Si hay algún director en la actualidad el cual todavía estaba por defraudarnos, este sin duda tenía que ser Steve McQueen.
Solo 2 películas existían en la obra del director inglés hasta el estreno de 12 Años Esclavo. En ambas, la decadencia y resistencia humana eran plasmadas de una forma tan cruda, visceral y llena de significado que cumplían perfectamente con su cometido de perturbar, hacer reflexionar y mover nuestros sentimientos de una manera que no creíamos posible. Primero, Hambre, cinta que cuenta los últimos días de Bobby Sands, miembro del Ejercito Republicano Provisional Irlandés (IRA), quien muere en una prisión del gobierno británico tras una larga huelga de hambre, retrata de una manera sumamente dolorosa el punto hasta que un hombre está dispuesto a llevar sus ideales. Después, con Shame, McQueen indaga en lo más oscuro de las perversiones humanas para mostrarnos la vida de un adicto al sexo y el profundo vacío que consume cada día de su existencia. Y así llegamos a 12 Años Esclavo, su tercer trabajo y en el cual sigue explorando otras facetas de la degradación humana, más precisamente aquellas en las que la dignidad y la libertad han sido arrancadas violentamente.
Con una vara tan alta, el morbo y la expectación por poder apreciar cómo McQueen abordaría el tema de la esclavitud estadounidense previa a la Guerra Civil era demasiado grane. Parecía un terreno apropiado para el director, pero después de poder ver el resultado, es imposible no sentir mas que una profunda e inevitable decepción. Y es precisamente el sentir lo que resulta el mayor problema en 12 Años Esclavo, pues a diferencia de sus otras cintas, McQueen falla rotundamente al tratar de provocar emociones genuinas en el espectador.
Solo 2 películas existían en la obra del director inglés hasta el estreno de 12 Años Esclavo. En ambas, la decadencia y resistencia humana eran plasmadas de una forma tan cruda, visceral y llena de significado que cumplían perfectamente con su cometido de perturbar, hacer reflexionar y mover nuestros sentimientos de una manera que no creíamos posible. Primero, Hambre, cinta que cuenta los últimos días de Bobby Sands, miembro del Ejercito Republicano Provisional Irlandés (IRA), quien muere en una prisión del gobierno británico tras una larga huelga de hambre, retrata de una manera sumamente dolorosa el punto hasta que un hombre está dispuesto a llevar sus ideales. Después, con Shame, McQueen indaga en lo más oscuro de las perversiones humanas para mostrarnos la vida de un adicto al sexo y el profundo vacío que consume cada día de su existencia. Y así llegamos a 12 Años Esclavo, su tercer trabajo y en el cual sigue explorando otras facetas de la degradación humana, más precisamente aquellas en las que la dignidad y la libertad han sido arrancadas violentamente.
Con una vara tan alta, el morbo y la expectación por poder apreciar cómo McQueen abordaría el tema de la esclavitud estadounidense previa a la Guerra Civil era demasiado grane. Parecía un terreno apropiado para el director, pero después de poder ver el resultado, es imposible no sentir mas que una profunda e inevitable decepción. Y es precisamente el sentir lo que resulta el mayor problema en 12 Años Esclavo, pues a diferencia de sus otras cintas, McQueen falla rotundamente al tratar de provocar emociones genuinas en el espectador.
En 1841, Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor) es un negro libre que vive con su familia en el estado de Nueva York. Trabajando como carpintero y aprovechando su gran talento como violinista para ganar un poco más de dinero, el hombre ha logrado obtener un patrimonio, una envidiable estabilidad y una vida feliz. Todo esto lo ve perdido cuando, a través de engaños y mentiras, Solomon termina secuestrado y más tarde vendido como esclavo por un par de criminales. Así, sin ninguna oportunidad de escapar, Solomon es transportado hacia el sur, a los estados esclavistas, en donde pasará por las manos de distintos propietarios sometido a todo tipo de pesados y denigrantes trabajos.
