Tras habernos entregado la emotiva historia de Hugo en La Invención de Hugo Cabret, Martin Scorsese nos da una cachetada en la cara y nos sacude tremendamente con su nueva película, El Lobo De Wall Street, donde los senos, drogas y groserías sencillamente de desbordan en cada cuadro de la misma. Aunque su más reciente trabajo contrasta radicalmente con la cinta anterior, Scorsese no decepciona, sino todo lo contrario, este vuelve a dar una cátedra de cómo contar una historia sin guardarse nada y construyendo a los más elocuentes y divertidos personajes.
El Lobo de Wall Street está basado en las memorias de Jordan Belfort, un corredor de bolsa sin escrúpulos y adicto al sexo y a las drogas quien la hace grande en el mundo de las finanzas cometiendo todo tipo de fraudes y construyendo al mismo tiempo un gran imperio bursátil.
Protagonizada por Leonardo DiCaprio, la película narra el ascenso de Belftort, desde sus primeros días como un inocente y honesto agente, hasta el estruendoso y contundente derrumbe de todo lo que había construido fraudulentamente. Sí, desde una perspectiva de puede leer que estamos ante una historia más en donde el crimen no paga y los malos obtienen su merecido. Lo que ha hecho Scorsese es abordar la vida de Belfort desde un punto de vista sumamente cómico, desfachatado y dejando de lado lo moral o ético del asunto. Al final de cuentas, no son las decenas de senos que vemos en pantalla ni las tantísimas veces que escuchamos la palabra "fuck" o una variación de la misma (récord para una película), sino el verdadero poder de influencia y manipulación que Belfort llegó a tener en sus mejores tiempos, demostrando así el poder de uno de los sistemas más complejos y crueles que ha creado el humano: el capitalismo.
Belfort es un síntoma de este sistema económico tan supuestamente libre y lleno de oportunidades. Al principio, el tipo es como cualquier otro, alguien que busca superarse haciendo lo que le gusta y tratando de pasar un buen rato en el proceso. Este ve en Wall Street, el corazón del capitalismo, una obvia y segura oportunidad. Por supuesto, no pasa ni un día antes de que se dé cuenta realmente de cómo son las cosas, de que todo es una maldita mentira y una estafa. Gracias a una genial escena entre DiCaprio y su jefe, Mark Hanna (un Matthew McConaughey mostrando todavía los estragos de su papel en El Club de los Desahuciados), el hombre que prácticamente le abre las puertas del paraíso, pronto se ponen de manifiesto las reglas de juego: el engaño, las drogas y el sexo son la única forma de poder disfrutar un trabajo como ese. La manera en que el director lleva la conversación es impecable, los cortes nos muestran las reacciones puntuales y la fluidez es realmente sorprendente, y qué decir de los diálogos, totalmente ingeniosos y creíbles.
Desde la primera escena, Scorsese nos muestra, más bien nos advierte qué es lo que estamos por ver. Ya hecho todo un fraudulento hombre de negocios, con enormes oficinas y una numerosa plantilla de trabajadores, Belfort encabeza una fiesta en horarios laborales en donde la gran atracción es a usar a un grupo de enanos para practicar tiro al blanco. Estamos por ver una película llena de insultos, depravación, sexismo, crimen y todo lo que tenga que ver con lo anterior. Pero no hay ningún problema, Scorsese sabe lo que hace.
De manera muy eficaz, el director también crea un vínculo muy personal entre Belfort y el público. Rompiendo la cuarta barrera de manera evidente y siendo el narrador de su propia historia, uno rápidamente se empieza a preocupar por el protagonista. Sí, los papeles están invertidos en esta película; en esta ocasión el punto de vista es el del "villano", y al que se podría definir como el héroe desde una perspectiva ordinaria, Patrick Denham (Kyle Chandler), el agente del FBI que busca acabar con Belfort y su imperio criminal, aparece hasta ya muy avanzada la trama y apenas por un mísero puñado de minutos. De cualquier manera, hay que dejar algo claro, Jordan Belfort podrá ser todo menos un héroe.
Como es usual en las cintas de Scorsese, podemos encontrar aquí una gran variedad de personajes que rodean la vida del protagonista. Tenemos a su pandilla, conformada por un séquito de perdedores que logran también hacerla en grande gracias a Belfort, está por supuesto su gran compinche y principal hombre de confianza, Donnie Azoff (Jonah Hill), quizá el más disparatado de todos, incluso más que el mismo Belfort; y claro, la que más llama la atención de todos, Naomi (Margot Robbie) la provocadora y bella segunda esposa de este.
La actuación de DiCaprio es realmente algo que nunca le habíamos visto al ya veterano actor. Desenfrenado, vulgar, irreverente, impredecible... Los mejores momentos de este vienen cuando pierde las casillas; grandes ejemplos de ello es en los momentos cuando discute con Naomi, cuando su intento de soborno al agente del FBI que lo persigue no resulta y finalmente, cuando se pronuncia ante sus empleados con energéticos y convincentes discursos.
