El Renacido: la venganza como un cruel designio sobrenatural

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA CONTIENE ALGUNOS SPOILERS.

El hombre contra la naturaleza. El hombre contra Dios. El hombre contra sí mismo. En El Renacido, la nueva película de Alejandro González Iñárritu, el hombre, en todos los sentidos de la palabra, es el protagonista, pero también la víctima de una fuerza que va más allá de uno. Ya sea que provenga de una fuente natural, sobrenatural o incluso del hombre mismo, el individuo no puede mas que someterse a ella y luchar por la supervivencia. Y es justo ahí donde emerge lo más humano, esa batalla que, aunque nos haga sentir como el ser más insignificante, también enaltece nuestro lado más brutal e instintivo. Con su nueva obra, el mexicano nos adentra en un inhóspito territorio lleno de peligros que no solo ponen a prueba el físico de su protagonista, sino también su templanza y todo lo que conoce sobre Dios, la naturaleza y sí mismo.

1823. Un grupo de exploradores asentados temporalmente en los territorios no colonizados del oeste trabaja cazando y recolectando todo tipo de pieles. Ante la afrenta de los invasores, los nativos del área montan una emboscada que termina en una masacre y muy pocos sobrevivientes de la expedición. Entre ellos se encuentra Hugh Glass (Leonardo Di Caprio), cazador y guía encargado de la seguridad, su hijo Hawk (Forrest Goodluck), el magnánimo capitán Andrew Henry (Domhnall Gleeson) y Fitzgerald (Tom Hardy), un avaricioso y despreciable tipo enfrentado permanentemente con Glass por sus decisiones y todo lo que representa. Después de iniciar un peligroso camino hacia un fuerte seguro, Glass es atacado por un oso que lo deja al borde de la muerte. Hastiado y velando únicamente por su bienestar, Fitzgerald engaña al resto de la tropa, asesina a Hawk y deja a su suerte a su enemigo para poder seguir con el viaje sin contratiempos. Enfurecido y con apenas la fuerza suficiente para poder arrastrarse, Glass emprende un épico viaje por las congeladas llanuras y los traicioneros bosques para salvar su vida y cobrar venganza de lo que le han hecho.

Tras haber cautivado al mundo con aquella oda a la posmodernidad que es Birdman, Iñárritu nos presenta este ambicioso proyecto artístico que acaparó varios titulares desde su filmación debido a lo accidentada de la misma. Internándose en los sitios más recónditos, enfrentando problemas técnicos, lidiando con el inclemente clima, ingeniándoselas ante la deserción del equipo y sometiendo a los que que se quedaron a las condiciones más extremas, el director nos regala esta joya cinematográfica que no solo contiene un despliegue técnico impresionante en todos los niveles, sino que guarda en su esencia un virtuosismo narrativo y visual que resulta apabullante. Con El Renacido, Iñárritu, Emmanuel Lubezki, director de fotografía y Di Caprio vuelcan todo su talento para construir una poderosa historia que nos muestra tanto lo bello como terrible de nuestra existencia.

Basada en parte en la novela homónima de Michael Punke, la cual obtiene su argumento de hechos reales, El Renacido es más que un relato de venganza. Si bien la odisea de Glass tiene en ella su último objetivo, el paulatino renacimiento de su ser es lo que convierte a su personaje en uno sumamente trascendental. Es cierto que en esta nueva cinta de Iñárritu no podemos encontrar un vasto contenido como en la anterior. Con cerca de tres horas de duración, la trama avanza en muy pocas ocasiones y puede llegar a ser poco convincente para algunos, pero al ser testigo de las desgracias por las que atraviesa el protagonista, nos percatamos de el verdadero propósito del director. Al contemplar el sobrecogedor y cruel ambiente en el que se llevan a cabo los acontecimientos, la reflexión sobre nuestro lugar en el orden natural es inmediata. ¿Qué es lo que nos motiva a seguir adelante?


Para Hugh Glass, definitivamente es su familia, o el recuerdo de ella, lo que lo mantiene vivo durante su travesía en un invierno tan frío y despiadado como los hombres a los que acompaña. Con trazos del John Dunbar de Danza con Lobos y el John Smith de El Nuevo Mundo, Glass es un hombre que en algún momento encontró la paz al entregar su cuerpo y espíritu a una bondadosa tierra todavía sin cicatrices. Sin embargo, los que algunos fueron los suyos, cegados por la avaricia y desesperados por comenzar de nuevo, le quitaron a la mujer que amaba y dejaron en el rostro de su hijo la imborrable marca del sufrimiento. "Dios provee y Dios quita", dice Fitzgerald a uno de los jóvenes del grupo después de abandonar a Glass. ¿Cómo luchar con una fuerza contra la que no tenemos ninguna oportunidad?

