La búsqueda por una explicación para el orden de todas las cosas es en lo que el célebre profesor Stephen Hawking se ha empeñado gran parte de su vida. A sus 73 años, el hombre continúa con su investigación habiendo ya descubierto y postulado varias teorías que ciertamente han cambiado la perspectiva científica sobre la formación del Cosmos. Su vida, fascinante por sí misma, resultaba un diamante en bruto para Hollywood, el cual finamente pulieron para entregarnos un peculiar biopic sobre su vida adulta. El resultado es La Teoría del Todo, cinta que narra dos aspectos importantes de su persona: su investigación científica y su relación con su primera esposa, Jane Wilde.
Stephen Hawking (Eddie Redmayne), estudiante de doctorado en Cambridge en proceso de hacer su tesis, cae perdidamente enamorado de una joven estudiante de Literatura llamada Jane (Felicity Jones). Mientras su relación crece, Hawking descubre el tema del que hará su tesis al asistir a una plática sobre hoyos negros, percatándose de que quizá estos tengan que ver con la creación del Universo mismo. Decidido a comenzar su trabajo, seguro de que Jane es la indicada y con toda una vida por delante, Stephen es diagnosticado con una devastadora enfermedad degenerativa que lo inmovilizará poco a poco y que lo postrará a una silla de por vida. Sin embargo, dispuesta a afrontar el reto junto al amor de su vida, Jane se propone a casarse con él y cuidarlo hasta que sea necesario, sin saber realmente que esto pondrá a prueba su paciencia y sus mismo sentimientos por él.
Con un tono sumamente light, tomando mucha cautela con los temas más delicados aquí expuestos, La Teoría del Todo es una blanda representación de la vida de una de las mentes más brillantes que haya dado la humanidad en los últimos tiempos. James Marsh (Man on Wire), el director, y su guionista se valieron de las memorias de Jane para contar parte de la vida del profesor desde un particular punta de vista, el suyo. Es a través de los ojos de ella que vamos conociendo a Hawking y siendo testigos de cómo su relación poco a poco se construye, se desarrolla, y finalmente se derrumba desde una perspectiva afectiva. La decisión tiene sus ventajas y desventajas. El hecho de que sea Jane prácticamente la protagonista de esta historia resulta un movimiento poco usual en un género como el biopic y el cual nos permite ver a Hawking con una mirada única, una llena de amor, pero también de cierta frustración; sin embargo, su protagonismo nos aleja por bastantes momentos de lo que todos quisiéramos conocer: la verdadera confrontación de Hawking contra sí mismo y contra su terrible afección. En pocas palabras, estamos ante una obra que se concentra más en una relación amorosa que en los deseos, frustraciones y logros de un hombre como el profesor.
Por supuesto, la actuación de Redmayne es lo que roba nuestra atención y sin duda el elemento más importante de esta película. Basada completamente en ademanes y posiciones físicas imposibles, Redmayne se pierde totalmente en el personaje cambiando su voz, su postura, sus ademanes, sus movimientos corporales y su aspecto físico en general. El actor inglés ha dado en el clavo con una soberbia actuación que sí, se ha enfocado totalmente en lo físico, pero que igualmente nos adentra en el mundo de una víctima de una enfermedad neuromotora. El hecho de que no haya una exploración más psicológica del personaje es culpa enteramente del guión, la cual quedó relegada completamente por la relación amorosa.
Es el conflicto de Jane el que abarca más tiempo en pantalla. A pesar del amor que siente por Stephen, las circunstancias especiales de su relación la han terminado por dejar atrapada en algo de lo que no está segura querer vivir toda su vida. Vulnerable y desesperada, Jane se encomienda a buscar una salida que la haga sentir libre nuevamente, aunque no esté totalmente consciente de ello. Los demonios de Jane son los que tratan de ser exorcizados en esta película, dejando muy poco espacio para el desarrollo del personaje de Hawking, del que se dan por sentadas muchas cosas conforme la trama va avanzando.
Teniendo en cuenta que Hawking y Wilde se divorciaron y han permanecido amigos desde hace unos años, es muy probable que Marsh y su equipo hayan decidido hacer una película no para el público, sino para estas dos figuras. Cada detalle, cada acción y cada decisión en esta producción parecen pensadas para complacer a sus protagonistas de la vida real, lo cual resta bastante credibilidad a una película que no es mala, pero que elige el camino fácil y que nunca se mete en problemas. Se dice de hecho que el profesor llegó hasta las lágrimas tras ver el producto terminado.
