Perdida

ADVERTENCIA: La siguiente reseña contiene varios spoilers.

A David Fincher le encantan los thrillers. Un rápido vistazo a su filmografía nos deja en claro que este es su género predilecto. Desde Seven hasta La Chica del Dragón Tatuado, Fincher ha demostrado un gusto extraordinario por los rompecabezas de todos los tipos y tamaños, ya sea adentrándonos en el caso de un asesino serial inspirado en los siete pecados capitales o en la búsqueda de una mujer perdida en el marco de un melancólico panorama escandinavo. Por supuesto, su obra no es perfecta ni mucho menos, algunas de sus cintas no han sido tan efectivas como él quisiera, pero hay que darle el crédito a un hombre que paso de ser al tipo que casi acaba con la saga de Alien a ser uno de los realizadores de Hollywood con el que todo mundo quiere trabajar. Ahora, con Perdida, Fincher regresa al juego con la intención de darle un giro al género que lo ha hecho famoso.

Basada en el best-seller del mismo nombre de Gillian Flynn, Perdida es un tipo de thriller que no habíamos visto que se desarrollar de manera tan efectiva en los últimos tiempos, pues su estructura y trama tratan de alejarse de lo convencional para mantenernos pegados incluso después de una serie de revelaciones, las cuales nos plantean todavía más preguntas que respuestas.
Nick Dunne (Ben Affleck) y Amy (Rosamund Pike) son una pareja con problemas. Nick es el típico hombre despistado y un tanto mediocre que ve la vida pasar sin realmente preocuparse por ello; por otro lado, Amy es idealista, soñadora y una mujer acostumbrada al éxito gracias a su trabajo como escritora de una popular serie de libros. Un día, en el marco de su quinto aniversario de matrimonio, Nick llega a casa para encontrarse una escena sospechosa y con la posible desaparición de su esposa. La policía local toma el caso rápidamente, pero la aparente despreocupación de Nick, la revelación de varios aspectos de su vida pasada y un análisis a fondo del caso lo convierten en el principal sospechoso del posible homicidio de Amy y en el hombre más odiado del país.

Hasta aquí pareciera que nos estaríamos topando nuevamente con una película como Zodiaco o Seven, una en donde el protagonista y el espectador tendrán que ir armando las piezas y descubriendo las pistas para dar con el verdadero asesino y sus motivos. Sin embargo, el primer acto de Perdida concluye con una revelación que, aunque ya acercándonos al momento parece demasiado obvia, termina sorprendiéndonos y abriendo todo un nuevo abanico de posibilidades. Amy, cansada de su vida con Nick, a la que etiqueta como insoportable, falsa y hasta teniendo un miedo absoluto por él, decide ponerle fin y darle el último castigo por su actitud ante ella: fabricar todo un crimen e inculparlo completa y rotundamente.

Pero volvamos al primer acto antes de seguir adelante. Si bien este sigue las reglas generales del cualquier thriller, presentarnos la escena del crimen, darnos un poco de contexto y proponer a un posible culpable, Fincher y su guionista, la misma Gillian Flynn, se dan su tiempo y se preocupan por hacernos conocer a estos personajes previo al misterioso incidente. O quizá es todo lo contrario, su representación en este primer acto nos hace creer que los conocemos, que podremos anticipar su siguiente movimiento y que conocemos el motivo de la desgracia; sin embargo, y aparentemente igual que en la novela, el guión nos presenta a Amy y Nick como narradores desconfiables, pues conforme avanza la película, nos damos cuenta de que no todo lo es lo que parece y que hay información crucial que ambos le han estado guardando al espectador. ¿Y en dónde hemos visto esto con anterioridad realizado de una manera sublime? Rápidamente nos vendrá a la mente el emblemático Tyler Durden y sus problemas de personalidad, pero debemos de ir más atrás para poder encontrar la base; y sí, me estoy refiriendo a Hitchcock y sus cintas clásicas Psicosis y Vértigo. La relación de Perdida con estas grandes obras de la historia del cine queda evidenciada no solo como un homenaje, sino utilizando ese recurso del punto de giro en que la trama da un vuelco de 360 grados e invierte los papeles. En un principio, Amy es la pobre víctima del abuso emocional; minutos después, es ahora la malvada y maquiavélica villana que ha engañado a todo mundo, incluso a nosotros mismos.