A pesar de encontrar finalmente al hombre responsable de la muerte de su hijo, Glass muere durante su viaje. Así lo declara cerca del final. Con su hijo se ha ido toda razón para seguir viviendo. Fitzgerald lo semi entierra en una fosa común y lo reporta como fallecido ante el capitán. Pero su renacimiento llega poco después. Motivado por la tremenda sed de la venganza, Glass comienza a recorrer un camino en donde se encontrará cara a cara con el poder de la naturaleza y con la idea de que lo que le ha ocurrido es un designio más de los que Dios ha preparado para todos nosotros. Otros de los personajes de esta historia tienen este mismo conflicto. Fitzgerald ha vivido entre violencia y humillación, el sueño de poder vivir tranquilo es lo que lo motiva a cometer cualquier atrocidad. Al jefe indio le han quitado a su hija; por eso, hará hasta lo impensable para recuperarla, como hacer tratos con el hombre blanco. Y Hikuc, el indio que asiste y cura a Glass, también busca darle un nuevo sentido a su vida después de la masacre de su familia. Con motivaciones distintas, cada uno de ellos arriesga el pellejo para estar en paz.


A través de una de serie de simbolismos y metáforas, Iñárritu nos muestra el renacer de un hombre que ha dominado a la naturaleza y solo termina por someterse a la fuerza más grande. Al final, cuando tiene el cuello de Fitzgerald contra el filo de su cuchillo, Glass recuerda lo anterior y entrega al asesino a las manos de Dios. "La venganza está en manos del Creador". Al haber comulgado con la naturaleza de una forma tan salvaje como él lo hizo, llenar sus manos de sangre impura simplemente ya no tiene sentido para él. Que Dios haga lo que tenga que hacer. Nosotros no estamos a su altura para decidir. El camino de la gracia y el de la naturaleza.

Esta misma idea fue explorada por Terrence Malick en El Árbol de la Vida con aquella escena de la prehistoria en donde un dinosaurio deja vivir a otro sin explicación aparente. ¿La desgracia cae en uno porque así lo quiere Dios o porque simplemente es natural que ocurra? Pero no debemos olvidar que así como Él quita, también provee de una nueva oportunidad para continuar.

La influencia de Malick es notoria en toda la película. En El Nuevo Mundo, filmada también por Lubezki, nos encontramos con un tema que también es tocado en El Renacido, el de la invasión del hombre blanco y el despojo de las tierras. Ambas critican la opresión y el desbalance que trajo consigo la colonización. Es precisamente en Fitzgerald donde tenemos la representación de los cimientos de una nación enturbiados por el odio, el racismo, la violencia, el machismo y la avaricia. El Nuevo Mundo aborda el conflicto desde un punto de vista más pasivo y contemplativo, pero igualmente nos da un vistazo a la vida idílica antes de la confrontación de culturas y la posterior homogeneización. El ritmo semi lento característico del elusivo director también se hace sentir por largos momentos en esta obra, además de la denominación de la naturaleza como un personaje más.


En donde también podemos hallar similitudes es con la aclamada Gravedad, de su compatriota Alfonso Cuarón. En ambos trabajos podemos identificar un viaje lleno de obstáculos físicos, un renacer y la exaltación de la perseverancia humana. El guión no destaca en ninguna de las dos, sino la construcción de personajes que encuentran en la desesperación un motivo más para seguir viviendo.

En el aspecto técnico estamos sin lugar a dudas ante una obra maestra. La fotografía de Lubezki nos absorbe y nos da cada detalle de la violencia y brutalidad que hay alrededor de Glass. La magistral secuencia de la masacre a las orillas del río es una muestra de todo su talento. La manera tan orgánica en la que nos deja apreciar el seguimiento del baño de sangre es una prueba más de la capacidad que tiene para hacernos vibrar con sus imágenes.

Todos somos salvajes, se lee en el tablón que cuelga del cuerpo sin vida de Hikuc. El Renacido, además de ser una bella obra de arte, es también un recordatorio lo despiadado que puede llegar a ser el hombre. Pero es entre toda esta decadencia que igualmente hallamos una razón para que la sangre siga corriendo por nuestras venas, para convertirnos en el ser más bravío, para dominar lo indomable. Para Hugh Glass, esa razón va más allá de la venganza al final de todo.

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