Cuando uno ve a Alejandro González Iñarritu, Alfonso Cuarón y a varios directores mexicanos más triunfando con sus obras a nivel mundial, es sumamente decepcionante descubrir que Guillermo del Toro simplemente ya no está a la altura. Como uno de los personajes que abrieron el camino en Hollywood a los connacionales, el cineasta ha dejado su huella en la cultura popular contemporánea con ese inconfundible estilo, su gran humor y su fascinación por todo lo fantástico. Pero a pesar de su buena reputación, del Toro últimamente se ha involucrado en proyectos que han puesto en duda su capacidad como narrador. Lejos ya quedaron los días en los que nos sorprendió con El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno; ahora, el tipo nos regala la que bien podría ser su peor película en años: La Cumbre Escarlata.
Es finales del siglo XVIII. Edith Cushing (Mia Wasikowska) ha sido acechada desde pequeña por el fantasma de su madre, quien siempre le ha advertido de un lugar llamado La Cumbre Escarlata. Hija de un importante aristócrata estadounidense, la joven aspira con convertirse en una novelista, siendo las historias de fantasmas su gran fuente de inspiración. Un día, un noble inglés llamado Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) se aparece ante ellos pidiendo financiación para un proyecto minero. Ante la negativa del Sr. Cushing, Sharpe encuentra cierto aliento en Edith, con quien comienza a forjar un vínculo inesperado. Pero cuando el padre descubre el gran secreto que el noble y su misteriosa hermana Lucille (Jessica Chastain) guardan, este no duda en alejarlos de su familia. Más sorpresivo aún resulta su muerte, la cual devasta por completo a Edith y la arroja definitivamente a los brazos de Sir Thomas, quien se la lleva a vivir a Inglaterra, a su derruida y enorme mansión a la que los lugareños conocen como La Cumbre Escarlata.
Siempre propenso a involucrarse en producciones que por alguna u otra razón terminan por ser cancelados, pospuestos o modificados por completo (Hellboy, Silent Hills, El Hobbit, Titanes del Pacífico, En las Montañas de la Locura...) del Toro finalmente pudo concretar algo con La Cumbre Escarlata. Esta nueva cinta lo ve volver a sus raíces de cierto modo, pues sus recientes incursiones con los kaijus y las adaptaciones de cómics y novelas lo alejaron un poco de esas íntimas y lúgubres historias que lo volvieron un objeto de culto. El director trae de vuelta esos aspectos en los que generalmente se ha desenvuelto muy bien, como lo son la ambientación de época, los seres sobrenaturales y los relatos más trágicos envueltos en un gran misterio. El gran problema con su nueva obra, que cuenta con lo anteriormente mencionado, es que todo se reduce a un pobre y previsible melodrama con giros de los que la gente en Televisa estarían sumamente orgullosos.
Los personajes de del Toro son tan insufribles como poco convincentes. Edith, en el centro de todo, es una mujer poco convencional que hace todo menos lo que se espera de ella. Thomas es un hombre en conflicto consigo mismo y que a pesar de tener oscuras intenciones, su búsqueda por el verdadero amor se encuentra latente. Y Lucille..., bueno, Lucille es la típica villana enferma de poder y rabia que manipulará a los demás para cumplir con su objetivo de quedarse con la fortuna de Edith. El director no es para nada sutil al delinear a sus protagonistas. Tanto sus líneas como sus actitudes encajan de un modo en esta película de época, pero no se puede pasar por alto lo exagerado de su interpretación. Como si no fuera evidente lo que está ocurriendo, cada uno expone sus verdaderos motivos muy temprano en la trama. Cualquier oportunidad de sorpresa queda sepultada por un tambaleante guión que emplea muy pocos recursos para llevar hacia adelante esta historia. Hay que destacar que varias de las decisiones que toman carecen de sentido común y contradicen la misma esencia del personaje. Edith en un principio es presentada como una mujer fuerte que se niega a encasillarse en el rol que la sociedad le demanda, pero termina en los brazos de un noble y abandonando todo lo que quería ser. Thomas, por fin satisfecho de estar a punto de terminar su gran invento, gracias al dinero de Edith, decide oponerse a su hermana cerca del final para poder redimirse. E increíble es también la poca visión de un supuesto extraordinario médico que no puede identificar que el padre de Edith fue brutalmente asesinado desde un comienzo, la lenta conexión que hace del homicidio con los Sharpe es tan conveniente como poco creíble.