Son a través de pequeños flashbacks que Amy nos cuenta la versión de su vida como pareja y nos da un panorama de la evolución de su relación con Nick. Es así como podemos conocer los supuestos motivos por los que Amy incurrió en su plan maestro para vengarse de su esposo.


En el segundo acto nos encontramos con una película distinta, no en tono ni estilo, sino con otra dinámica en la que ahora Nick tendrá que demostrar su inocencia dando con el paradero de Amy. En esta parte, otros personajes clave entran en acción: Margo (Carrie Coon), su hermana; Tanner Bolt (Tyler Perry), el abogado al que Nick contrata para su defensa y Desi (Neil Patrick Harris), un ex novio de Amy que más tarde será usado por ella después de que su plan perfecto termina por dejar de serlo.

Las actuaciones en general son convincentes, y aunque ninguna sobresale de entra las demás, la intensidad dramática que aporta cada uno es justo la necesaria para hacer creíbles sus papeles. Si habría que comentar algo más sobre alguna de ellas serían de la de Perry, quien nos presenta a un personaje carismático y gracioso, y aunque sus intervenciones son mínimas, Perry da en el clavo, sobre todo teniendo en cuenta los roles que ha interpretado en el pasado.

Otra de las temáticas principales de la cinta es la influencia de los medios sobre la opinión pública. El caso de Amy pronto se convierte en una noticia de interés nacional. Por su extraña actitud y por el gran plan de su esposa, Nick se convierte en el hombre más despreciado de toda la nación. Su representación en los medios pronto se ve retorcida por líderes de opinión sin criterio que solo buscan la nota del día. De igual manera, otro de los tantos giros de la historia ve a Nick asistiendo a un popular programa de entrevistas en donde, gracias a su buen desenvolvimiento y el papel que asume como mártir, logra cambiar la percepción del público hacia su persona. Aunque aquí Fincher y su guionistas no son tan sutiles, es un aspecto interesante a tomar en cuenta, ya que resulta fundamental para el desarrollo de la historia y que logra justificarse con lo anterior.

Para el final del segundo acto, un vuelvo más en la trama nos lleva a unas circunstancias que igualmente pueden resultar previsibles, pero que nuevamente resultan convincentes y hasta cierto punto sorprendentes. Sin embargo, ese pequeño epílogo al que podríamos llamar el tercer acto, en donde Nick se reúne con su esposa, nos deja un poco a deber. La postura que toma cada uno ya no parece tener la misma fuerza de las que tuvieron anteriormente; queda una sensación de que la resolución pudo haber sido otra. Uno podría pensar ¿tanto embrollo para terminar en el mismo lugar? Puede que sí, pero vaya que la travesía ha valido la pena, tanto como para ellos como para el espectador.

Perdida es una película que, con dos y horas y media de duración, se siente sumamente liviana y sin ninguna complicación más allá de lo evidente. Fincher, pero sobre todo Gillian, optaron por presentar un thriller sumamente atípico con varios factores añadidos que lo hacen destacar todavía más del resto. Uno de ellos es claramente la música de Trent Reznor y Atticus Ross, quienes nuevamente colaboran con Fincher con composiciones envolventes muy discretas, pero que le añaden ese toque misterioso y hasta irónico a toda la atmósfera. A comparación de su trabajo en Red Social y en La Chica del Dragón Tatuado, la música ahora es mucho más minimalista, esto sin dejar de ser la protagonista por varios momentos de la cinta.

¿Conocemos realmente a nuestra pareja? ¿Por qué aparentamos todo el tiempo? La relación de Nick y Dunne, llena de apariencias y poses, es la representación del amor en una época en la que lo económico, lo externo y lo que los demás piensan son más importantes que lo que sentimos por alguien más. Ni siquiera cuando Nick descubre que Amy está viva, este deja de aparentar con ella, aunque no lo haga de manera intencional; así, cuando su entrevista en donde se hace pasar como víctima sale al aire, Amy la ve y vuelve a enamorarse de un hombre que, en un principio, estaba aparentando igualmente para poder abordarla. Al final, cuando Nick y Amy se reúnen, esta última desea seguir haciéndolo, ser alguien que no es para poder ser feliz, cosa que fue lo que le hizo tomar la decisión más radical de su vida. Puede parecer una contradicción, pero al final, habrá que preguntarnos: ¿de qué nos enamoramos, de la realidad o de las apariencias? 


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