Buscando a Dory: un triunfo más de Pixar

Hace 20 años, Pixar revolucionó el mundo de la animación en el cine. Gracias a su tecnología de punta y el involucramiento de verdaderos cuentistas, el estudio rápidamente se posicionó a la vanguardia de la industria. Desde entonces, la mayoría de sus cintas nos han regalado memorables personajes y emotivas historias que tanto niños como adultos han podido disfrutar. Desafortunadamente, Pixar también ha sido víctima de las vicios de Hollywood con la llegada de secuelas y la sobreexplotación de sus propiedades. Afortunadamente, el siguiente capítulo de una de sus más grandes obras como lo es Buscando a Nemo ha logrado traspasar la máxima de que segundas partes no son buenas, pues fiel a su estilo y dándole el espacio como una película única, Buscando a Dory es prueba de que las secuelas pueden llegar a ser tan buenas como las originales si se encuentra la forma de contar algo relevante dentro del mismo universo.

Tiempo después de la odisea en la que se embarcaron Marlin y Dory para encontrar a Nemo, los tres han encontrado nuevamente la paz en su hábitat natural. Sin embargo, cuando Dory tiene súbitamente un recuerdo de su infancia, la idea de encontrar a su familia se vuelve una obsesión. Dispuesta a volver a cruzar el océano para buscar a sus padres, Dory trata de convencer a Marlin de acompañarla, y aunque reacio al principio, este acepta viajar una vez más. Así, el grupo parte hacia la costa de California con el objetivo de encontrar alguna pista sobre el paradero de sus padres y la esperanza de que Dory recuerde algo más. Será precisamente en California, en un instituto de vida marina, que el trío recibirá la ayuda de una curiosa selección de animales acuáticos.


Andrew Stanton (Buscando a Nemo, Wall-E), uno de los directores de animación más importantes dentro de Pixar, vuelve a su hábitat natural tras el rotundo fracaso de su debut en el cine live-action con John Carter: Entre Dos Mundos. Con Buscando a Dory, Stanton no solo entrega una de las mejores producciones del estudio en esta década, sino que le da una satisfactoria continuación a una cinta querida unánimemente por el público y la crítica. ¿Y cómo es que lo ha conseguido teniendo en cuenta que otras franquicias como Monsters Inc. y Cars han dejado tanto que desear? Parece sencillo, pero Stanton se ha concentrado en explorar el origen de uno de sus personajes y cargarlo con todo el protagonismo. Al relegar a Nemo y Marlin a un segundo plano, el director ha creado una película diferente con los mismos ingredientes. No hay ningún tipo giro inesperado o el uso de un estilo distinto, simplemente de algo divertido y valioso.

Como uno de los personajes más emblemáticos de Pixar, Dory merecería ser el centro de atención en una secuela. Su carisma, su intensidad al momento de hablar y su característica memoria vuelven a ser sus atributos más divertidos. Su nueva obsesión trae consigo su lado más afectivo y la necesidad de pertenencia. Una serie de flashbacks nos dejan ver a la pequeña Dory y su irresistible ternura, sobre todo en la escena de apertura, donde, como Pixar a hecho en varias de sus obras, el espectador es sometido a un derroche de cariño para luego ser golpeado por una sensación de zozobra. En Buscando a Dory, no solo son Marlin y Nemo los que tienen que encontrar a su amiga después de que se pierde dentro del enorme instituto marino, sino que a nosotros mismos se nos da la oportunidad de conocer profundamente a la amigable pez cirujano.


Pero Dory no es la única que brilla. La inclusión de nuevos personajes es acertada. Hank, como el pulpo gruñón; Destiny, como una amable tiburón ballena; y Bailey, una beluga poco optimista forman un grupo de graciosos animales que ayudarán a Dory en su búsqueda. Además de tener hilarantes intervenciones, cada uno de ellos representan también un crudo aspecto de su existencia: la amenaza del hombre. Los tres se encuentran en el complejo porque están recuperándose de heridas causadas por el impacto ambiental, temática muy presente en la historia. Aunque estos no parecen culpar al hombre de su condición, su presencia es una sutil sentencia de las acciones humanas que van en detrimento de la naturaleza. Unos flojos leones marinos, incluido uno sumamente impertinente, y una extraña colimbo complementan la variada selección marina.

Buscando a Dory también es una clase de biología que nos permite conocer un poco más sobre la vida debajo del océano, cosa que cualquier niño encontrará fascinante. Que los acontecimientos se desarrollen en su mayoría dentro del instituto no es casualidad, es ahí donde las distintas secciones del mismo nos presentan diferentes especies, sus características y la manera en que se les está ayudando para que puedan volver a su hábitat. A diferencia de Intensa-Mente, donde los estereotipos representaban un ejemplo ambiguo para los más pequeños, que Pixar se comprometa con el cuidado ambiental habla de su compromiso por dejar una reflexión en ellos.


De cualquier modo, esta es una historia de autodescubrimiento. SPOILER ADELANTE. Dory se reencuentra con sus padres en una escena llena de sentimiento, pero de lo que esta también finalmente se da cuenta es que ya era parte de una nueva familia, la de Marlin y Nemo, con quienes ha creado un vínculo irrompible. TERMINA SPOILER. Dory descubre su origen y, lo más importante de todo, que las mejores situaciones de la vida surgen sin planeación alguna, cosa que su memoria de corto plazo no tendrá problema en contradecir.

Buscando a Dory es un triunfo más para Pixar. Con un nivel sorprendente de animación muy cercano al fotorrealismo, un solido guión y la experiencia de Stanton en este mundo, la película denota el talento de todos los involucrados y nos deja con un muy buen sabor de boca. Como una de las mejores secuelas del estudio, probablemente la veremos ganar un sinfín de premios el próximo año.

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