Revancha: una innecesaria y patética exhibición de masculinidad

Imposible poder contar todos los clichés con los que nos encontramos en Revancha. La nueva película de Antoine Fuqua, y protagonizada por un Jake Gyllenhaal ostentando un físico impresionante (totalmente opuesto al de Primicia Mortal), es tan predecible, aburrida y vacía que no hace falta más que leer la premisa para saber cuál será el desenlace. Con poca imaginación, ningún tipo de riesgo y siguiendo una fórmula totalmente desgastada, esta cinta es un golpe bajo directo a la inteligencia del público.

Billy Hope (Gyllenhaal) es un boxeador en la cima de su carrera. Millonario, con una familia que ama y con una enorme reputación, Hope lo tiene todo. Cuando su esposa Maureen (Rachel McAdams) le pide pensar en un futuro dedicado completamente a ellos y alejado del ring, Billy se topa ante un dilema: ¿seguir en lo más alto o tirar la toalla por los que más ama? Desafortunadamente para él, la vida toma esta decisión cuando, en una riña con un arrogante boxeador, Maureen muere de manera accidental. Billy, noqueado y desalentado, pierde su carrera, su fortuna y hasta a su hija cuando se deja llevar por el alcohol y la depresión. Será cuando abra los ojos que se dé cuenta que tendrá volver a empezar desde cero para recuperar al menos una parte de lo que perdió.


Y sí, ya podrán darse una idea de en qué acaba aquello. Fuqua, famoso por ese ambiente callejero en el que sitúa sus historias, se repite a sí mismo en todos los sentidos, desde los personajes supuestamente golpeados por su realidad, hasta esa idiosincracia urbana que rige sus acciones. Si bien el guión no fue obra suya, Fuqua se aferra todavía a la esencia de su único éxito real hasta el momento, Día de Entrenamiento. En esa ocasión, el director demostró capacidad para sacar de su área de confort a sus protagonistas, sobre todo a un Denzel Washington como un policía corrupto. En Revancha, lo mismo ocurre con Gyllenhaal, quien tuvo que dedicar cientos de horas al gimnasio para lograr el físico que presenta en pantalla. El problema es la superficialidad del tratamiento. Los músculos están ahí, la sangre, las lágrimas, los golpes también; pero ¿y el verdadero conflicto?

Quitando los tatuajes, los pectorales y los bíceps, Billy Hope (nombre más cínico no pudieron haber escogido) es un personaje poco interesante. Aunque se sugiere sobre su difícil infancia como huérfano y su juventud como preso, su caracterización no va más allá de dejar en claro lo duro que es. El hecho de que lo conozcamos como alguien que goza de una vida perfecta es una vil manipulación para que sintamos lástima por un tipo que ya no podrá manejar sus coches deportivos, gastar sus millones de dólares o regalarle relojes de lujo a sus amigos. Que su esposa muera de manera accidental es el colmo, una treta para contar una historia que ya conocemos.


Por alguna razón, Fuqua trata también de hacer una calca del podrido e insultante negocio del box. Que el deporte esté rodeado de mentiras o malos manejos ya no es impactante, pero tratar de vanagloriar un estilo de vida producto de ello deja muchas dudas sobre la capacidad intelectual del director y del guionista. De igual manera, varias de las escenas de las peleas están filmadas de tal manera que parezcan que las estamos viendo por televisión. Esa necedad de dotar de realismo a la trama carece de relevancia alguna. La idealización de la pelea perfecta.

Uno de los grandes problemas del que Fuqua no parece haberse dado cuenta todavía tras todos estos años en el medio es la manera en que representa a las mujeres en sus cintas. En Revancha, o mueren o son drogadictas o carecen de un rol activo dentro de la trama. Toda su filmografía está contaminado por esto y bien podría ser esta película la máxima e innecesaria exhibición de masculinidad, de que el hombre es el único capaz de levantarse después de los brutales golpes de la vida. La mujer es solo un espectador o un fiel acompañante. 


Por si fuera poco, los personajes ni siquiera están correctamente delineados, todos parecen contradecir sus convicciones en algún momento. Cuando el ex agente, quien lo dejó a su suerte tras todos los problemas financieros le pide regresar al ring, Billy acepta cual cachorro manso y hambriento. ¿Qué no se trata del mismo vividor que lo abandonó? "Tick" Willis (Forest Whitaker), su nuevo entrenador, se rehusa a acompañarlo al combate por razones personales, pero tras algunas lágrimas derramadas y sucesos fuera de su control, este acepta gustosamente. Sin mencionar que a la servidora social (Naomie Harris) encargada de la supervisión de la hija de Hope le parece buena idea llevar a su pelea del regreso.

Si hay algo que Toro Salvaje nos dejó ver era la total confusión y locura de un personaje como Jake La Motta. Si bien sus cualidades resultan deplorables, su complejidad y su obsesión resultaban familiares por su fragilidad como individuo. De igual manera, en El Luchador, Randy "The Ram" Robinson se ve agobiado por tener que encajar en un mundo que no lo quiere. La historia de Billy Hope carece de cualquier impacto emocional. No necesariamente hay que ganar un título mundial para recuperar la humanidad que hemos perdido en el camino.


Como dato curioso, Eminem había sido el elegido para interpretar a Hope en un comienzo; de hecho, todo el aspecto del boxeo era una especie de metáfora de lo que el rapero tuvo que pasar para convertirse en lo que es ahora. Esta sería una especia de secuela espiritual de 8 Mile; sin embargo, el proyecto mutó y el papel terminó en manos de Gyllenhaal.

Forjada en el machismo y en el más ridículo melodrama, Revancha no solo es una película para el olvido, sino también una obra con una falsa moral contextualizada en un ambiente tan deprimente como los cuadriláteros de la actualidad.

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