Siempre Alice: la crueldad del arte de olvidar

Justo antes de que todo se vuelva un infierno para Alice, esta le dice a John, su esposo, que preferiría tener cáncer en lugar de Alzheimer. Consternado y hasta ofendido, el hombre le pide que no diga eso. Alice insiste, pues asegura que así no se sentiría avergonzada, ya que a los pacientes de cáncer se les hacen marchas, colectas, beneficencias y ese tipo de cosas. Para esta mujer, la enfermedad no solo se ha convertido en una viacrucis diario en el que recordar cosas tan simples como la ubicación del baño resulta desesperante, sino en la mancha que borrará su existencia incluso de ella misma. Siempre Alice, película independiente del año pasado, es el devastador retrato del arte de olvidar y de una lucha sin tregua en la que lo único que queda es tener que conocer las mismas personas, cosas y experiencias una y otra vez.

Alice (Julianne Moore) es una reconocida profesora de lingüística con un nivel de vida más que envidiable. Madre de tres hijos que ya han comenzado a hacer su propio camino y esposa de un respetable hombre, Alice se ha ganado cada aspecto de lo que ahora disfruta en su madurez. Desgraciadamente para ella, todo cambia cuando ciertos huecos en su memoria comienzan a alterar sus actividades cotidianas. De pronto, encontrar el camino de regreso a casa o recordar una palabra en clase se vuelven tareas sumamente complicadas. Así, tras una exhaustiva revisión médica, Alice recibe la terrible noticia de que, a pesar, de su temprana edad, presenta las etapas iniciales de un raro tipo Alzheimer. A partir de ese momento, su vida habrá de convertirse en una descendente espiral hacia la completa oscuridad.


Dirigida por Wash Westmoreland y Richard Glatzer (Quinceañera), este último fallecido apenas hace solo unos días tras haber sufrido de esclerosis, Siempre Alice es la íntima historia de cómo una mujer pierde una de las cosas más preciadas para ella: su mente. Basada en la novela homónima de Lisa Genova, esta cinta nos adentra en el seno de una familia bien acomodada que de un día para otro se topa con la cruel noticia de que uno de sus integrantes no podrá reconocerlos dentro de un tiempo. Este es el relato de Alice, pero también el de sus hijos y esposo, quienes adoptan posturas únicas ante su grave situación.

Fue precisamente por este papel que Julianne Moore ganó el Óscar hace unas semanas sin realmente tener competencia alguna. La honestidad y humildad con la que tomó el rol pueden verse reflejados en la pantalla en todo momento. Planos fijos en donde no perdemos un detalle de sus expresiones y reacciones, como cuando acude por primera vez con un especialista, demuestran la habilidad de la actriz para mantener cautivo al espectador ante algo tan simple como una consulta médica. Moore, además de convencernos con su actuación, nos lleva a preguntarnos cómo se siente el realmente sufrir de un mal como este. En una escena,  una de sus hijas le pregunta precisamente esto, extrañada pero feliz que alguien quiera saberlo, Alice explica que es cómo si un velo fuera cayendo sobre su rostro. Su hija comenta que debe ser horrible, pero la madre agradece su inquietud. Es en momentos como este que Moore expresa la absoluta frustración de su personaje, uno que ya ha perdido toda esperanza, pero que aún así intenta aferrarse a los últimos momentos de lucidez que le quedan.

Quizá el momento más brillante de su actuación es un emotivo discurso que ofrece en el marco de una conferencia sobre la enfermedad. Con una memoria ya notablemente dañada, Alice necesita de marcar las líneas que va leyendo de su documento para no perderse entre sus palabras. Esto no resulta un impedimento para que pueda expresar a todos los presentes, y a nosotros mismos, su deseo de vivir instantes como ese, llenos de felicidad y orgullo, aunque queden borrados de su mente minutos o incluso segundos después de haberlos experimentado. 


Además de tener que enfrentarse al hecho de que su familia pronto será un grupo de desconocidos para ella, la situación de Alice es todavía más difícil por su posición como dadora de conocimiento. Su intelecto y sus logros profesionales lo son todo para ella, pero tras el devastador avance de su enfermedad ni siquiera podrá quedarse con el recuerdo de aquello. Después de haber dado clases en una prestigiosa universidad, la protagonista se encuentra ante viejos retos como tratar de vestirse o abrocharse las agujetas. 

Con la ausencia de sus hijos y su esposo, pues cada quien tiene que seguir con su vida, Alice establece una relación muy cercana con su teléfono inteligente, del cual se vuelve completamente dependiente con el paso del tiempo. Tecnología como estas, desdeñada por muchos por considerarse como agentes de la deshumanización, adquieren una dimensión inimaginable al otorgar el respaldo necesario que ni siquiera su amoroso esposo puede garantizar.

Antes del deterioro, Alice se plantea el suicidio de una manera muy fría y hasta despreocupada. Con los primeros indicios, el miedo se ha apoderado de ella y le resulta incomprensible una vida en donde todos sus conocimientos, logros y alegrías se le han sido arrebatados indiscriminadamente. Sin embargo, con el paso de los meses, y cuando ya ni siquiera pueda recordarlo, Alice logra acercarse a la hija que vive lejos de ella, con la que menos guarda cosas en común y con la que quisiera hacerle cambiar de opinión sobre algunos aspectos de la vida. Lydia (Kristen Stewart), es quien logra entender realmente por lo que pasa. Mientras su esposo se preocupa por su estabilidad física y por su futuro y su hija mayor por tratarla como un enfermo, es la más joven quien se acercaa ella para tratar de reconfortarla y hacerla sentir útil.  Con este papel, Stewart sigue alejándose del estigma que le dejó la saga de Crepúsculo y con actuaciones como esta y la de Las Nubes de María, la joven nos deja ver que tiene potencial para algo más valioso.

Esta película inmediatamente nos recordará otras que abordan el mismo tema como Lejos de Ella y la obra maestra Amour, en donde las relaciones amorosas juegan un papel mucho más decisivo en el deterioro mental. Está claro que la obra de Haneke está en un nivel superior por la crudeza del relato, pero sería bastante severo relegar la cinta en turno por sus aparente convencionalidad. A diferencia de ellas, el amor no resulta la temática principal, pero tal y como Lydia le dice a su ya completamente desorientada madre: "...todo fue acerca del amor...". Es específicamente la nueva dinámica con su ahora desconocida hija lo que le permitió vivir algo en lugar de recordarlo.

Si bien se puede criticar el hecho de contextualizar la situación en un entorno en el que el dinero, los cuidados y esas cuestiones no son un problema, la intención de los directores se enfoca simplemente en una mujer cuya y vida y atributos hacen de todo esto algo mucho más complicado que tener pagar las seguramente costosas consultas y medicinas.

Siempre Alice nos muestra la triste degradación de la memoria de una mujer. Mientras habla con su hija en uno de sus instantes como ella misma, le dice a su hija Lydia que ella puede decirle que haga lo que quiera, sea justo o no, al final del día ella es su madre. La vida es más o menos igual.

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