En Tomorrowland, todo gira alrededor del optimismo, incluso ante la carencia de este. En un mundo que se supone es el nuestro, la expectación por el futuro emociona, pero también augura el peor desenlace para la humanidad. El deseo por explorar e innovar parece haberse esfumado de nuestra especie, las guerras y desastres naturales acaparan los titulares de las noticias y la única esperanza que había ha quedado en el olvido. Sin duda un lugar en el que Cooper, de Interestelar, se sentiría como en casa. La nueva apuesta de Disney por crear una mega franquicia ve a la casi omnipotente entidad indagando en sus propias entrañas, en ese ambiente de aparente armonía en donde los avances tecnológicos son necesarios para sostener la felicidad, en pocas palabras, una utopía. Pero como es sabido, una utopía carece de cualquier fundamento real para poder existir. Es así como se llega a la conclusión de que la esencia de Tomorrowland, arraigada en el más brutal y falso entusiasmo de Disney, es tan falsa como el mismo concepto utópico
Casey (Britt Robertson), es una intrépida y soñadora adolescente que sueña con ir más allá. Cuando se encuentra con un misterioso pin entre sus pertenencias, Casey es transportada a un lugar casi imposible de concebir, uno en donde la innovación tecnológica y los más intrépidos y futuristas diseños son el hogar de una pacífica y variada sociedad. Desafortunadamente, la joven solo alcanzar a tener un vistazo de aquello antes de que desaparezca. Empeñada en descubrir de qué se trata, Casey se embarca en una aventura en donde las enseñanzas de una vieja sociedad secreta, un genio exiliado llamado Frank (George Clooney) y una robot en forma de niña serán sus más grandes aliados.
Disney revitalizó el género de aventura hace tiempo ya con Piratas del Caribe, proyecto basado en uno de los más populares juegos de sus parques de diversiones, que aunque sufrió de desafortunados desaciertos narrativos, se convirtió en una de las franquicias cinematográficas más rentables de los últimos tiempos. La nueva gran apuesta de la compañía, basada en una idea original, encuentra su inspiración nuevamente en los parques, más específicamente en toda una sección de estos y en esa ya clásica interpretación que se tenía sobre el futuro a mediados del siglo pasado. La cuestión aquí es que, en esta ocasión, Disney ha fallado en crear un mundo verosímil, interesante y con personajes memorables. En su lugar, Tomorrowland está lleno de clichés, de un optimismo nauseabundo y de una idea tan pobremente planteada como lo es su perfecta sociedad del futuro.
Sería sencillo culpar a Brad Bird (Misión Imposible: Protocolo Fantasma, Los Increíbles) de las fallas, pero quizá lo único de lo que es responsable es de haberse sometido a las presiones de Disney y a los mandatos de un tambaleante guión, cortesía de uno de los más odiados escritores de Hollywood, Damon Lindelof (Lost, Prometeo). Su historia, en secreto por tanto tiempo, prometía llevarnos a un mundo desconocido y fascinante en donde todo era posible. Desgraciadamente, este lugar en sí apenas y tiene relevancia alguna; de hecho, no tenemos mas que un breve vistazo de lo que realmente venimos a ver. ¿Cuántas veces nos decepcionó Lindelof con sus pobres explicaciones en sus anteriores obras? Tomorrowland se queda en todo lo que pudo ser y en un desgastado mensaje de ilusión y optimismo para salvar a nuestro planeta.
Los problemas narrativos son persistentes durante la extenuante duración de la cinta. Primero, un larguísimo prólogo en forma de flashback trata de contextualizar y presentarnos a los protagonistas. Después, un súbito corte nos trae al presente y nos introduce a Casey, quien sin ninguna gran explicación es elegida por Athena (Raffey Cassidy), la niña robot y habitante de Tomorrowland, para salvar su mundo. ¿De qué o de quiénes? ¿Qué hace a Casey tan especial? ¿Qué pasó con toda la gente de la ciudad secreta? Lindelof se salta flagrantemente grandes cachos de toda este relato. Hay una gran necedad por dejar claras las reglas que rigen este juego, pero la verdad es que la mayoría de estas no tienen importancia alguna. La confusión hace de las suyas y a pesar de lo simple de la historia resulta difícil poder discernir qué es contra lo que los protagonistas están luchando, cosa que al final resulta sorpresivamente nada impactante.
