Boyhood: cuando el momento se apodera de nosotros

Hace 13 años, Richard Linklater (Rebeldes y Confundidos, la trilogía Antes...) comenzó con un modesto pero ambicioso proyecto cinematográfico: filmar la vida de un chico durante 12 años, desde su infancia hasta el momento en que entra a la universidad. Linklater, un narrador nato siempre preocupado por las relaciones humanas en situaciones tan ordinarias como transcendentes para uno mismo, volcó en ese entonces todo su interés por combinar realidad con ficción de una manera nunca antes vista, jugando peligrosamente con lo que hace al cine lo que es, pero sorteando exitosamente este obstáculo. El resultado: una épica existencial, una odisea de 12 años, una historia en donde hay algo de drama, de comedia, de zozobra, de sufrimiento, de pasión... Simplemente la vida misma.

Antes de entrar de lleno a la película habrá que mencionar algunos aspectos importantes de su producción. Desde 2002, Linklater estuvo filmando Boyhood juntado a todos sus actores durante una o dos veces al año. Durante todo este trayecto, él y sus dos intérpretes mayores, Patricia Arquette  e Ethan Hawke estuvieron igualmente involucrados en otros proyectos, este último incluso trabajando con Linklater en las dos siguientes partes de su trilogía romántica de Antes..., una obra más o menos de la misma naturaleza. El director, preocupado por lograr su cometido, incluso pidió a Hawke terminar la película en caso de que él muriera o le pasara algo. 

Linklater, siempre aliado de la improvisación y de la creación en el momento, comenzó el rodaje sin un guión terminado, lo único que tenía claro era el desarrollo de sus personajes y la escena final. Basados en experiencias de los mismos actores, las suyas, y de los cambios que veía en cada uno de ellos, el realizador fue haciendo el guión sobre la marcha. Así, tras una década de duro trabajo, Linklater terminó la filmación en 2013, satisfecho de haber tenido el total control creativo sobre su trabajo. Fue el año pasado que finalmente la presentó al mundo.

Boyhood abarca la vida de Mason (Ellar Coltrane), un chico texano que vive con su hermana mayor, Samantha (Lorelei Linklater), y su madre soltera, Olivia (Arquette). Está también su padre, Mason (Hawke), un joven adulto e idealista que todavía busca sacarle el mayor provecho a su vida. 

Mason tiene 6 años cuando lo conocemos por primera vez. La primer escena, en la que lo vemos acostado cómodamente sobre la hierba y mirando perdidamente rápidamente nos introduce a su mundo. Tal y como su madre le reprime instantes después, Mason mira mucho tiempo por la ventana, tanto que su maestra tiene que regañarlo constantemente para que ponga atención en clase. ¿Hacia dónde está realmente mirando? ¿Es que acaso el momento no es suficiente para él? Durante las tres horas siguientes, el espectador recorrerá junto a Mason un camino hacia la madurez y al auto descubrimiento, uno en el que se dará cuenta que el ahora es en todo momento y que vivirlo plenamente es quizá la mejor forma de pasar por este mundo.

Los 12 años que cubre esta historia son contados a través de una serie de viñetas de las que la mayor parte del tiempo Mason es protagonista, o en ocasiones un simple observador de lo que pasa a su alrededor. Por supuesto, su vida no es la única de la que somos testigos, sino también de la de sus padres y de su hermana. Su madre es una mujer amorosa pero sumamente vulnerable, cosa que le hará cometer varios errores que la convertirán en alguien sumamente desdichada en algunas etapas de su vida. Con el paso de los años, las malas decisiones le habrán pasado factura emocional y físicamente, pero ni siquiera los problemas económicos le impedirán que se haga cargo de sus hijos. Por otro lado, su padre comienza como un soñador y aspirante a músico que vive al día, el momento, algo que el mismo Mason llegará a admirar conforme va creciendo. Cuando lo vemos asentado, con una nueva familia y habiéndose desecho de su antiguo y genial auto, Mason se topa de lleno con una incómoda y nueva perspectiva: ¿habrá que renunciar a ser uno mismo para sentirse pertenecientes de algo? Por último, su hermana Samantha es una niña como cualquiera que molesta a su hermano pequeño, pero que también lo acompaña a vivir sus gustos y a compartir sus experiencias. Su relación con cada uno nos ayuda a entender un poco más sobre Mason y de cómo cambia su visión de la vida.


