Este fin de semana, fuimos testigo de la 84ª entrega del Óscar a lo mejor de la industria cinematográfica del año pasado.
9 eran las películas nominadas al gran premio pero sólo 2 se perfilaban como las verdaderas candidatas al Óscar: La invención de Hugo Cabret y El Artista. Habiendo ya hablado de lo magnífico que resultó el trabajo de Scorsese, es hora de hablar de Michel Hazanavicius y de su también espléndida obra.
El Artista es una película muda, en blango y negro y con el formato visual de aquellas películas de antaño que tanto deslumbraron al mundo al principio del siglo pasado. La historia evoca igualmente a esa época de oro de Hollywood en la que todo sólo era glamour y estrellas, o al menos lo que todo el mundo piensa.
El Artista se planeta un mismo pensamiento que Scorsese, recordarnos que el cine está hecho para maravillarnos, emocionarnos... hacernos sentir y despertar en nosotros una curiosidad infinita por lo que estamos viendo. Las estrellas, la evolución tecnológica y el burdo entretenimiento son cuestiones que siempre estarán presentes en el cine moderno, pero estos dos directores en verdad nos deben de poner a pensar en lo que pasa hoy en día en la industria.
Conocer a Jean Dujardin y al personaje que encarna en esta historia, es todo un placer. La gracia, la simpatía, la actitud y los movimientos del francés son inigualables, contundentes y sumamente entretenidos. No hay duda de que Dujardin es parte del gran éxito de la cinta, su trabajo histriónico es realmente un tremendo esfuerzo que no sólo cumple, sino que de verdad nos logra convencer de que estamos viendo una película de la época de oro.
De igual manera, Hazanavicius es responsable del trabajo de Dujardin. El moldeo del personaje es simple pero con un profundo significado. George Valentin (Dujardin) es un ídolo del cine mudo que lo tiene todo. Su fama sólo es igualada por su riqueza y su popularidad es apabullante. Después de conocer a la encantadora Peppy Miller (Bejo), una muchachilla cualquiera que sueña con él y con ser igual de famosa, una inigualable chispa surge entre ellos. Mientras su relación avanza, Valentin comienza a tener problemas en casa con su esposa y la industria para la que trabaja, comienza a hacer algunos cambios que amenazan terriblemente su carrera: la aparición del sonido.
Está claro que no podríamos concebir al cine en la actualidad sin este gran avance pero el cuestionamiento de Hazanavicius es imperativo: ¿Qué pasó con esas estrellas del cine mudo? ¿Cómo se sintieron? ¿Cómo fue la transición? Muchas pudieron haber sido las reacciones pero Valentin es un ejemplo significativo. Es como si hubiera estado sordo toda su vida, como si al escuchar el sonido por primera vez, Valentin descubriera que todo lo que ha vivido es falso y que su existencia misma es un fiasco.
Valentin poco a poco se sume en la depresión mientras que Peppy asciende meteóricamente al estrellato. Valentin se considera a sí mismo como un artista, se niega a contaminar su trabajo. No cree que las palabras sean necesarias. La voz es la perdición para Valentin.
¿Cómo se encuentra el cine hoy? ¿Son todos los actores artistas? ¿Nos encontramos en el camino correcto en cuanto a la evolución de la industria se refiere? Importantes preguntas que me gustaría ustedes mismos se respondieran.
El Artista se llevó el gran premio de la noche de domingo y algunos otros de igual importancia. ¿Merecidos? Absolutamente. La calidad del trabajo de Dujardin es indiscutible, la manera en que Hazanavicius usó este estilo para contar una historia es perfecta y cuando vemos el diseño de producción, la excelsa forma en que la música lleva todos los actos, el formidable trabajo de edición que realmente nos remonta a la época y el placer que nos provoca ver a Bejo, Goodman y al encantador Uggie, sabemos que hemos desquitado cada centavo de nuestro boleto.
Por su parte, Hugo es fascinante e igualmente con una calidad insuperable pero debemos de admitirlo. Hazanavicius y compañía han creado un clásico moderno de la manera más inesperada.
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