Las Nubes de María: de mutantes y dramaturgos

Para muchos, la línea entre el mundo del espectáculo y del arte está más que definida, asociar ambas es prácticamente imposible. Maria Enders (Juliette Binoche) es una actriz que en su trabajo no solo ve una profunda vocación artística, sino un modo de expulsar sus más profundas frustraciones y canalizar todo tipo de pasiones y deseos. Por otro lado, Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz) representa la convención actual de la actriz que pertenece a la farándula, aquella cuyas apariciones son más constantes en los tabloides que en la pantalla grande. En un mundo donde escándalos como el reciente Celebgate acaparan nuestra atención, Las Nubes de María resulta más que ideal para darnos cuenta que a pesar de las diferencias que podría haber entre los extremos tan distintos que encabezan Ellis y Enders, estos (el arte y el espectáculo) podrían tener más en común de lo que podríamos llegar a pensar.

La última película del aclamado director francés Olivier Assayas es más que una mirada sin compromiso al desgastante y complicado mundo de la farándula, el arte y el espectáculo.

Enders es una consagrada actriz que ha sido invitada a Suiza para recibir un premio en nombre de su mentor y a quien le debe todo su éxito, Wilhelm Melchior, autor de La Serpiente de Maloja, cuyas representaciones teatrales y cinematográficas la llevaron al estrellato. Acompañada de Maria se encuentra su fiel e infalible asistente, Valentine (Kristen Stewart), una joven mujer cuya vida prácticamente se debe a todos los asuntos de su empleadora. La historia nos coloca justo en su trayecto hacia Suiza y en el momento en que ambas se enteran que Melchior ha fallecido de manera repentina. 

El hecho desconcierta totalmente a Maria, quien ya no cree adecuado asistir a un evento al que el mismo Melchior ni siquiera daba su visto bueno desde el comienzo. Aunque Maria termina por acudir, su estancia en Suiza la tiene sumamente incómoda hasta que se encuentra con Klaus Diesterweg, un popular director y seguidor de Melchior que pretende volver a montar La Serpiente de Maloja nuevamente con María como estelar, pero en esta ocasión en el papel "antagónico", mientras que la famosa Jo-Ann Ellis será la encargada de hacer el papel que ella hizo famosa unas décadas atrás. Aunque renuente al principio, la actriz accede finalmente respaldada por los incansables consejos de su asistente. Así, con la aprobación de la viuda de Melchior, Maria y Valentine se recluyen en la aislada residencia en las montañas de Sils Maria para que la actriz se meta poco a poco en el papel.

Puede que la anterior sinopsis haya ido demasiado lejos; de hecho, esta abarca casi la mitad de la película, lo interesante aquí es todo lo que hay en el fondo de esta fascinante narrativa que se la ha ocurrido a Assayas. Además de la trama en la que Maria se topa con la difícil tarea de encarnar a un personaje que le aterra en convertirse, el director y guionista nos presenta al mismo tiempo la historia de Sigrid y Helena, las protagonistas de La Serpiente de Maloja, una pareja de amantes (jefa y asistente) en donde la primera es una joven y bella mujer que intoxica y vuelve loca a Helena hasta el punto del suicidio. A sus 18 años, Maria interpretó a Sigrid de una manera tan visceral que la hizo parte de su ser. Emanando belleza, carisma y empatía María y Sigrid enamoraron al mundo. Ahora, Maria ve la otra cara de la moneda, la de la decadencia y la obsesión que representa Helena. Así, de manera inadvertida, al menos en un comienzo, para Maria y Valentine, Assayas establece un símil entre estas y los personajes ficticios. La permanente presencia de Valentine ha convertido a Maria en alguien dependiente y hasta un poco obsesionada. Por supuesto, ambas son amigas, pero Maria ha retorcido un tanto las cosas, pues lo único que desea es llenar los ojos de su asistente de todas las maneras posibles.


