Reseña - La Noche de las Nerds: una cálida y progresista historia sobre madurar

La vida escolar puede ser altamente gratificante, pero también sumamente cruel. En La Noche las Nerds (¿?), Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever) dan cuenta de ello, dos niñas brillantes con grandes aspiraciones, pero que de alguna manera les han impedido vivir plenamente su adolescencia. Este tipo de cintas juveniles sobre madurar han evolucionado en los últimos tiempos, incorporando ideas progresistas y una visión distinta a la de la comedia simplona y sexista. Afortunadamente, en esta ocasión, las tribulaciones adolescentes son expuestas de una forma irreverente, pero sumamente cálida; se trata de una historia sobre el poder de la amistad, las dificultades de encajar, y la autenticidad en un entorno donde suele abundar la pretensión.

En el último día de clases de la preparatoria, Molly y Amy, las alumnas más destacadas de su clase, se dan cuenta que no han vivido esta etapa como se debe, pues su obsesión por entrar a universidades de renombre las alejó de la diversión todos estos años. Decididas a probar que también pueden ser tan cool como sus compañeros, las chicas se preparan para acudir a una fiesta casera de fin de cursos; el problema es que, teniendo en cuenta su reputación de "matadas", nadie les ha dicho dónde será. Así, Molly y Amy emprenden un viaje por la ciudad para llegar al festejo, en el cual descubrirán un poco más sobre su inquebrantable relación y su propia identidad como mujeres.


Olivia Wilde comienza su carrera como directora con La Noche de las Nerds, donde vuelca todo su experiencia guiando a dos jóvenes actrices cuya química representa el alma de la película. La dinámica que despliegan las protagonistas y las aspiraciones juveniles que son enmarcadas en la trama invariablemente nos remitirán a Super Cool, pero clasificarla como la "versión femenina" sería rebajarla demasiado, no porque esta última sea mala, sino porque la forma en la que lidia con los estereotipos y la soledad que permanece latente bajo las distintas fachadas que se crean en un entorno tan hostil como el de una preparatoria la distinguen bastante de la ya mencionada.

Feldstein (curiosamente, hermana menor de Jonah Hill) y Dever interpretan a un par de chicas preparatorianas, quienes no se han dedicado a otra cosa que no sea estudiar. Su reputación de "cerebritos" las precede, y esto no parece haberles molestado durante todo este tiempo, pero todo cambia el último día de clases, cuando Molly se entera de que bastantes de sus compañeros han sido aceptados en algunas de las mejores universidades del país, así como ella y Amy; la única diferencia es que estos han disfrutado de otro aspecto de la escuela: las fiestas. Desconcertada, Molly solo puede pensar en una cosa: aprovechar la noche previa a la graduación para alocarse y demostrar que ellas también pueden ser divertidas. ¿Cuántos no pasamos por algo similar en esta etapa?


Wilde y sus guionistas conciben un entorno escolar tan creíble como incluyente. Y aunque los estereotipos parecen abundar en los pasillos de esta preparatoria, conforme la trama avanza podemos darnos cuenta de que bajo estos clichés hay personas con deseos y frustraciones como cualquier otra. Los fiesteros también quieren ser alguien en la vida; el que aparenta ser el más rudo es en realidad el más solitario, y la joven famosa por su promiscuidad no solo piensa en sexo. Estas falsas percepciones han incluso engañado a las protagonistas, pero principalmente a Molly, quien junto al espectador conoce lo que hay detrás de estas: adolescentes en conflicto consigo mismos.

Esto premisa de tirar los estereotipos es de donde también surge la motivación de Molly de divertirse aunque sea solo una noche. Amy se mantiene renuente a comulgar con el repentino discurso de su mejor amiga; sin embargo, en el fondo, esta también carga con una inquietud que alberga una de las subtramas más valiosas de la película. Como lesbiana declarada, Amy nunca ha besado a una niña, pero es demasiado temerosa como para acercarse siquiera a la que le gusta. Wilde y y equipo tratan esta historia con respeto, pero también con un humor juvenil muy peculiar que convierten la odisea romántica de la chica en un viaje de autodescubrimiento sexual.


Pero, ante todo, La Noche de las Nerds es una película sobre la amistad, y cómo esta es puesta a prueba cuando la inseguridad y los sentimientos reprimidos se asoman en un momento difícil. Durante el clímax de la historia, Molly y Amy se enfrascan en una confrontación que deja al descubierto el trasfondo de su dinámica y algunos defectos que han afectado su vida sin siquiera haberse dado cuenta. Este drama complementa muy bien la comedia que despliega el dúo, siendo Feldstein el elemento más llamativo al aportar un carisma natural que hace de su personaje uno muy simpático, y con el que es fácil identificarnos dada su angustia y frustración. Dever por otro lado, le da un toque más apacible a Amy, pero igual de contundente.

La Noche de las Nerds está llena de hilarantes personajes secundarios que expanden un poco el propósito de Wilde y sus guionistas. Molly comparte un par de instantes de reflexión con Jared (Skyler Gisondo), el niño rico repudiado por todos; y Annabelle (Molly Gordon), la chica con mala reputación. Es en estas escenas en las que constatamos la silenciosa aflicción de jóvenes cuyos problemas nunca serán tomados en serio.

Wilde ha hecho un excelente trabajo equilibrando una comedia juvenil con un drama adolescente con el que podemos sentirnos identificados. La directora incluso se da el lujo de incorporar una graciosa escena animada que nos deja explorar los deseos más profundos de las protagonistas, especialmente de Amy. Al final, la cinta resulta una perfecta representación de la vida escolar, una en la que cada cabeza es un mundo con ideas propias y que a veces resultan difíciles de comprender.

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