Los grandes logros de Hawking, como la escritura del influyente libro Breve Historia del Tiempo o la postulación de su teoría sobre la radiación que emiten los hoyos negros son apenas unos breves episodios que son relegados por escenas de tensión física en las que su vida corre peligro, cosa que se vuelve una constante durante toda la historia.
Es una pena que La Teoría del Todo sea un biopic genérico más concebido para complacer, y de paso, por qué no, inspirar a la gente a superarse a sí mismos, quizá la fórmula de oro de Hollywood. Uno puede pensar en lo que pudo haber resultado con este material de haber caído en manos mucho más intrépidas y osadas. Si bien no estamos ante una película aborrecible, al final La Teoría del Todo no es más que un tímido ejercicio cinematográfico únicamente valioso por la gran interpretación de Redmayne.
Con un tono sumamente light, tomando mucha cautela con los temas más delicados aquí expuestos, La Teoría del Todo es una blanda representación de la vida de una de las mentes más brillantes que haya dado la humanidad en los últimos tiempos. James Marsh (Man on Wire), el director, y su guionista se valieron de las memorias de Jane para contar parte de la vida del profesor desde un particular punta de vista, el suyo. Es a través de los ojos de ella que vamos conociendo a Hawking y siendo testigos de cómo su relación poco a poco se construye, se desarrolla, y finalmente se derrumba desde una perspectiva afectiva. La decisión tiene sus ventajas y desventajas. El hecho de que sea Jane prácticamente la protagonista de esta historia resulta un movimiento poco usual en un género como el biopic y el cual nos permite ver a Hawking con una mirada única, una llena de amor, pero también de cierta frustración; sin embargo, su protagonismo nos aleja por bastantes momentos de lo que todos quisiéramos conocer: la verdadera confrontación de Hawking contra sí mismo y contra su terrible afección. En pocas palabras, estamos ante una obra que se concentra más en una relación amorosa que en los deseos, frustraciones y logros de un hombre como el profesor.
Por supuesto, la actuación de Redmayne es lo que roba nuestra atención y sin duda el elemento más importante de esta película. Basada completamente en ademanes y posiciones físicas imposibles, Redmayne se pierde totalmente en el personaje cambiando su voz, su postura, sus ademanes, sus movimientos corporales y su aspecto físico en general. El actor inglés ha dado en el clavo con una soberbia actuación que sí, se ha enfocado totalmente en lo físico, pero que igualmente nos adentra en el mundo de una víctima de una enfermedad neuromotora. El hecho de que no haya una exploración más psicológica del personaje es culpa enteramente del guión, la cual quedó relegada completamente por la relación amorosa.
Es el conflicto de Jane el que abarca más tiempo en pantalla. A pesar del amor que siente por Stephen, las circunstancias especiales de su relación la han terminado por dejar atrapada en algo de lo que no está segura querer vivir toda su vida. Vulnerable y desesperada, Jane se encomienda a buscar una salida que la haga sentir libre nuevamente, aunque no esté totalmente consciente de ello. Los demonios de Jane son los que tratan de ser exorcizados en esta película, dejando muy poco espacio para el desarrollo del personaje de Hawking, del que se dan por sentadas muchas cosas conforme la trama va avanzando.
Teniendo en cuenta que Hawking y Wilde se divorciaron y han permanecido amigos desde hace unos años, es muy probable que Marsh y su equipo hayan decidido hacer una película no para el público, sino para estas dos figuras. Cada detalle, cada acción y cada decisión en esta producción parecen pensadas para complacer a sus protagonistas de la vida real, lo cual resta bastante credibilidad a una película que no es mala, pero que elige el camino fácil y que nunca se mete en problemas. Se dice de hecho que el profesor llegó hasta las lágrimas tras ver el producto terminado.
Los grandes logros de Hawking, como la escritura del influyente libro Breve Historia del Tiempo o la postulación de su teoría sobre la radiación que emiten los hoyos negros son apenas unos breves episodios que son relegados por escenas de tensión física en las que su vida corre peligro, cosa que se vuelve una constante durante toda la historia.
Es una pena que La Teoría del Todo sea un biopic genérico más concebido para complacer, y de paso, por qué no, inspirar a la gente a superarse a sí mismos, quizá la fórmula de oro de Hollywood. Uno puede pensar en lo que pudo haber resultado con este material de haber caído en manos mucho más intrépidas y osadas. Si bien no estamos ante una película aborrecible, al final La Teoría del Todo no es más que un tímido ejercicio cinematográfico únicamente valioso por la gran interpretación de Redmayne.
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