El Francotirador: una burda y ofensiva pieza de propaganda

Resulta extraño leer los comentarios de Clint Eastwood, director de El Francotirador, acerca de su misma película. Ante las críticas de que su último trabajo ensalza la guerra de su país en contra del terrorismo (o el Islam para muchos), el hombre negó rotundamente que este tenga alguna connotación política y en su lugar lo calificó como uno con un gran sentimiento anti bélico. Eastwood siempre se ha declarado en contra de las guerra en las que se ha inmiscuido su país en el último siglo, argumentando que los Estados Unidos no deben de fungir como la policía del mundo; sin embargo, cuando tenemos ante nosotros algo El Francotirador, no hay manera de relacionar lo que estamos viendo con sus palabras. Hay solo dos opciones: o Eastwood es un hipócrita o realmente no sabe lo que está haciendo.

Basada en las memorias de Chris Kyle, soldado de élite y francotirador de los SEAL de la marina de Estados Unidos, y a quien se le considera como uno de los mejores tiradores en la historia militar del país, atribuyéndosele más de 150 muertes oficiales, esta cinta narra sus años se servicio, desde su duro entrenamiento hasta sus distintas incursiones durante la guerra de Iraq. 

Para sorpresa de nadie, y de todos al mismo tiempo, El Francotirador está por convertirse en la película más taquillera del 2014 (en Estados Unidos) a tan solo unas semanas de haberse estrenado. Por un lado, no es difícil entender el porqué. El término héroe en aquel país tiene una connotación sumamente patriótica; aquellos que dieron la vida por su país, esos rostros desconocidos que buscaron el bienestar de los demás a pesar de los riesgos. Así, Chris Kyle, quien de por sí ya era venerado por su "trágica" muerte, se ha convertido ya en una especie de semi dios en las creencias populares. La gran cuestión aquí es: ¿vale la pena contar la historia de un hombre que, aunque estaba bajo órdenes, asesinó a decenas de personas por el bien de su nación? Y lo peor de todo ¿se puede excusar a Eastwood de haberse valido de esta figura casi mítica para contar una historia de un falso patriotismo y supuesto repudio de la guerra?

La película comienza mostrándonos los días de Kyle, interpretado por Bradley Cooper, antes de enlistarse en el ejército. Eastwood nos trata de ver la cara desde el principio. Según este discurso, cualquier estadounidense está dispuesto a morir por su país, incluso un redneck aficionado del rodeo que se conmueve casi hasta las lágrimas al ver un reportaje de los atentados en las embajadas de Estados Unidos en África. ¿De verdad debemos creer que alguien que va a ir entregar su vida a un grupo de abusivos militares solo por ver las noticias? No suena imposible dependiendo del criterio de uno, pero para Eastwood esto parece muy normal. Aquí no se está poniendo en tela de juicio las acciones y actitudes del verdadero Kyle, las cuales igualmente pueden ser cuestionables, pero resulta realmente ofensivo que el director nos quiere engañar con un personaje idealizado según una creencia nacionalista tan peculiar y francamente añeja.

Como si eso no bastara, una serie de breves flashbacks osan todavía con poner a prueba al espectador al dotar a Kyle de ciertas facultades que establecen un simil con la grandeza de Estados Unidos según Eastwood. En una escena, el joven Kyle está en la iglesia escuchando el sermón del reverendo. Un pequeño nuevo testamento que yace frente a él llama su atención y decide quedárselo. Este pequeño artículo irá con él durante toda la guerra. En otro momento, su estricto padre les da un severo discurso a él y a su hermano de que existen tres tipos de personas en el mundo: los perros ovejeros, las ovejas y los lobos. Tras haber ayudado a su hermano durante una pelea con un abusón, Kyle pronto relaciona la palabras de su padre y queda rápidamente marcado con la etiqueta del perro ovejero, aquel que debe ser un líder listo para defender a los más débiles de los malvados. No hay error. Kyle, casi que por una encomienda divina, se lanza a una guerra para, tal y como dice a la mujer que conoce en un bar y que pronto será su esposa, defender a "la nación más grande sobre este planeta". A como dé lugar, Eastwood se empeña en rodear a su protagonista de una falsa inocencia imposible de creer.