El gran pretexto de Tomorrowland es supuestamente concientizarnos acerca de la importancia de seguir soñando, de esperar lo mejor y de actuar para evitar la destrucción de nuestra civilización. ¿Y quiénes son los que podrían lograrlo? Claro, los niños, aquellos quienes tienen el poder de hacer que sus padres los lleven a los parques y gasten cientos de dólares para hacer todavía más rica a una mega corporación. No es casualidad que los robots, aquellos creados para reclutar a los genios del planeta, tengan formas infantiles. Cinismo a todo lo que da.
La distopia es un elemento que ha estado presente en el cine desde siempre. Para el equipo detrás de esta producción parecía una necesidad contrarrestar el concepto y tratar de hacer una "película utópica". El problema es que parece que no hicieron la tarea al investigar sobre la verdadera ciencia ficción. Los avances tecnológicos y la relación entre máquina y hombre trae consigo la inevitable deshumanización, algo que películas como Ella han planteado en los últimos años. En Tomorrowland hay una falsa esperanza de salvación, de que el hombre debe seguir soñando para crear, pero nunca se discute la posibilidad de que esto puede significar finalmente la desaparición de nuestra especie. Sí, hay que tenerle miedo al futuro, podría ser la única forma de evitar lo peor.
Por más que se quiera evitar el tema, habrá que mencionar ESA incómoda situación. En el prólogo conocemos al pequeño Frank justo cuando descubre Tomorrowland gracias a Athena. Por supuesto, ambos se enamoran, sí, también la robot ¿cómo? Solo Lindelof lo sabe. El punto es que cuando estamos en el presente, cierta tensión existe todavía entre estos personajes. SPOILERS ADELANTE Cuando Athena está a punto de sacrificar su vida para cumplir con el objetivo de salvar a la humanidad, la robot comparte un tierno y casi amoroso momento con ¿un hombre de más de 50 años? TERMINAN SPOILERS Alguien no muy inteligente en la compañía infantil por excelencia no debió de haberse percatado de esta evocación a la pedofilia.
Por más que se quiera evitar el tema, habrá que mencionar ESA incómoda situación. En el prólogo conocemos al pequeño Frank justo cuando descubre Tomorrowland gracias a Athena. Por supuesto, ambos se enamoran, sí, también la robot ¿cómo? Solo Lindelof lo sabe. El punto es que cuando estamos en el presente, cierta tensión existe todavía entre estos personajes. SPOILERS ADELANTE Cuando Athena está a punto de sacrificar su vida para cumplir con el objetivo de salvar a la humanidad, la robot comparte un tierno y casi amoroso momento con ¿un hombre de más de 50 años? TERMINAN SPOILERS Alguien no muy inteligente en la compañía infantil por excelencia no debió de haberse percatado de esta evocación a la pedofilia.
Interesetelar nos viene a la mente por varias razones. No solo por esas tomas de los infinitos trigales, sino también por eterna frustración que siente la protagonista como exploradora. Es cierto que el humano por naturaleza cuenta con esta capacidad, pero en lo que ambas cintas fallan es en darle un sentido a la búsqueda de lo que se encuentra más allá, ya sea una ciudad en otra dimensión o un nuevo planeta para colonizar. Casey y Cooper son encomendados con salvar a la humanidad, lo que está en juego es tan grande que le resta intimidad a su travesía, no nos atrapa, sino que nos mantiene al margen de sus emociones y reacciones.
Tomorrowland es un gran fracaso teniendo en cuenta la gran expectación que había alrededor de ella. Está claro que no era una de las cartas fuertes de Disney para este año, pero lo que sí demuestra es que las ideas originales se agotan en un estudio que tiene todas sus fuerzas concentradas en el Universo Cinematográfico de Marvel y los siguientes episodios de La Guerra de las Galaxias. Irónico resulta que la robot Athena se describa a sí mismo como incapaz de concebir nuevas ideas, pues únicamente está programada para encontrar a aquellos que sí las tienen. He ahí el asunto.
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