Assayas es inteligente al no hacer una copia exacta de la relación entre la pareja ficticia y la real. A pesar del gran lazo que existe entre Maria y Valentine, no hay ningún indicio que nos pueda indicar que hay algo más que una amistad. De cualquier manera, Maria, inadvertidamente, ha privado a su asistente de vivir lo que cualquier joven de su edad experimenta: el sexo, las fiestas, las amistades, etc. Resulta irónico cómo Maria se aferra a una Sigrid que dejó de ser hace mucho tiempo; en su lugar, la actitud de la actriz se asemeja más a la de la enfermiza Helena.

Durante su estancia en la lejana casa en las montañas, Maria ensaya con la ayuda de Valentine, quien toma las líneas de Sigrid para crear la escena. Es aquí donde los momento cumbre de la cinta tienen lugar. Jugando hábilmente entre la línea que separa a cada mujer de los papeles que están tomando, Assaya establece una intensa dialéctica entre ambas mujeres. Por momentos es difícil distinguir si la que está hablando es una Helena obsesionada con su joven amante o una Sigrid que trata de alejarse de una relación que no le da su espacio. 

Si bien Maria es la actriz consagrada y cuya opinión valdría más, Valentine parece ser la voz de la razón y quien la mantiene con los pies en la tierra. Esto queda claro cuando, después de haber visto la peculiar película de acción de Jo-Ann Ellis sobre mutantes y villanos megalómanos, Maria no tarda en señalar lo absurdo e infantil que una historia así le resulta. Por su parte, Valentine no tiene pena de expresar lo mucho que le gustan este tipo de cintas y hasta logra demostrarle que todo un trasfondo psicológico puede ser encontrado en personajes tan aparentemente acartonados. Por supuesto, Maria no para de reír, pero en el fondo y después de una breve discusión con varias copas de más, la mujer pronto ve su percepción del arte y del espectáculo tambalearse.

La evolución del personaje de María es realmente espectacular. La principal cuestión en lo que uno piensa es que si esta es realmente la víctima o el victimario. Mientras más descubre a Helena, más asqueada se siente hacia ella. ¿Es entonces que María se niega a aceptar en lo que se ha convertido?


La estrecha relación entre Maria y Valentine nos hace pensar que esta última bien podría ser un producto de la mente de la primera, una idealización de lo que ella fue alguna vez. ¿Con cuántas personas interactúa Valentine durante toda la historia? Un comentario del director de la nueva puesta en escena de hecho podría confirmarlo, pues este asegura que Helena y Sigrid son en realidad la misma persona; y claro, el desenlace entre jefa y asistente refuerza todavía más esta teoría. 

La última parte de la película pone ahora frente a frente a Maria y Jo-Ann. La tensión entre ambas comienza a surgir cuando los ensayos empiezan, pero es aquí donde finalmente se muestra entre la diferencia entre una verdadera actriz y un mero miembro de la farándula.

Las actrices que Assayas escogió para los tres papeles principales vienen como al anillo al dedo no solo por lo bien que cada una actúa, sino por lo que cada una de ellas representa en la vida real: Binoche, como la voz del arte y la musa del autor, Moretz como la diva del mundo de los superhéroes (como todos los fanáticos de Kick-Ass entenderán) y a Stewart como la que se debate entre el mundo del espectáculo y del arte, la que viene de un pasado relacionado con algo como la saga de Crepúsculo y que va hacia un mundo en donde habitan personajes como Binoche y Assayas. ¿Se tratará de una mera coincidencia? No lo creo, Las Nubes de María, además de ser una gran historia, es una declaración que cada uno de los involucrados quiere hacer.

El último trabajo de Assayas es impresionante en todos los sentidos. Con un tremendo guión,  una gran química entre Binoche y Stewart y una simple historia, pero con una complejidad humana bastante interesante, Las Nubes de María destaca por su honestidad, su gracia y la forma en que nos hace cuestionarnos sobre tantos aspectos de la sociedad "moderna" y de la cultura popular en tan solo un par de horas.

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