En La Cumbre Escarlata, del Toro nos adentra en un mundo gótico genialmente respaldado por un diseño de producción impecable. Las locaciones, los atuendos, los props y los sets emanan fastuosidad absoluta. El cineasta sigue siendo un maestro para construir esos espacios que parecen salidos directamente de una pesadilla o de los sueños más oscuros. La fotografía tampoco se queda atrás, pues esas escenas en donde la nieva contrasta notablemente con el rojo sangre de la arcilla son sencillamente esplendorosas. De igual manera, los claustrofóbicas momentos en la bañera y en los pasillos de la casa son capturados tan eficazmente que los convierten en los mejores de la cinta. Los efectos especiales, desplegados principalmente en la creación de los fantasmas, son también dignos de mencionar, ya que las criaturas digitales llevan el sello del Toro a pesar de no ser tangibles. Desafortunadamente, toda la dedicación en el aspecto técnico brilla por su ausencia en la narrativa. En pocas palabras, el mexicano se ha dejado llevar por la superficialidad.
Y está la gran polémica de los elemento sobrenaturales de la cinta. Por algunos instantes no queda del todo claro lo que del Toro estaba tratando de hacer. Aunque los fantasmas parecían ser una de las grandes temáticas de la trama, estos apenas y se dejan ver; su participación es mínima, irrelevante y hasta confusa. En un comienzo, el fantasma de la mamá de Edith le advierte de la manera más tétrica posible sobre la Cumbre Escarlata, pero ¿para qué hacerlo de esta forma? Más adelante, algunos espectros acechan a la joven en la gran mansión ¿la razón? Ninguna en absoluto. ¿Por qué torturar a una chica que está por sufrir su mismo destino y no a las responsables de su muerte? Estos planteamientos quedan en el aire y lo único que nos hacen pensar es que se trataron simplemente de un pretexto para que del Toro diera rienda suelta a su creatividad visual.
Mediocre podría ser el adjetivo más adecuado para describir esta película. Aunque del Toro trata de evocar a Poe y Lovecraft con su casa embrujada y una historia de asesinato detrás, lo único que logra es hacernos sentir incómodos al ser testigos de ciertas ridiculeces, como la escena sexual entre Hiddleston y Wasikowska, cuya química es nula, o la estereotípica caracterización de Charlie Hunnam como un apuesto caballero que va en busca de la damisela en peligro. Ni siquiera los inesperados destellos de violencia gráfica logran captar nuestra atención positivamente. Todo se reduce a sustos baratos, giros de tuerca forzados y al impacto visual. ¿Alguien más cree que del Toro se inspiró en Bioshock Infinite para la escena del homicidio en los baños?
A la mente nos vienen dos obras que sí han logrado capturar la esencia de lo gótico más allá de lo aparente para el ojo. En Solo los Amantes Sobreviven, estelarizada también por Hiddleston y Wasikowska, Jim Jarmusch nos presenta un panorama contemporánea totalmente influenciado por este estilo, además de plantear con exactitud el tema de la muerte y la inmortalidad. Por otro lado ,tenemos la serie de Penny Dreadful, magistralmente ambientada y protagonizada por figuras de la literatura gótica. En ella, los personajes realmente enganchan a uno gracias a sus profundos conflictos y los peligrosos romances que entablan los unos con los otros. En La Cumbre Escarlata, del Toro se conforma con una niña mimada, un poco atractivo noble en bancarrota, una psicópata de la que nunca conocemos su razón ser.
Desde el principio, el director nos advierte a través de Edith que estamos en una historia de amor con fantasmas, pero nunca nos imaginamos que podría llegar a ser tan aburrida, tediosa y ridícula. Es una pena que del Toro que, a pesar de insertar algunas buenas referencias a sus trabajos anteriores, como El Espinazo del Diablo y Mimic, haya dejado de contar relatos que valgan la pena. Es cierto que La Cumbre Escarlata guarda algunas similitudes con sus mejores trabajos, como lo son los que hecho en España, pero uno no puede dejar de pensar en que quizá es tiempo de que se mueva hacia otro lado, aquí ya no tiene nada más que mostrarnos.
