o la forma en la que quiere seguir contribuyendo al cine.

Comentarios

  1. No podría estar más de acuerdo con tu crítica, la película quedo debiendo muchísimo y si quizá sea la película más pobre que haya visto de O. Russell. Se nota que tenía buenas intenciones con este método de hacer de la mujer la heroína de la vida diaria; pero no sólo fracasó, lo hizo hasta tedioso. Creo que fue la única película que lamente ir a ver a finales del año pasado.

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