Coco: un colorido tributo a la cultura mexicana

La celebración del Día de Muertos es una de las tradiciones más emblemáticas de la cultura mexicana, una representación del sincretismo religioso y una festividad que celebra de manera única a la muerte. En los últimos tiempos, la fiesta ha adquirido una destacada relevancia internacional, sobre todo por la forma que ha sido absorbida por el capitalismo y por entes como Hollywood, quien la dio a conocer al mundo entero con cintas como Spectre y ahora Coco, lo nuevo de Pixar. En ella, el estudio no solo ha logrado una vez más crear un grupo de entrañables personajes partícipes de una gran aventura, sino una fiel representación de lo que realmente significa la celebración para tantos mexicanos. Con millones de pesos recaudados en taquilla y habiendo obtenido la aprobación del público, Coco cumple con una linda historia que, más allá de la apropiación cultural, demuestra que la cultura mexicana está llena de coloridos detalles.

Miguel es un niño que sueña convertirse en uno de los más grandes músicos de la historia, tal y como le fue su ídolo, el difunto Ernesto de la Cruz. Sin embargo, su familia, dedicada al negocio de la zapatería, quieren que pronto comience a ayudarlos para continuar con la tradición y que se aleje lo más posible de la música, la cual ha sido asociada con su tatarabuelo, un músico que abandonó a los suyos para convertirse en alguien importante. Cuando Miguel descubre que de la Cruz podría ser aquel familiar que sus padres y abuela aborrecen, este decide cumplir su sueño. Así, al tomar prestada la guitarra del músico en el mausoleo donde se encuentra enterrado, en plena celebración de Día de Muertos, Miguel es transportado accidentalmente al mundo de los muertos, en donde se topará con sus parientes fallecidos, una serie de curiosos personajes y una gran revelación sobre el pasado de su familia.


Dirigida por Lee Unkrich, Coco es una nueva apuesta de Disney, específicamente de Pixar, por mostrar al mundo la riqueza de una cultura como la mexicana, tal y como más o menos se hizo con Moana hace un año con la polinesia. Enfocados en una tradición milenaria como el Día de Muertos, los estudios han demostrado haber hecho una exhaustiva investigación sobre la festividad y la cotidianidad de diversos extractos de la sociedad mexicana. Poder ver en pantalla a personajes creados por Disney y Pixar comiendo elotes, usando playeras de la Selección o utilizando chanclas como armas sin duda que nos hace recordar distintos momentos de nuestra vida. Aunque para las audiencias de otros países simplemente se tratarán de curiosidades, para los mexicanos resulta un bonito gesto poder ver estos detalles. Todo esto y más hacen de la película algo más que entretenida.


Coco podrá tener personajes arraigados en distintos estereotipos de la idiosincracia mexicana, como la abuela intolerante y tradicionalista, el idílico galán masculino de telenovela o el casi mendigo con corazón de oro; sin embargo, el trasfondo de cada uno de ellos nos deja ver su razón de ser o las circunstancias que los llevaron a ese punto específico de sus vidas. La abuela de Miguel, por ejemplo, tuvo que ver a su madre y propia abuela sufrir por la partida de su abuelo, quien los abandonó por un sueño sin tomarlos en cuenta. Miguel, por otro lado, es un soñador que ha tenido que someter sus aspiraciones a los deseos de sus mayores, quienes planean moldear su existencia a placer. Por supuesto, su rebeldía y necedad son las cualidades que lo convierten en un personaje encomiable y con el que público pronto hace una conexión.

Como en la mayorías de sus películas, Pixar ha creado un universo con reglas muy concretas basándose en las creencias populares que existen alrededor del Día de Muertos. En la cinta nos encontramos con un fantástico mundo lleno de color habitado por catrinas y alebrijes, que en este caso funcionan como los guías espirituales de cada muerto. Estas leyes pronto son puestas a prueba por Miguel y su familia de fallecidos, quienes jugarán con ellas para cumplir sus propios objetivos. El guión de Coco es muy bueno a decir verdad, pues aunque en un principio los acontecimientos que se van suscitando parecen muy obvios, los giros narrativos y las distintas revelaciones sí que llegan a sorprender al espectador.


Otras reglas del juego, como aquella en la que los muertos desaparecen de la existencia cuando son olvidados por los vivos es un argumento que los guionistas desarrollan con inteligencia. Que Ernesto de la Cruz, el más grande músico de los tiempos, continue siendo una gran celebridad en la tierra de los muertos le asegura una vida eterna llena de placer. Por otro lado, aquellos que no alcanzaron la fama en vida y que se quedaron sin seres queridos no tienen otro destino mas que hacerse uno con el viento y sucumbir por completo, tal y como le ocurre a un amigo de Héctor, el compañero músico de Miguel. Sin embargo, la verdadera trascendencia que enarbola el discurso de la cinta está lejos de la popularidad.

La familia tradicional sigue siendo una norma en México y en Coco le rinden un homenaje ya sea para bien o para mal según la perspectiva con la que se mire. Para Unkrich y compañía, y millones de mexicanos, el poder de la familia radica en apoyarse los unos a los otros y honrar la memoria de aquellos que ya no están con nosotros, una fuerza capaz de hacerse sentir más allá de nuestro plano. Depende ya de cada quien el comulgar con esta idea.


En general, Coco es un bello tributo a la cultura mexicana que sacará una o dos sonrisas de cualquiera que vaya a verla, no solo por la enorme cantidad de detalles de la tradición que hay por descubrir, sino también de los incontables cameos y apariciones de actores y músicos (Marco Antonio Solís, Camilo Lara, Gael García Bernal), figuras de la cultura popular nacional (Cantinflas, Frida Kahlo) y de la filmografía de Pixar. Disney ha superado la prueba y ha complacido al público mexicano.

Comentarios