En La Cumbre Escarlata, del Toro nos adentra en un mundo gótico genialmente respaldado por un diseño de producción impecable. Las locaciones, los atuendos, los props y los sets emanan fastuosidad absoluta. El cineasta sigue siendo un maestro para construir esos espacios que parecen salidos directamente de una pesadilla o de los sueños más oscuros. La fotografía tampoco se queda atrás, pues esas escenas en donde la nieva contrasta notablemente con el rojo sangre de la arcilla son sencillamente esplendorosas. De igual manera, los claustrofóbicas momentos en la bañera y en los pasillos de la casa son capturados tan eficazmente que los convierten en los mejores de la cinta. Los efectos especiales, desplegados principalmente en la creación de los fantasmas, son también dignos de mencionar, ya que las criaturas digitales llevan el sello del Toro a pesar de no ser tangibles. Desafortunadamente, toda la dedicación en el aspecto técnico brilla por su ausencia en la narrativa. En pocas palabras, el mexicano se ha dejado llevar por la superficialidad.
Y está la gran polémica de los elemento sobrenaturales de la cinta. Por algunos instantes no queda del todo claro lo que del Toro estaba tratando de hacer. Aunque los fantasmas parecían ser una de las grandes temáticas de la trama, estos apenas y se dejan ver; su participación es mínima, irrelevante y hasta confusa. En un comienzo, el fantasma de la mamá de Edith le advierte de la manera más tétrica posible sobre la Cumbre Escarlata, pero ¿para qué hacerlo de esta forma? Más adelante, algunos espectros acechan a la joven en la gran mansión ¿la razón? Ninguna en absoluto. ¿Por qué torturar a una chica que está por sufrir su mismo destino y no a las responsables de su muerte? Estos planteamientos quedan en el aire y lo único que nos hacen pensar es que se trataron simplemente de un pretexto para que del Toro diera rienda suelta a su creatividad visual.
Mediocre podría ser el adjetivo más adecuado para describir esta película. Aunque del Toro trata de evocar a Poe y Lovecraft con su casa embrujada y una historia de asesinato detrás, lo único que logra es hacernos sentir incómodos al ser testigos de ciertas ridiculeces, como la escena sexual entre Hiddleston y Wasikowska, cuya química es nula, o la estereotípica caracterización de Charlie Hunnam como un apuesto caballero que va en busca de la damisela en peligro. Ni siquiera los inesperados destellos de violencia gráfica logran captar nuestra atención positivamente. Todo se reduce a sustos baratos, giros de tuerca forzados y al impacto visual. ¿Alguien más cree que del Toro se inspiró en Bioshock Infinite para la escena del homicidio en los baños?
A la mente nos vienen dos obras que sí han logrado capturar la esencia de lo gótico más allá de lo aparente para el ojo. En Solo los Amantes Sobreviven, estelarizada también por Hiddleston y Wasikowska, Jim Jarmusch nos presenta un panorama contemporánea totalmente influenciado por este estilo, además de plantear con exactitud el tema de la muerte y la inmortalidad. Por otro lado ,tenemos la serie de Penny Dreadful, magistralmente ambientada y protagonizada por figuras de la literatura gótica. En ella, los personajes realmente enganchan a uno gracias a sus profundos conflictos y los peligrosos romances que entablan los unos con los otros. En La Cumbre Escarlata, del Toro se conforma con una niña mimada, un poco atractivo noble en bancarrota, una psicópata de la que nunca conocemos su razón ser.
Desde el principio, el director nos advierte a través de Edith que estamos en una historia de amor con fantasmas, pero nunca nos imaginamos que podría llegar a ser tan aburrida, tediosa y ridícula. Es una pena que del Toro que, a pesar de insertar algunas buenas referencias a sus trabajos anteriores, como El Espinazo del Diablo y Mimic, haya dejado de contar relatos que valgan la pena. Es cierto que La Cumbre Escarlata guarda algunas similitudes con sus mejores trabajos, como lo son los que hecho en España, pero uno no puede dejar de pensar en que quizá es tiempo de que se mueva hacia otro lado, aquí ya no tiene nada más que mostrarnos.
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