Es a través de innumerables referencias sociales, políticas, artísticas, tecnológicas y demás que podamos darnos una idea rápidamente de en qué año se está llevando a cabo cada una de las acciones. De igual manera, la selección musical también sirve para contextualizar los momentos. Boyhood, además de contar la vida de un niño, retrata también a una sociedad durante una transformación tan evidente como la que se vivió la década pasada. La guerra en Iraq, el suceso del Wii, el fenómeno de Harry Potter, el nacimiento de las redes sociales, la elección de Obama, la nueva trilogía de La Guerra de las Galaxias... Linklater nos deja ver cómo una familia común y corriente vivió y reaccionó ante estos acontecimientos. 

Conforme el tiempo de hacerse responsable de uno mismo se acerca, es cuando más nos podemos identificar con Mason. Es ahí cuando se pone frente la ineludible decisión de hacer lo que él quiere o lo que los demás quieren que haga. En el proceso, el joven conocerá el desamor, la decepción, la frustración y la necesidad de sentirse bien con uno mismo. Mason se siente real por ser alguien que miente acerca de su visa sexual ante sus amigos, por pelear por cada absurdo con hermana, por desatender la escuela, pero sobre todo, por ser la representación de una generación que divide claramente a una época. Sus padrastros, por ejemplo, son aquella vieja idea de que el dinero era lo más importante para alcanzar la felicidad y la realización. Mason se enfoca en el ahora, en ese instante que puede hacer la diferencia sin que necesariamente lo hayamos estado buscando.

El gran acierto de Boyhood es el hecho de no haber enfocado su narrativa en los clichés de una película en la que el protagonista poco a poco va madurando. El primer beso, la primera relación sexual, el primer acercamiento con las drogas. En su lugar, Linklater nos dejar ver a Mason desarrollando su pasión por la fotografía, jugando boliche con su padre, incomodándose cuando este les habla por primera vez del sexo, rompiendo con la primer novia seria que tuvo... Son verdaderamente estos momentos los que son dignos de ver, aquellos que nos muestran al verdadero Mason.

Técnicamente no hay nada de especial en esta película, quizá lo más destacado sea la edición, que con cortes realmente sutiles y exactos nos llevan de una secuencia a otra en donde han pasado desde unos meses hasta un par de años. 

Boyhood abre un debate muy interesante acerca de que si la esencia del cine está verdadaramente ausente en un experimento como este. El hiperralismo de Linklater enmarca y enaltece la cotidianidad como algo realmente digno de contar, pero habrá quien se pregunte ¿vale la pena ver en la pantalla grande la vida de alguien como la mía? La cuasificción de esta cinta podrá atentar con el cine, pero hay algo muy especial en ella que nos hace olvidarnos de esta problemática. ¿Se trata de la inevitable identificación con Mason? ¿O será acaso esa nostalgia que se apodera de nosotros en todo momento? Cualquiera que sea la razón, Boyhood es una celebración de la existencia y de la maduración humana, sea real o no.

La última película de Linklater es un exitoso experimento sin ninguna idea en particular. La ausencia de una introducción, un nudo y un desenlace puede desconcertar a cualquiera, pero nuevamente, aunque los más puristas lo renieguen ¿no es así la vida? Si hay algo de lo que trate Boyhood es de cómo la vida pasa ante nuestros ojos sin que realmente la hayamos vivido, de cómo vivimos pensando en el futuro sin vivir el ahora, sin dejar que este nos envuelva y sin poder disfrutarlo al máximo. Quizá mañana ya sea demasiado tarde para hacerlo.



Comentarios