Teniendo a su disposición un elenco de primer nivel y un tema delicado, pero con demasiada tela de dónde cortar, la mesa estaba puesta para volver a ver una excelsa obra por parte de McQueen. Es importante mencionar que este es su primer trabajo con trascendencia comercial a nivel internacional. Ha sido a través de esta cinta que realmente se ha dado a conocer, y aunque muchos todavía no lo conocían, resulta imposible no remitirnos a su trabajo anterior para poder establecer una opinión sobre su última película. Así pues, el estilo, técnica y esencia de McQueen brillan por su ausencia en gran parte de la historia. Esas esplendorosas tomas largas, diálogos realmente cautivantes y brillantes metáforas narrativas apenas y hacen su aparición en 12 Años Esclavo. Sería aventurado y hasta estúpido pensar que el inglés se ha vendido para hacer esta cinta, pero lo que sí es más que evidente son los mismos límites que McQueen se impuso al momento de realizarla. No hay duda que lo que vimos en pantalla es lo mismo que este quería que viéramos. La verdadera pregunta que hay qué hacernos aquí es la siguiente: ¿Cuál fue la motivación principal que llevó a McQueen a contar esta historia de esta forma? Según sus propias palabras, esta sería la mejor película sobre la esclavitud que se hubiera visto, pues pensaba que ninguna hasta la fecha la habría retratado de manera correcta. Tras estas declaraciones, tenemos que referirnos inmediatamente a Django Sin Cadenas, en donde aunque sabemos de la exageración y sátira de por medio, el concepto de la esclavitud no se siente para nada abrumador ni tan contenido como lo es en 12 Años Esclavo. Desafortunadamente, McQueen no ha llegado al fondo del asunto, podrá ser la película más veraz de esa época, pero ¿y eso de qué sirve? Podrá tener contentos a los puristas del tema, pero la forma en que este trata de hacer sentir al público únicamente a través de lo físico y la violencia extrema resulta poco eficiente. En pocas palabras, McQueen se ha quedado en la superficie.
Por otro lado, hay otros aspectos de la cinta que sí valen la pena ser destacados. Está de más decir que todas y cada una de las actuaciones son de una gran nivel, sobre todo la de Lupita Nyongo'o, quien interpreta a Patsey, una esclava sumamente trabajadora que ha perdido toda las ganas de vivir; y la de Michael Fassbender, la musa de McQueen, como Edwin Epps, un despiadado hombre sin escrúpulos que cree que tiene todo el derecho divino de azotar, asesinar y violar a sus esclavos. Ambos nos muestran los extremos de este cáncer social que ha llevado a la humanidad a una de sus facetas más bajas y malignas.
En general, hay dos grandes momentos que valen toda la película. El primero sucede cuando un cruel capataz (Paul Dano) casi logra ahorcar a Solomon por su supuesta insolencia. Detenido por uno de los empleados del dueño de Solomon solo segundos antes de lograrlo, este sortea la muerte, pero tienen que pasar varias horas hasta que es finalmente liberado de las sogas. Con una magistral toma un tanto larga y mostrando la relativa tranquilidad con la que los demás esclavos vuelven a sus tareas regulares tras el susto en el segundo plano, es aquí donde McQueen sí que logra llevar las emociones hacia todo un nuevo nivel. Si hay algo que el director quiere hacer notar en la trama es esto: "cada quien por sí mismo".
El segundo gran momento es cerca del final. Después de que un esclavo ha sucumbido ante las extenuantes labores, los demás se reúnen en su tumba para cantarle calurosamente. En otro toma un poco larga, la cámara nos muestra a Solomon renuente a unirse a los cantos, pero es cuando finalmente acepta su condición y su destino que se une con una gran tristeza pero notable ahínco a los demás.
De cualquier modo, existe una frustración generalizada al momento de ver esta obra. Más de la mitad de esta se sienta estancada, Solomon es apenas un observador de todo lo que pasa en su alrededor, su secuestro y subsecuente esclavitud son solo un pretexto para llevarnos a lo que McQueen realmente quiere que veamos; violencia, maldad y más violencia. La pasividad de Solomon le quita gran interés a la historia. De ninguna forma se pide una postura más heroica por su parte, pero su nula participación en la cinta evita que se simpatice con él mas que por pura y exclusiva lástima. Durante sus 12 años de esclavitud, aprendemos poco, pero muy poco de él. En resumidas cuentas, McQueen quiere que nos fijemos en el todo y no en esa pequeña parte de la cual supuestamente se trata todo.
12 Años Esclavo representa un gran retroceso para la narrativa de Steve McQueen. No se trata de una mala película en realidad, pero es una pena que el director se haya conformado con tan poco sabiendo lo que es capaz. Ojalá y siquiera se hubiera atrevido.
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