Selma

En una época donde los hechos reales parecen ser ya la única fuente de inspiración para Hollywood, resultaba increíble que una cinta sobre la trascendente figura de Martin Luther King Jr. todavía no hubiera sido hecha. Como era de esperarse, Selma, película que narra algunos de los hechos más destacados de la vida del activista, ha resultado todo un éxito de la crítica en su país natal. Si bien se trata de algo sumamente convencional, la cinta ha logrado ser atractiva para estadounidenses de todas las razas, esto debido a a la reafirmación de los ideales de King en contra de la segregación social; sin embargo, a pesar de tanto éxito, habría que preguntarnos algo: ¿tiene Selma lo necesario para trascender realmente como una obra artística que va más allá de llevar un mensaje fraternal a todo el pueblo estadounidense?

La película se centra en la resistencia social que King y su movimiento ejercieron en la ciudad de Selma, Alabama, con un objetivo muy claro: terminar con la supremacía blanca en el sur y lograr que los negros finalmente votaran sin ninguna barrera legal que lo impidiese. La importancia de su lucha ahí fue tal que el presidente en turno, Lyndon B. Johnson, no tuvo más remedio que intervenir y proponer una iniciativa que permitiera finalmente a la raza negra votar como cualquier otro ciudadano estadounidense.

El principal gran problema de Selma es que parece ser una película diseñada para ir director a los Óscar, no ser nominada más que a un par de premios y generar una enorme e irónica controversia racial, cosa que ha ocurrido tal cual. Ava DuVernay, la directora, y su guionista han fallado al momento de universalizar un concepto tan pertinente para todo el mundo en el que vivimos como es la lucha contra el racismo. DuVernay se concentra en hacer un minucioso recuento de los hechos recordando solo a veces en introducir un poco del conflicto interno de King, convirtiendo su trabajo en algo similar a una dramatizada lección histórica. En pocas palabras, el drama de Selma es raquítico y neutral, algo políticamente correcto teniendo en cuenta el contexto de aquellos tiempos.

Es importante mencionar que ya sea por avaricia o por diferencias creativas, la familia de King, quienes tienen el famoso discurso de "Tengo un sueño..." registrado como propiedad intelectual, se negaron a que DuVernay y su equipo incluyeran este decisivo momento de la lucha del reverendo en la película. Así, la producción se vio en la necesidad de abordar la vida del ícono en cuestión durante otro punto de la misma. ¿El resultado? Una aburrida crónica preocupada exclusivamente por honrar la memoria de King, no realmente para desarrollar un personaje con problemas personales incluso más fuertes que su lucha por la igualdad racial. Si tenemos que soportar ya un recuento histórico, lo menos que podemos pedir es un poco más contenido narrativo que utilice al menos uno que otro recurso fuera de lo estrictamente convencional


Selma deja caer su peso en la actuación de David Oyelowo como King.  Esta termina ser convicente en varios niveles, pero no lo suficiente como para provocar alguna reacción en uno. Es difícil sentir algo al ver Selma. La representación de los blancos como los eternos villanos y de los negros como las víctimas sin posibilidad alguna de ganar ha sido ya usada hasta el cansancio. Tan solo el año pasado Steve McQueen nos regaló una complaciente obra basada en el mismo tema del racismo y enfocada completamente en la victimización y humillación de un personaje imposibilitado de hacer cualquier cosa, pero claro, con una final relativamente esperanzador. De igual manera, DuVernay gasta una oportunidad más de probar que hay algo más allá de una paliza por el mero hecho ser negro. 

Las pocas ocasiones en las que podemos apreciar el conflicto personal de King, principalmente con su esposa, quien se siente apartada de su propio marido mientras este lucha por miles de personas, menos por su familia, terminan en la basura cuando vemos a una mujer completamente resignada uniéndose al frente que lidera su negligente esposo. Claro, había que mantener en un pedestal al protagonista y como no había otra alternativa, qué mejor que encasillar a su esposa en el estereotipo de la mujer sumisa que debe seguir a su esposo a donde quiera que vaya.

Aunque las actuaciones del extenso reparto sean decentes, salta a la vista la inclusión de Oprah Winfrey, quien apenas aparece unos minutos en pantalla. ¿De verdad es necesario incluir a la conductora en cada cinta que trata de motivar la igualdad racial?

Quizá lo que más llama la atención de esta película es la cinematografía de Bradford Young, quien parece ser el único dispuesto a atreverse a saltarse las reglas regalándonos tomas con ángulos atípicos y composiciones poco usuales para una producción hollywoodense.

Selma es una larga y aburrida cinta en donde la falta de ingenio y osadía resaltan por su ausencia. Es cierto que esta llega en un momento en donde Estados Unidos vuelve a quebrarse por el resurgimiento mediático del racismo, pero puede que ahí se encuentre la razón de su éxito, el cual se limita única y exclusivamente en haber llegado a las salas en el momento indicado.

Comentarios