Como dije al principio, lo realmente impactante de esta cinta es la manera en que se nos muestra cómo Belfort se convierte en un ícono e ídolo para sus empleados, cómo logra engañar a miles de personas sin ningún tipo de remordimiento. El capitalismo funciona del mismo modo, solo que a una escala mayor, pero siempre con la misma premisa, el enriquecimiento desmedido a base de las apariencias, de la especulación y de la estafa. La última escena es quizá la más clara y contundente de todas. SPOILER ADELANTE Como en la vida real, Belfort cumple una pequeña sentencia en prisión. Al salir, este se convierte en orador dando cursos de superación personal y de cómo ser un vendedor exitoso. Haciendo referencia a un momento previo de la cinta, en donde pide a uno de sus poco confiables secuaces enseñarle a los demás cómo vender una pluma, Belfort vuelve a hacer lo mismo para empezar su seminario. Tras preguntarle a tres inocentes sujetos en la primera fila y recibir todo tipo de estúpidas respuesta, la cámara nos muestra las caras de todos los participantes en la conferencia, una multitud de gente ordinaria totalmente idiotizada que aguardan con paciencia los consejos de un hombre que puede o no tener la llave del éxito, lo único quieren saber es cómo hacerse rico. TERMINA SPOILER Y sí, somos nosotros quiénes alimentamos al capitalismo entregándonos por completo a algo que quizá termine consumiéndonos, tal y como le sucedió a Belfort.
El protagonista de esta historia podría resultar todo lo que uno querría ser: rico, poderoso, extrovertido, rodeado de mujeres y sumamente respetado y admirado. La verdad es que Jordan Belfort es la encarnación misma del capitalismo llevado al extremo, porque como le pasó a el, algún día, este caerá por su propio peso.
De manera muy eficaz, el director también crea un vínculo muy personal entre Belfort y el público. Rompiendo la cuarta barrera de manera evidente y siendo el narrador de su propia historia, uno rápidamente se empieza a preocupar por el protagonista. Sí, los papeles están invertidos en esta película; en esta ocasión el punto de vista es el del "villano", y al que se podría definir como el héroe desde una perspectiva ordinaria, Patrick Denham (Kyle Chandler), el agente del FBI que busca acabar con Belfort y su imperio criminal, aparece hasta ya muy avanzada la trama y apenas por un mísero puñado de minutos. De cualquier manera, hay que dejar algo claro, Jordan Belfort podrá ser todo menos un héroe.
Como es usual en las cintas de Scorsese, podemos encontrar aquí una gran variedad de personajes que rodean la vida del protagonista. Tenemos a su pandilla, conformada por un séquito de perdedores que logran también hacerla en grande gracias a Belfort, está por supuesto su gran compinche y principal hombre de confianza, Donnie Azoff (Jonah Hill), quizá el más disparatado de todos, incluso más que el mismo Belfort; y claro, la que más llama la atención de todos, Naomi (Margot Robbie) la provocadora y bella segunda esposa de este.
La actuación de DiCaprio es realmente algo que nunca le habíamos visto al ya veterano actor. Desenfrenado, vulgar, irreverente, impredecible... Los mejores momentos de este vienen cuando pierde las casillas; grandes ejemplos de ello es en los momentos cuando discute con Naomi, cuando su intento de soborno al agente del FBI que lo persigue no resulta y finalmente, cuando se pronuncia ante sus empleados con energéticos y convincentes discursos.
Como dije al principio, lo realmente impactante de esta cinta es la manera en que se nos muestra cómo Belfort se convierte en un ícono e ídolo para sus empleados, cómo logra engañar a miles de personas sin ningún tipo de remordimiento. El capitalismo funciona del mismo modo, solo que a una escala mayor, pero siempre con la misma premisa, el enriquecimiento desmedido a base de las apariencias, de la especulación y de la estafa. La última escena es quizá la más clara y contundente de todas. SPOILER ADELANTE Como en la vida real, Belfort cumple una pequeña sentencia en prisión. Al salir, este se convierte en orador dando cursos de superación personal y de cómo ser un vendedor exitoso. Haciendo referencia a un momento previo de la cinta, en donde pide a uno de sus poco confiables secuaces enseñarle a los demás cómo vender una pluma, Belfort vuelve a hacer lo mismo para empezar su seminario. Tras preguntarle a tres inocentes sujetos en la primera fila y recibir todo tipo de estúpidas respuesta, la cámara nos muestra las caras de todos los participantes en la conferencia, una multitud de gente ordinaria totalmente idiotizada que aguardan con paciencia los consejos de un hombre que puede o no tener la llave del éxito, lo único quieren saber es cómo hacerse rico. TERMINA SPOILER Y sí, somos nosotros quiénes alimentamos al capitalismo entregándonos por completo a algo que quizá termine consumiéndonos, tal y como le sucedió a Belfort.
El protagonista de esta historia podría resultar todo lo que uno querría ser: rico, poderoso, extrovertido, rodeado de mujeres y sumamente respetado y admirado. La verdad es que Jordan Belfort es la encarnación misma del capitalismo llevado al extremo, porque como le pasó a el, algún día, este caerá por su propio peso.
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