¿Cuál podría ser el mayor riesgo de hacer una película sobre la corrupción, manipulación y decadencia que emana del gobierno de nuestro país? ¿Censura, persecución política, difamación? Está claro que hacer una cinta como esta en nuestros tiempos conlleva una gran responsabilidad, pero quizá con lo que Luis Estrada (La Ley de Herodes, El Infierno) no contaba al hacer La Dictadura Perfecta era que la piedra más grande con la tropezaría sería con su obra misma.
La nueva cinta del siempre polémico Estrada continúa con la línea de sátira política y social que ha caracterizado casi toda su filmografía. Con La Dictadura Perfecta, el director ahora se mete de lleno y de frente con el Gobierno de la República y los incontables casos de manipulación mediática que han salido a la luz en los últimos años. Para muchos, la película podría significar la denuncia perfecta y un contundente reto hacia nuestros gobernantes, el problema aquí es que es difícil tomar en serio a algo como La Dictadura Perfecta por distintas razones. Veamos.
Primero, y quizá la razón más importantes de todas, es la manera en que Estrada decidió presentar esta crítica hacia la clase gobernante y al cuarto poder. Estamos prácticamente ante una calca de la realidad; su obra no nos no presenta nada que no sepamos ya, restándole así el mínimo encanto que pudo haber tenido. ¿Cuál es el fin de hacer una representación exacta de la realidad en una obra de ficción? La única excusa que nos puede llegar a la mente es el mero morbo. En su afán de querer denunciar al gobierno, Estrada pretender presentarse como el revelador de la verdad, el que le abrirá los ojos al pueblo y el que posiblemente sea silenciado por los opresores. Desde un punto de vista, el realizador insulta flagrantamente la inteligencia del público al pretender que nadie, o muy pocos, saben cómo se manejan las cosas entre el gobierno y los medios de comunicación.
Después tenemos todo el aspecto cinematográfico. Paupérrimas actuaciones, un guión simplón y un diseño de producción realmente deplorable dejan expuestas todas las carencias de un presupuesto que realmente no debió de haber sido tan pequeño como parece en pantalla. ¿Será entonces la enorme cantidad de mediocres actores (no todos, pero sí la mayoría) la que consumió gran parte de los gastos?
¿Cómo es posible que La Dictadura Perfecta sea la continuación de una buena película como El Infierno? En esta última, Estrada se vale de un reparto mucho más compacto con un guión mucho mejor trabajado, filmando en exteriores que realzan bastante todas las acciones, pero sobre todo, contando una historia interesante, entretenida y que realmente no habíamos visto en el cine mexicano. En esta ocasión, no tenemos personajes con los cuales identificarnos, todo se siente acartonado, desde la escenografía hasta los diálogos, y la trama deja de interesarnos desde muy temprano, pues ya sabemos cómo va a terminar.
Al igual que con Cantinflas, es una pena que cintas como esta sean las que se pretendan mostrar en el extranjero.
Al final, La Dictadura Perfecta no es más que una calca de la realidad de nuestro país presentada en un formato muy cercano al de una telenovela, tanto a nivel narrativo como de producción. Una verdadera lástima.
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