La trama narra las distintas misiones de Kyle en Iraq, donde se ganó el sobrenombre de "Leyenda" gracias a su maestría con el rifle. A el hombre se le asigna una difícil tarea dada su condición de élite: cazar a un temible francotirador enemigo que ha estado causando estragos y muchas bajas en sus mismas líneas. Mustafa, conocido como "El Carnicero", prueba ser un escurridizo y letal adversario, por lo que este pronto se convierte en una obsesión para Kyle. 


Como era de esperarse, el director nos presenta al pueblo iraquí como un grupo de salvajes, fanáticos y extremistas que lo único para lo que son buenos es para engañar, mentir y pedir dinero. En todo momentos los vemos sometidos por los militares estadounidenses y siendo masacrados por Kyle y sus compañeros. De Mustafa apenas y podemos verlo enteramente durante unos segundos, pues su presencia se limita a la de una especie de fantasma que los demás advierten solo cuando ya ha reclamado a su víctima. Lo único que Eastwood pretende es que el héroe, por más atormentado que esté, siempre sea tal. Resulta incomprensible pensar en ver la otra cara de la moneda y hacer notar el verdadero sufrimiento de un pueblo invadido y pisoteado por extranjeros, no nada más poniéndolos a morir a cuadro.

El gran conflicto de la historia es el que tiene Kyle consigo mismo. Su obsesión y su supuesto amor a la patria lo han alejado de su nueva familia, con quienes apenas convive cuando tiene la oportunidad de estar en casa, sin que siquiera se percate de ello. Él no se considera un héroe, solo cree que es lo que se debe de hacer, cosa que, por supuesto, lo hace todavía un héroe más grande a los ojos de quienes lo quieren ver así, un hombre que sacrifica su felicidad por la seguridad de los demás.

En sí, El Francotirador es una pieza propagandística que contradice las supuestas creencias e ideas de Clint Eastwood. Así como Kyle se obsesiona con su enemigo, el realizador hace lo mismo con el personaje, como si fuera el único en su guión. El protagonista interactúa con otros personajes que representan solamente un ideal y que carecen de cualquier otra dimensión que les otorgue un valor distinto. Kyle se topa con la mujer PERTURBADA, con el soldado que tiene MIEDO, con otro infante con su mismo sentimiento PATRIÓTICO, con el CRUEL y despiadado enemigo sin rostro... Todos son indispensables mas que por el hecho de encontrarse sometidos al desarrollo de la figura principal.

Quizá la parte más ofensiva de esta película es el hecho de que Eastwood pueda poner a cuadro la brutal muerte de un niño y no la del mismo Kyle, quien fue asesinado por un veterano con problemas mentales una vez terminado su servicio militar y ya viviendo nuevamente con su familia. ¿Cuál es la diferencia entre un niño que no sabe distinguir todavía entre el bien y el mal y que fue enviado igualmente a la guerra porque no hay otra opción y un hombre que decidió matar por un mero llamado de Dios y de la patria? Sin duda una muy grande, pero para Eastwood, es de Kyle de quien merece la pena hablar, de un proclamado mártir símbolo de una guerra de odio. Nada más que eso.

El Francotirador es un ejercicio deshonesto, egoísta y altamente ofensivo del que Clint Eastwood seguramente nunca se dará cuenta. Su enajenación por crear un héroe ha sido todo un éxito entre una buena parte de sus connacionales, el gran problema aquí es que los que seguramente no comparten su sentimiento inmediatamente debieron de haber sido llamados traidores. Además de carecer de cualquier tipo de contenido cinematográfico valioso, esta película es un insulto para el intelecto, identidad e imagen de todo estadounidense.


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